Por Nidia Sánchez

Esta tarde decidí ojear un libro que me pareció divertido, obsequiado casi por accidente, fue tal mi sorpresa con el México antiguo, valga decir que en otra casa se encontraban realizando una gran faena escombrando lo almacenado, según registro de los moradores, hace cincuenta años que las cosas permanecían sin mover.
Lo cierto es que me identifiqué por la buena redacción, impecable, aclaro que no es una joya literaria, es interesante el contenido, es un trabajo de avanzada para su época 1969.
El libro debía llegar a las amas de casa, vía correo, y es probable –por aquello de que ya no tiene pasta- que la empresa que lo mandó imprimir para su venta sea “Club de Discos Selecciones Orfeón”, debido a una estampilla dentro de este sorprendente ejemplar que se titula “Comiendo con las estrellas”.
A las señoras se les invitaba a sumergirse en una breve historia de la vida de toda clase de artistas célebres en una edición blanco y negro, que cuenta con fotografías y viñetas.
La elocuencia del formato es que compaginaba lo anterior con la receta favorita de los ídolos, es decir, que mientras cocinaban podían cantar y cuando servían para comer en familia era como si el mismo Jorge Negrete estuviera en su mesa, comiendo lo mismo que “el Charro Cantor”, cuyo platillo, por cierto es “Adobo seco”, mientras podían cantar “Cocula”, total, ahí tenía la letra o podían hacer sonar su consola con el LP del momento.
Y qué decir del inmortal charro mexicano, podrían experimentar su platillo favorito: “Chilaquiles a la Pedro Infante”, mientras se inspiraban en la melodía “Que me toquen las golondrinas” de la autoría de Tomás Méndez.
En la página nueve está escrito: “Doscientas cuarenta y siete palabritas de introducción”, las cuales conté por curiosidad y para confirmar, seguidas inmediatamente de la dedicatoria “Señora:”.
Además de las esperadas fotos de los artistas y un flash de su vida encumbrada, contiene una de las canciones que los llevaron a la fama, daba la impresión que mientras posaban su mirada en las letras también podían inspirarse a entonar, ¿por qué no?.
Aquí también me enteré del “Pescado con higaditos de gallina” estilo Celia Cruz, mientras podían practicar la letra de “Tu voz”.
El declamador Manuel Bernal también figura y si lo suyo era la poesía, imaginarse con el privilegiado timbre de este hombre originario de Almoloya de Juárez, tomando prestado el poema “En paz” de Amado Nervo, mientras en su despensa podía buscar los ingredientes para elaborar “Chiles rellenos con huevos revueltos”, que fascinaban a Bernal.
Es muy claro que no dejaban al gran público con la ilusión sino que compartían detalle a detalle la forma de prepararlo, la lista es muy amplia, son 318 páginas que todavía sigo disfrutando, porque están los más variados géneros musicales, y sí, de platillos.
Usted encuentra a Pérez Prado, Los Hermanos Martínez Gil, Olimpo Cárdenas, a los Rockin´ Devils, Julisa, Imelda Miller, entre muchos grandes.
El que sigue vigente es Armando Manzanero, quien allá en sus inicios, reveló para Orfeón que le encantaba la “torta de jamón serrano”, predilecta en sus giras por España.
Total que entre las hojas amarillentas que saben a nostalgia, se puede hacer mucho todavía. Hasta la próxima entrega, y mientras tanto, podré preparar algunas recetas de nuestras luminarias de los 60´, aunque aclaro, serán mis primeros intentos en la cocina.

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