Por JULIO HERRERA*

Director de PORTADA HISPANA


La crisis mundial generada por el coronavirus está poniendo en riesgo la continuidad del sistema neoliberal, ya en franca retirada en EE.UU. y Europa desde la crisis financiera del 2008. Sin embargo, en países tercermundistas como el Perú las políticas económicas neoliberales se siguen aplicando igual o de manera más agresiva aún que en la década de los 90s.

En Enero del 2020 , el pleno del actual Congreso de la República del Perú aprobó el “nuevo régimen laboral juvenil”. La ley busca facilitar el ingreso de 263 mil personas al mercado laboral formal. Sin embargo, los jóvenes no podrán acceder al goce de los beneficios laborales de la Compensación por Tiempo de Servicios (CTS), gratificaciones, seguro de vida, y seguro complementario de trabajo de riesgo. El universo de 263 mil jóvenes beneficiados resulta de la suma de 49.000 jóvenes que ya están en el mercado laboral y un flujo anual de 42.851 jóvenes. Este régimen especial está dirigido a todas las empresas. Las empresas que contraten jóvenes bajo este régimen laboral especial para jóvenes tendrán derecho a un crédito tributario contra el Impuesto a la Renta equivalente al monto del gasto de capacitación de jóvenes contratados.

Con la nueva ley laboral para los jóvenes, este segmento de la población se siente directamente afectado y está manifestando su protesta contra una ley que  se considera discriminatoria, ofensiva e irrespetuosa con los derechos laborales. La juventud peruana y los peruanos en general tienen que recuperar mucho terreno perdido en materia de derechos sociales y laborales cedidos por la generación anterior en los años 90s durante el gobierno neoliberal de Alberto Fujimori, en el que se abolieron la estabilidad laboral, la jornada de ocho  horas y otros derechos fundamentales de los trabajadores.

En su libro  “Políticas comerciales y cambiarias en el Perú 1960-1995” (Rojas, Jorge. PUCP, 1996), Jorge Rojas, economista de la PUCP, analíticamente describió las características del proceso de transformación que la economía –y la sociedad peruana en general-  estaba experimentando a mediados de la década de los 90s, al mismo tiempo que proyectó cuáles habrían de ser las consecuencias de la aplicación de la políticas neoliberales del gobierno de Fujimori, décadas después de su gobierno, coincidiendo en sus acertados pronósticos con la situación política-social que observamos en nuestro país actualmente.

NEOLIBERALISMO: UNA ECONOMÍA QUE OPRIME A LOS SECTORES POPULARES

Hacia el año 1996, a inicios del segundo periodo de gobierno de Fujimori, cuando las políticas aplicadas a  partir del autogolpe del 5 de abril habían reducido la  hiperinflación a 10.2% y la economía peruana aparentaba una franca expansión, la pregunta que se hacían académicos y analistas era “¿Cuáles son las razones del éxito del neoliberalismo?”.Una de las respuestas planteadas por Rojas en su libro es la facilidad con la que el gobierno fujimorista descargó una serie de reformas económicas que lesionaban no sólo derechos laborales sino también el nivel de vida de las mayorías. Esta maleabilidad de la población peruana ante las políticas neoliberales tuvo origen en el desgaste moral ocasionado por una inflación de 20 años y el terrorismo. Al respecto Rojas escribe: “Esta pregunta la podríamos plantear también de la siguiente manera. ¿Qué cambió entre 1960 y 1990 –o entre 1980 y 1990- que hizo posible que en el segundo caso funcionase un programa que en el primer caso no funcionó? Las diferencias importantes son varias. Para empezar, la situación política doméstica ha contribuido a que el programa neoliberal de reformas económicas sea manejable; la caída de las expectativas del público en general, luego de veinte años de crisis económica casi ininterrumpida, ha hecho que el ciudadano común justifique su simpatía por el gobierno aduciendo que el presidente Fujimori acabó con el terrorismo y la inflación. Veinte años atrás cuando el terrorismo y la hiperinflación aún no se habían hechos conocidos- las expectativas del público eran mucho mayores que simplemente no tener inflación o terrorismo, e incluían empleo, salarios, servicios públicos, etc. En otras palabras, el retroceso de las expectativas del ciudadano común ha hecho posible que el gobierno descargue, sin mayor problema, el costo del ajuste sobre los hombros de la clase media y en los sectores populares. Además la caída de las expectativas de las clases medias y populares, podríamos mencionar el desgaste de los partidos políticos –que en estos momentos casi no existen en el país-, el declive de los sindicatos obreros, la euforia neoliberal mundial. Actitudes más prosaicas por parte de la gente, etc.” (Rojas Jorge: 1996, p. 269)

Una crítica a las proyecciones que hace Rojas en su libro con respecto a las expectativas que la política económica de Fujimori generaba en los 90s, específicamente a la respuesta que Rojas da a la inquietud sobre el éxito neoliberal, si sería “algo” permanente o sólo transitorio, podría ser el rechazo generalizado de la juventud peruana al Nuevo Régimen Laboral Juvenil, medida  de corte neoliberal en cuanto favorece la empresa privada a costa del salario de los trabajadores, presentada por el actual gobierno como un recurso para la generación de empleo. “¿Será este éxito del neoliberalismo algo permanente, o sólo transitorio? Para contestar esta pregunta podemos decir, para empezar, que tarde o temprano mejorarán las expectativas del público en general, y de las clases populares en particular, con lo cual cambiará unos de los parámetros básicos de la política económica actual, el cual ha permitido que el programa económico salga adelante a pesar de la mayor pobreza y desigualdad que ha generado” (Rojas Jorge: 1996, p. 269).

Veinte años después de finalizado el gobierno de Fujimori las expectativas de los sectores populares no sobrepasan los S/ 1200 soles del salario mínimo vital, sin embargo las políticas neoliberales siguen vigentes en nuestro país.

NARCOTRÁFICO, CORRUPCIÓN Y ECONOMÍA NEOLIBERAL

Un aspecto de nuestra realidad económico-social que hacia 1996 se hacía notoria y que hacia el 2020 se constituye como  una característica consolidada de nuestra economía es la importancia del rol del narcotráfico. Un estudio del 2011 de Macroconsult estimó que el narcotráfico representaba un 1,6% del PBI, es decir unos US$3.200 millones. Para algunos analistas hoy en día este porcentaje se acerca a 2 o 3 puntos del PBI nacional.

En setiembre del 2009, el diario The Wall Street publicó un informe en el que se afirmaba que el Perú es el principal exportador de cocaína en el mundo generando un aproximado de 20 mil millones de dólares, El año 2012 el gobierno de los Estados Unidos señaló al Perú como el primer productor y exportador de economía en el mundo.  Para el 2014, DEVIDA el Perú seguía ocupando este lugar pese a que el gobierno se propuso erradicar 30 mil hectáreas por año.  Para el año 2018 según la DEA el Perú seguía siendo el primer productor mundial del clorhidrato de cocaína.

Al respecto Rojas ya señalaba  hacia 1996 que las políticas neoliberales de Fujimori ya habían estimulado el crecimiento del narcotráfico como un efecto benéfico en la economía del país.  “Otro tipo de recursos que antes no estaban disponibles y que ahora sí lo están, son aquellos ligados al crecimiento de la producción y la exportación de los subproductos, derivados de la coca, esto es, del narcotráfico (…) Debemos recordar, también,  que el régimen proteccionista no percibía en su totalidad los beneficios de la exportación de los derivados de la coca, pues la existencia de los controles cambiarios hacía que los dólares del narcotráfico se quedasen mayormente en el extranjero; ahora, en cambio, vienen a alimentar el sistema financiero peruano, y aun las inversiones productivas y en bienes raíces. Esto se ve facilitado por el hecho que la Ley de Bancos peruana no incluye ninguna medida efectiva contra el lavado de dinero.” (Rojas Jorge: 1996, p. 270)

En esta descripción, Rojas evidencia el sistema neoliberal implantado por Fujimori en los 90s que alimenta su economía de los capitales movidos por el narcotráfico, reproduciendo una relación simbiótica entre el sistema neoliberal y el narcotráfico. Hacia el 2020 cabe preguntar si Fujimori en los años 90s fue el fundador de un narco estado  que sostiene su estabilidad cambiaria y su crecimiento en el lavado macroeconómico de activos provenientes del narcotráfico; y si el narcotráfico, la corrupción y el sistema neoliberal conforman un mismo sistema político en plena vigencia no sólo en Perú sino también en Bolivia, Colombia y México.

CORRUPCIÓN Y FRAGILIDAD DE LAS INSTITUCIONES

Los pronósticos para el Perú planteados por Rojas en su libro, como consecuencia de las reformas neoliberales aplicadas por Fujimori en los años 90s, aciertan en indicar que la fragilidad, falta de representatividad y crisis de autoridad de las instituciones son características de nuestra sociedad que las reformas fujimoristas condicionaron debido a una falsa ortodoxia en la política económica; es decir, lo que aparentemente parecía ser un plan duro y radical basado en la política neoliberal a ultranza, era en realidad producto del pragmatismo y el oportunismo en un contexto de afirmación del neoliberalismo a nivel mundial conocido como “globalización”. Del mismo modo, Rojas acertó en señalar que la importancia del narcotráfico en el sostenimiento de nuestra economía complicaría mucho más la crisis de las instituciones por la corrupción que implica. Así, Rojas escribió: “Por otro lado, debemos enfatizar que el proceso de reformas no está creando instituciones sólidas y representativas, por lo que una eventual desaparición  del presidente Fujimori debe tener un rol desestabilizador. Fujimori mismo no es un ortodoxo en cuestiones económicas, sino más bien –dependiendo del cristal con el que se le mire- un pragmático o un oportunista. Algo que complica el problema de la debilidad de las instituciones es el narcotráfico, no sólo por su carácter de actividad ilegal, sino también por la secuela de corrupción que dicha ilegalidad implica”.  (Rojas Jorge: 1996, p. 272)

Sobre la falsa imagen de un plan de construcción nacional a largo plazo para el Perú basado en las reformas neoliberales –a modo de lo hecho por Pinochet en Chile- , construida por el gobierno de Fujimori a mediados de los 90s, y sobre el que justificaba sus fines reeleccionistas, Rojas señala que el resurgimiento del neoliberalismo en nuestro país no se debió a factores internos solamente, sino que se debe tomar en cuenta el surgimiento del paradigma neoliberal en las potencias económicas. Hacia el 2020, observamos que la continuidad del modelo neoliberal, ininterrumpido desde 1992 hasta hoy, no significó la construcción de un modelo nacional, y mucho menos una mejora en las condiciones sociales de las mayorías.

Al respecto señala Rojas: “Pero el resurgimiento del neoliberalismo en el país no se puede explicar recurriendo solamente a factores domésticos. Se debe tomar en cuenta que el resurgimiento del paradigma neoliberal empezó como una reacción conservadora en los países desarrollados –por ejemplo con la elección de la primera ministro inglesa Margaret Tatcher en 1979 y del presidente Ronald Reagan en los Estados Unidos en 1980- y tuvo su punto culminante con el colapso de la Unión Soviética en 1989. Una consecuencia importante del ascenso conservador en los países del centro fue su contribución al endurecimiento de la posición del FMI en sus negociaciones con los países en desarrollo durante los primeros años de la década de los ochenta”. (Rojas Jorge: 1996, p. 189)

*JULIO HERRERA: Periodista, escritor y antropólogo egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima-Perú. Es director de Portada Hispana.

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