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(EL COMERCIO 18 / 11 / 2020) El Perú atraviesa en los actuales momentos por una delicada y a la vez complicada crisis política. Crisis que ha tenido como protagonistas a las élites políticas peruanas. En concreto, esto se ha manifestado en un enfrentamiento reiterado del Legislativo al Ejecutivo. Sólo así se entiende la salida del expresidente Pedro Pablo Kuczynski en marzo de 2018 y de Martín Vizcarra el pasado 9 de noviembre. Lo que sucede ahora en el Perú es muy propio de los sistemas presidenciales, pero agudizado a la tercera potencia. Si el Ejecutivo no tiene mayoría en el Congreso, es muy frecuente que se produzcan roces con el Legislativo. Conflictos y falta de acuerdos. Cuando estas crisis se agudizan a algunas ocasiones el Legislativo inicia juicios políticos (fundamentados o no) contra los presidentes. Esto lleva a situaciones de inestabilidad política. A diferencia de los sistemas parlamentarios, la salida de un primer ministro provoca una crisis de gobierno (la cual es superada sin mayor problema con el nombramiento de otro por parte del legislativo) pero no una crisis del régimen político. Esto último sucede ahora en el Perú. Es cierto que la dimisión de Pedro Pablo Kuczynski se dio tras conocerse del pago de coimas de parte de la constructora brasileña Odebrecht cuando era Ministro de Estado en el gobierno de Alejandro Toledo pero también es necesario poner en contexto que esto también se debió a la oposición encarnizada que protagonizó Keiko Fujimori luego de perder con escaso margen las elecciones presidenciales de 2016. No aceptó la derrota y eso significó que los legisladores de su partido, Fuerza Popular, pongan contra las cuerdas a Kuczynski. Lo mismo ocurrió con Martín Vizcarra. No cedió a las presiones del Legislativo y principalmente a una reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional que tenía que ver con la designación de sus miembros. Esto abría la posibilidad de reorganizar este órgano y, con ello, allanar el camino para exculpar al expresidente Alberto Fujimori. Frente a la negativa de Vizcarra, el Congreso habló de destituirlo. Sin embargo, Vizcarra se adelantó y disolvió el parlamento el 30 de septiembre de 2019. Esta medida fue respalda por el 84% de los peruanos. El julio de 2020 se instaló un nuevo congreso. Sin embargo, uno de los grandes problemas que tuvo Vizcarra es que no contó con una mayoría que lo respalde. Politólogos peruanos consideran a esta nueva legislatura con poca legitimidad social, en donde convergen intereses mafiosos y oscuros. La destitución de Vizcarra por “incapacidad moral” no tiene fundamento. No es más que una vendetta por el cierre del parlamento hace un año y por negarse a ceder ante los intereses de ciertas agrupaciones políticas. Pese a que el día de ayer el Congreso nombró a Francisco Sagasti como nuevo presidente de la República luego de la renuncia de Manuel Merino, esto no resuelve los problemas de fondo y el inmenso descontento popular con la clase política y el orden imperante.

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