Por JULIO HERRERA*

Tras los próximos e inminentes cambios en el nuevo orden mundial, a los latinoamericanos nos cabe preguntarnos: “¿Seguirá existiendo la identidad latinoamericana o de “lo latinoamericano” en el nuevo orden mundial que se nos aproxima inevitablemente? O nuestra identidad será barrida por completo del mapa cultural del nuevo orden. Recordemos que fenómenos históricos similares no son ajenos al continente americano y que se han venido produciendo constantemente al menos desde hace 500 años.

Para fines de entendimiento del presente artículo podemos empezar a definir “pensamiento latinoamericano” como  la ideología que tiene como máximo ideal la integración de los países latinoamericanos, ideal que se encuentra presente en todas las generaciones de pensadores e intelectuales latinoamericanos con mayor  o menor importancia según el contexto social histórico político dominante. Comprendemos como Latinoamérica o América Latina al conjunto de países que comparten en común una historia y una cultura que es heredera directa de los pueblos y naciones pre colombinas al mismo tiempo que de las metrópolis hispana y portuguesa del periodo colonial.

El así denominado pensamiento latinoamericano viene a ser una corriente constante y latente en todas las generaciones de intelectuales latinoamericanos. Definitivamente existen formas de pensar, corrientes de pensamiento e ideologías nacionalistas, regionalistas o localistas que obedecen a tradiciones o nacionalismos correspondientes a cualquiera de las muchas identidades que encierran cada uno de los países o estados-nación latinoamericanos fundados entre los siglos XIX y XX.  Estas ideologías a su vez coexisten con otras ideologías contemporáneas de carácter internacional o transnacional provenientes de otros continentes como el neoliberalismo o el comunismo, con las cuales coexisten, luchan o se amalgaman; lo cual no ha traído ningún resultado beneficioso a las sociedades y países latinoamericanos, tan sólo guerras, conflictos, terrorismo, golpes de estado, etc.

Las ideas de integración y de soberanía con respecto a una metrópoli están presentes en América desde el primer momento del período de la conquista. Las guerras civiles entre los conquistadores españoles en la América del siglo XVI fueron producto de dos visiones de América: una integracionista y soberana de la metrópoli; y la otra, una provincialista y dependiente de la metrópoli. La visión de los Virreyes se impuso en toda la América hispana fraccionando en múltiples virreinatos y capitanías a los dos originales proyectos: los Gobiernos de México y  el Perú.  

Pero es durante el proceso de la independencia de la América hispana cuando el pensamiento latinoamericano logra adquirir una máxima importancia a través de las ideas de los intelectuales que, inspirados en la Revolución Francesa y en la fundación de los Estados Unidos, motivaron los alzamientos que dieron origen a la guerra de la independencia de las colonias españolas (1810-1824).

Sin embargo, tras la independencia, las nuevas repúblicas se construyeron en base a una identidad y un patriotismo auspiciado financieramente por los mismos capitales económicos que financiaron su independencia de España, ocasionando así múltiples guerras, que enfrentaron irracionalmente a las jóvenes naciones latinoamericanas a lo largo del siglo XIX, forjando de esta forma los actuales nacionalismos de estos países en base a intereses industriales de países financistas como Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, etc. En efecto, a lo largo del siglo XIX, estas potencias forjaron los nacionalismos de las nuevas repúblicas a través de diferentes guerras que enfrentaron a Colombia, Venezuela, Ecuador, Chile, Perú, Bolivia, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil entre sí, sin excepción. Por esta razón, después de la independencia, los países latinoamericanos abandonaron por completo el ideal integracionista hasta inicios del siglo XX, cuando la integración latinoamericana vuelve a cobrar fuerza gracias a la independencia de Cuba y al nacimiento de la república federativa del Brasil. Sin embargo, ideologías como el comunismo, el indigenismo y hechos históricos como la Primera y la Segunda Guerra Mundial, disiparían estos ideales integracionistas durante la primera mitad del siglo XX.

JULIO HERRERA: Periodista, escritor y antropólogo egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Tras la victoria de los países anglosajones después de la Segunda Guerra Mundial, los países latinoamericanos entraron en un largo conflicto político interno que dividió estas sociedades ocasionando guerrillas, movimientos terroristas y golpes de estado; sin haberse producido en algún momento lo que se denomina “guerra civil”, aunque por momentos la escalada de la violencia política en algunos países llegó a ser interpretada o discutida como un estado de guerra civil permanente, o bajo cierto constante peligro a que esta guerra se desate, o de constante inestabilidad política, golpes de estado, dictaduras, etcétera; como en[1] Cuba, Colombia, Uruguay, Argentina, Chile, Nicaragua, Perú, y México.   Tras la Segunda Guerra Mundial, Latinoamérica se vio políticamente atrapada entre Occidente y el bloque comunista, en la llamada Guerra Fría, e incapaz de elaborar herramientas ideológicas soberanas, lo cual llevó a sus países a los conflictos internos mencionados.

Es en este instante histórico en el que se empieza a gestar nuevamente un pensamiento latinoamericano integracionista que hiciera frente a sistema de dominación mundial al cual había sido sometida América Latina tras la Segunda Guerra Mundial. La Unión Soviética, Europa Occidental, EE.UU. y China se habían repartido el mundo sin dar un lugar expectante  a América Latina, que por el contrario había quedado políticamente muy relegada de los EE.UU. y Europa tras la primera mitad del siglo XX.

A inicios del siglo XIX, EE.UU. y América Latina eran aliados frente al Reino Unido y España, las diferencias entre ambas sociedades no eran demasiadas. EE.UU. pasa a ser aliado del Reino Unido y a diferenciarse ampliamente de América Latina en la segunda mitad del siglo XIX, con la segunda revolución industrial. Con la aparición de los inventos modernos de inicios del siglo XX, la radio, el cine, el teléfono, el automóvil, etc., la diferencia entre EE.UU. y América Latina se hizo mayor. Con la segunda revolución tecnológica, el uso de la energía atómica, América Latina  quedó muy lejos de los EE.UU. y de Europa en cuanto a un lugar con respecto al desarrollo y progreso de la humanidad, pasando a ser catalogada bajo nuevos conceptos de bienestar y desarrollo social como “tercer mundo”, “sub-desarrollado” o “en vías de desarrollo”.  Sin embargo, es la tercera revolución tecnológica,  la cibertecnología, la que nuevamente vuelve a acercar las civilizaciones del mundo, no sólo a EE.UU. y América Latina, sino también a los países asiáticos y africanos, a distancias que se hacen ilusorias, difusas, donde las diferencias de mil, dos mil o cinco mil años de progreso  pueden ser sobrepasadas en pocos instantes gracias a la tecnología cibernética, la cual es automática y altamente veloz.

El pensamiento latinoamericano alcanza sus más altos ideales durante la independencia de España, con Bolívar, Sucre, San Martín; sin embargo, su base ideológica, social, antropológica y geopolítica tiene miles de años de historia  y se remonta a los imperios Inca y Azteca como los primeros ejemplos de unidad y de “nación latinoamericana”, pese a que no se puede afirmar que los imperios Inca y Azteca fueron latinoamericanos. Sin embargo, negar el carácter mestizo de la cultura latinoamericana, heredera tanto de los imperios de la antigua América como de la cultura latina clásica, sería negar la escencia misma de Latinoamérica.

En las primeras décadas del siglo XXI observamos que la integración latinoamericana se concreta más allá de los ideales en una verdadera integración comunicacional, energética,  cultural, política, económica por dos factores que son producto de la tercera revolución tecnológica y que estuvieron ausentes a fines de la Segunda Guerra Mundial: la conciencia del ser latinoamericano como factor de bienestar y supervivencia,  y la conciencia de la intervención de las grandes potencias extranjeras en América Latina, como factor de preservación, seguridad y soberanía. 

Los procesos recientes de integración latinoamericana no son producto de la inspiración o de la improvisación, son el resultado de medio siglo de trabajo e iniciativas en búsqueda de la integración de nuestros países que se planteó en un contexto de plena Guerra Fría entre EE.UU. y la URSS como salida frente a la exclusión de América Latina del sistema de dominación mundial elaborado tras la Segunda Guerra Mundial, en el cual descendió al nivel de territorio dominado para la explotación y la provisión de recursos naturales. Con la independencia de los países africanos que así se constituyen en ex colonias de países europeos entre los años 1950 y 1980, esta condición subordinación de los países latinoamericanos ante el mundo bipolar de la Guerra Fría (EE.UU. vs. U.R.S.S.) se hizo aún más notoria.

Es en la década de los años 60s que  cuando con iniciativas de integración como el Acuerdo de Cartagena o Pacto Andino, y posteriormente el Mercosur, el Celac y el Alba, la integración latinoamericana empieza a ser organizada de forma planificada. Sin embargo, a inicios del siglo XXI la integración es una realidad política  necesaria de supervivencia antes que la parte final de un plan largamente elaborado. Los recientemente fallidos procesos de integración como la Unasur o el Arco del Pacífico son dos ensayos más en camino a una ansiada integración que resulta inmediatamente urgente frente al nuevo contexto histórico del nuevo milenio ante un inminente reacomodo del orden mundial, corriendo el riesgo de perder la identidad de “lo latinoamericano” y de su existencia en sí por intereses y expansiones de influencia de mega super potencias como lo pueden ser China, EE.UU., Europa o Rusia.


[1] Cuba fue el primer país latinoamericano en utilizar el comunismo como arma contra el imperialismo anglosajón en A.L. Tras la victoria de la revolución en Cuba, en casi todos los países de A.L. el comunismo pasó a ser utilizado como como un arma contra el imperialismo proveniente de los EE.UU. Políticamente derrotada, tras la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Fría A.L. fue inútil para desarrollar instrumentos ideológicos propios con los que combatir la dominación imperialista occidental y la creciente influencia comunista oriental en sus sociedades. Tras Cuba, el siguiente país en entrar en enfrentamiento con movimientos comunistas fue Colombia, en los 60s prosiguieron Bolivia y Perú. En los años 70s Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y Nicaragua.   En los 80s Perú y en los 90s México. A inicios de la década del 2000, después de un golpe de estado, Venezuela, siguiendo un régimen socialista pro cubano, continuó en este sentido, auspiciando otros regímenes en Bolivia, Ecuador y otros países.

*JULIO HERRERA: Periodista, escritor y antropólogo egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima-Perú. Es director de Portada Hispana.

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