El premio nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, se pronunció favor del fallo del tribunal constitucional del Perú que recientemente calificó de inconstitucional una propuesta ciudadana que pretendía prohibir las corridas de toros y las peleas de gallos.

“Quiero felicitar a los miembros del Tribunal Constitucional del Perú por haber rechazado, en un fallo que los honra, la solicitud de los ‘animalistas’ que pedían prohibir las corridas de toros y las peleas de gallos en nuestro país. Es verdad que esta sentencia se alcanzó a duras penas –cuatro votos contra tres–, pero, por el momento, y espero que este momento dure un buen tiempo, los enemigos de la fiesta, que son pocos entre los peruanos, pero eso sí, bien fanáticos, cesarán en sus intentos de poner fin a un espectáculo que forma parte esencial de la cultura peruana desde que esta existe, es decir, desde el instante preciso en que, luego de una lucha feroz, ambas vertientes de nuestra tradición, la española y la prehispánica, se fundieron en una sola y que pronto cumplirá cinco siglos de existencia”, escribió Mario Vargas Llosa en su columna del diario La República.

“La astucia de los ‘animalistas’ los llevó a identificar las corridas de toros y la pelea de gallos como dos manifestaciones de la crueldad contra los animales, una viveza criolla típicamente deshonesta, pues acerca cosas que son muy distintas, aunque en ninguna de ellas haya razón para prohibirlas. A mí, por ejemplo, aunque he asistido en el Perú a algunas galleras, la verdad es que ese espectáculo nunca me interesó, y que, en efecto, hasta me desagradó por su violencia manifiesta, pero reconozco que tiene una vieja tradición en la cultura peruana –el más hermoso cuento de Abraham Valdelomar describe en tonos épicos la historia de un gallo peleador–, y que está bien enraizada sobre todo en la región costeña. Pero, de ahí a prohibirlas, hay un paso demasiado largo para mi espíritu democrático y liberal. Nadie está obligado a asistir, ni a llevar a su familia, a una corrida de toros o a una gallera”, remarcó el premio Nobel.

El autor de “Conversación en la Catedral” destacó que en el Perú las corridas de toros se han enraizado profundamente en la cultura mestiza e indígena, al igual que en casi todas las clases y sectores sociales. Recordó que en algunas provincias las corridas de toros vienen adquiriendo mayor resonancia internacional en los últimos años con la presencia de toreros peruanos y extranjeros. Asimismo destacó la presencia del elemento taurino en las letras y las artes peruanas. “Los toros están enraizados en casi todos los sectores sociales, pero, sobre todo, han calado en los sectores indígenas, donde difícilmente se puede concebir una fiesta patronal en una comunidad sin una corrida de toros. Y, por eso, las plazas de toros más antiguas de América del Sur están en los pueblos de Cajamarca, el departamento más taurino del Perú, según el crítico del diario El Comercio, Gómez-Debarbieri, que ha desempeñado una magnífica labor en la defensa de la tauromaquia en nuestro país. Y él ha reseñado, por ejemplo, no hace mucho, las corridas en las ferias populares de Chota y Cutervo, donde, en los últimos tiempos, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, que se llevaban a cabo con toreros de segundo nivel o aficionados, ahora cuentan con espadas de primera línea, como Andrés Roca Rey y Joaquín Galdós, además de toreros españoles de categoría. Me parece una idea magnífica que ambas aficiones, la campesina y la urbana, se unifiquen y dejen de lado su ignorancia recíproca, como ocurría hasta hace poco. Yo recuerdo haber leído en mi adolescencia Yawar Fiesta, de José María Arguedas, y haberme sorprendido mucho de que aquella corrida, en torno a la cual gira la novela, sucediera en la sierra. Hasta entonces ignoraba que los toros eran un ingrediente central de las celebraciones populares en los Andes”, señaló el premio Nobel.

Al final de la nota Vargas Llosa rescata los valores de la democracia y la libertad para defender el respeto y la convivencia con formas diferentes de pensamiento. “Porque, detrás de la prohibición de las corridas, hay algo mucho más grave y siniestro que aquella compasión por los animales que es el pretexto que utilizan los antitaurinos para combatir las corridas. Es la falta de respeto para no decir el desprecio por la libertad, la misma cerrazón mental que llevó a los inquisidores a prohibir las novelas durante los tres siglos coloniales en América Hispana con el pretexto de no llenar la cabeza de los indígenas con patrañas, el origen de todas las censuras que persiguen domesticar el pensamiento y la libre elección de los ciudadanos. Por eso, el fallo de los jueces del Tribunal Constitucional del Perú hay que celebrarlo no como un episodio local, sino como una victoria de la democracia y de la libertad contra sus tradicionales enemigos”.

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