Por Oscar Manuel Rodríguez Ochoa, “Luy”*

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El universo como entidad suprema, nos manda mensajes constantes y continuos, nos pone a prueba mediante acontecimientos enfilados a nuestro desarrollo y aprendizaje. Es así que estamos recibiendo energías permanentemente, es el caso de nuestro crecimiento como personas que es directamente proporcional a lo asimilado en los sucesos vividos, comenzando por el aprendizaje diario donde cada experiencia es almacenada por nuestro subconsciente que guarda la toda la información en lo absoluto de lo que estamos viviendo en el acontecer permanente, inicialmente en contacto de lo que somos y nos constituye cósmica e infinitamente.

Nuestro transitar continuo se integra a constantes factores de riesgo como parte del aprendizaje y sus resultados determinan el crecimiento, ser conscientes de cada acción y cada momento que elegimos poner en práctica nos permite elevar nuestra mirada a una apreciación real y absoluta de la realidad palpable. Esto quebranta aquello que inicialmente se da en escenarios ilusorios y descontextualizados de nuestro proceso de existencia.

Hacer un alto en los hábitos rutinarios para mirar hacia el centro de nuestro ser representa el comienzo de autoevaluación para reconocernos como un alma transitoria situada en los momentos perfectos que en esencia y existencia determinamos trazar, por consiguiente está dentro de nosotros hacer una sana revisión- espejo en el que apreciamos en nuestro otro yo, aquel con quien hacemos una estrecha comunión para el autoconocimiento .

Todo forma parte integral de un proceso estructural que proyectamos y en el que nuestro estado cognitivo marca las directrices para encaminarnos por rutas frecuenciales de nuestro vibrar, es así que todo aquello que es bueno o malo para nosotros simplemente es la conclusión de lo que estamos emanando al universo con nuestros sentimientos, palabras, pensamientos y acciones.
Basta decir que por dichas causas asumimos nuestro rol como responsables de nuestro propio entorno ya que este lo atraemos a nosotros, de ninguna forma es un producto meramente ocasional y, menos aún, accidental.

Alrededor de nosotros siempre estarán orbitando un cúmulo de energías que se encuentran muchas veces a la expectativa para ser un gancho de conexión y direccionarnos una ruta fuera de lo que por libre albedrío así previmos en nuestro plan de existencia, siendo materia y energía en estados de conciencia, nos convertimos en campo de absorción de todo lo que nos conforma como seres espirituales cósmicos y universales. Todo lo que está dentro y fuera de nosotros es parte del esquema que veníamos a vincularnos como parte del aprendizaje a experimentar. Es por ello que aunque sean para nosotros negativas determinadas situaciones, eventos, personas, animales o cosas, estos se sitúan en un lugar perfecto ya que son parte activa del proceso de aprendizaje que efectuamos.

El grueso de nuestras experiencias planetarias y universales conforman toda la composición que guardamos en esta realidad presente, son parte de nosotros y nosotros de ellas. Nos afectan evolutiva o involutivamente, tanto en los planos a los que están ubicadas las llamadas «líneas de tiempo», dimensiones, sectores de existencia, etc., dicho lo cual podemos comprender lo importante que resulta ser conscientes de lo que en vida actual somos para emprender las transformaciones necesarias dentro de nuestra ruta holística y cuántica.

El drenaje hacia lo que somos internamente es una tarea diaria que debemos llevar a la práctica como impulso de nuestro proceso en el despertar de conciencia, esto se logra en nuestra interconexión absoluta con nuestros cuerpos y energías. Para ello resulta fundamental romper con la rutina de existencia y con la mecanización de hábitos y acciones que seguimos en la práctica diaria.
Tener en nuestro desarrollo consciente todas y cada una de nuestras acciones así como estar pendiente de lo que transita en nuestra periferia nos alinea universalmente y rompe una secuencia lineal para convertirla en evolución multidimensional. Ello nos empodera para trasmutar al superhombre cósmico dejando atrás nuestra figura como un ser meramente terrenal.

En dicha integración tanto en lo interno como en lo externo abre nuestros ángulos visuales y nos flexibiliza a la expansión de nuestros propios campos a interactuar en planos de diversas latitudes. Es así que nuestras propias actitudes se orientan mayormente en el contexto espiritual y con nuestro equilibrio armónico, volviéndonos más sensibles y perceptivos de todo aquello que nos rodea, dejando paulatinamente nuestras formas mentalistas de desarrollo para estar experimentando el latido y pulsar de lo que somos en esencia y divinidad.

Si procesamos en lo más puro de nuestro corazón lo que nos constituye como entidades de luz en conformación biológica, orgánica y espiritual podremos acceder a la comprensión de la evolución que sigue nuestro entorno presencial en sus diversas manifestaciones de existencia. Con ello contaremos con las herramientas pertinentes para confeccionar el tejido de nuestra vida en lo que realmente deseamos desde el amor propio como seres de luz hasta el amor que podemos dirigir a todo microuniverso que llene nuestra alma.

Todos somos maestros y aprendices. La abundancia es prosperidad y se origina desde nuestra creatividad consciente en todas nuestras etapas de convivencia armoniza con nosotros mismos. La ley del amor, como sustancia primordial de la pureza universal, es aquella que nos rige para reflejar en cada momento nuestra evolución como avateres y actores activos en todos los espacios de los que formamos parte. La consciencia es nuestra principal aliada para estar ubicados en el umbral de los nuevos senderos de existencia. Todo es producto de las experiencias cultivadas en nuestro historial cósmico- espiritual. Así hay que comprenderlo.

* Profesor titular de “Dibujo Humorístico” en la Universidad de la República Mexicana y Director General del Círculo Mundial de Caricaturistas, Dibujantes e Ilustradores de la Agencia Mundial de Prensa de Nueva York

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