«Debemos priorizar el interés nacional del Perú», dice Guillermo Russo, embajador en retiro.

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(CARETAS 05 / 05 / 2021) El embajador en retiro Guillermo Russo comenta en exclusiva para CARETAS su opinión sobre los planes de política exterior de Keiko Fujimori y Pedro Castillo, del mismo modo sobre los peligros de su puesta en práctica y propone reformas para Torre Tagle.

“Ante tal crisis nacional e internacional la Cancillería debería actuar a la altura de su reputación”, señala el embajador en retiro Guillermo Russo Checa, quien fue embajador en Canadá, Panamá, Hungría, entre otros cargos. “Con el caso Vacunagate se cumple que es la primera vez, a nivel latinoamericano, que un canciller (una canciller en este caso) es sancionado por el Congreso”, agrega. Sin embargo, también le preocupa la calidad de los planes de política exterior tanto de Keiko Fujimori y de Pedro Castillo.

—¿Cuál es su análisis de los planes de política exterior de los dos candidatos presidenciales?

En términos generales, los dos planes no abordan apropiadamente el tema. La política exterior debería partir de un análisis objetivo de las actuales tendencias del sistema internacional y de los desafíos que como Estado nación enfrentamos para insertarnos adecuadamente en el mismo. Hay asuntos básicos que tienen que ser iguales para izquierda, derecha o centro. Oswaldo Rivero habla de la necesidad de mantener una aproximación de realpolitik en el actual escenario internacional, o sea la diplomacia basada en los intereses nacionales. Tenemos que identificar claramente nuestros intereses. Nuestros candidatos no pueden estar pensando en ser “pro Rusia”, “pro China” o “pro Estados Unidos”. Debemos tener un enfoque pragmático priorizando el interés nacional del Perú.  Debemos repotenciar la integración regional tan venida a menos en los últimos tiempos.

FOTO: Embajador en retiro Guillermo Russo Checa, quien fue embajador en Canadá, Panamá y Hungría. (CARETAS)

—¿Cómo se daría este enfoque pragmático?  

El Perú, desde el punto de vista geopolítico, cuenta con fortalezas. Nuestra situación geográfica es privilegiada en el siglo XXI en que el Pacífico ha desplazado al Atlántico como el principal espacio de articulación geoeconómica y estratégica.  Somos, además, un país andino y amazónico. Por qué no pensar en proyectos con la China y con Brasil, como construir un tren desde Brasil hasta Ilo para llevar todos los productos brasileños hasta China. Debemos tratar al Brasil de forma estratégica.  Con los Estados Unidos la relación debe ser la de una alianza estratégica con autonomía. Con otros actores y espacios regionales con proyección global como la Unión Europea, Rusia, Japón, India, Corea del Sur, Israel debemos fortalecer las vinculaciones no solo respecto a los flujos comerciales sino, además, enfatizando la transferencia de ciencia, tecnología, la cooperación en sectores claves para el despegue de nuestro país y en cómo enfrentar desastres naturales.

La pandemia ha desnudado nuestras carencias y limitaciones, no solo en el campo sanitario; la política exterior debe coadyuvar a superar estas falencias.  En nuestro proceso electoral parece que viviéramos aislados del mundo; no se incluye en los debates qué tipo de inserción buscamos en un sistema internacional cada vez más complejo, interdependiente y en el que, lo hemos visto con la crisis sanitaria, los Estados buscan maximizar sus ventajas y limitar al máximo sus debilidades.    El país, además, necesita tener una Cancillería renovada donde prime la meritocracia verdadera para hacer frente a estos desafíos. Es este ministerio, que también llega a su bicentenario, el principal instrumento de nuestra acción externa.

—Pedro Castillo ha dicho que de llegar a la presidencia desactivaría el Grupo de Lima y echaría a la Usaid del Perú.  ¿Esto qué consecuencias traerían a nivel internacional para el Perú?

Con respecto a la Usaid, tal vez el candidato una vez que tenga mejor información podría rectificar tal planteamiento. La cooperación de los EE.UU., como la de otros países amigos, puede cumplir un rol central en nuestro desarrollo. Además, con la administración Biden hoy tenemos mejores condiciones para afirmar una relación con los EE.UU. mucho más constructiva. De hecho, desde el cambio de mando en Washington este año se ha notado una transformación fundamental en ese país, que hace que tenga una aproximación coincidente con la nuestra en materia de medio ambiente y en el reforzamiento del multilateralismo, que fue muy debilitado por su predecesor.

Con respecto al Grupo de Lima es innegable que se cae de maduro un replanteamiento de dicho mecanismo, el cual pertenece ya a otro momento de las relaciones de EE.UU. con el espacio hemisférico. A Kuczynski lo llevaron equivocadamente a la creación de este grupo que, conjuntamente con otras políticas erradas, sobre todo en el campo migratorio, lejos de coadyuvar a solucionar la crisis venezolana ha servido para que la cúpula en el poder en ese país se afirme aún más y se acelere la crisis migratoria que ha tenido un severo impacto en el Perú en donde hemos recibido más de un millón de venezolanos sin ningún tipo de política de inserción en la sociedad de acogida. El resultado de ello es que ha aumentado la informalidad y las conductas antisociales en nuestro país, además de la xenofobia en contra de los hermanos venezolanos.

Yo he sido embajador en Canadá, allá existe un aparato muy eficaz de inserción de los migrantes. Debemos replicar este esquema. En el Perú vemos la inmigración como un asunto meramente policial o de seguridad. Habría que crear un ente, un viceministerio dentro de Relaciones Exteriores que se ocupe de coordinar toda nuestra política migratoria.

—¿Pero no cree que debemos sentar una posición fuerte frente a un país autoritario?

El Perú fue el país que promovió la suscripción de la Carta Democrática. Y en esa medida tenemos un compromiso con la democracia y el Estado de Derecho en el hemisferio. Pero debemos entender que cualquier acción diplomática que promovamos debe pasar por involucrar a todos los actores; no podemos aislar a un régimen por más de que sea incompatible con nuestros valores. En tiempos de la Guerra Fría recuerdo el caso de Canadá en sus relaciones con Cuba. Canadá, pese a ser una sólida democracia, mantuvo siempre los lazos con el régimen de Castro, lo cual le valió críticas en algunos sectores. Pero la lógica canadiense era muy simple: “constructive engagement”, en otras palabras, no se puede cortar el canal diplomático más aún en un contexto en el que descartamos cualquier forma de uso de la fuerza. Además, no podemos ser más papistas que el Papa.

Si la oposición venezolana permanece dividida y sin un horizonte claro de cómo establecer una estrategia común para el retorno a la democracia, menos podemos hacer nosotros que tenemos nuestros propios problemas de gobernanza.

—Como uno de los diplomáticos que fueron cesados en 1992, ¿Qué es lo que más le preocuparía de un eventual gobierno de Keiko Fujimori?

Con relación a Keiko Fujimori, el cese no fue obra de ella, sino del gobierno de su padre. Keiko ha pedido disculpas por los errores cometidos por el fujimorismo y por ella misma con el rol de su bancada entre 2016 y 2019.  En la coyuntura en nos encontramos todo hace pensar que su actuación estará ajustada al Estado de Derecho si llega al poder. Entre quien entre va a tener que poner a la Cancillería en su real dimensión, dado que hace falta una puesta al día de nuestra diplomacia profesional para enfrentar los desafíos de hoy. Creo, además, que hemos aprendido la lección del 92: no se puede hacer ninguna reforma que se salte a la garrocha los derechos de los funcionarios de carrera.

—Dentro de Torre Tagle ha habido casos de maltrato laboral, algunos hablan de conspiraciones, incluso abuso de poder en torno al Vacunagate. En el corto plazo, ¿qué se debería reformar en la diplomacia más allá de la política exterior?

Entre cualquiera de los dos, será necesaria una suerte de Comisión de la Verdad para investigar lo que sucedió desde que Kuczynski entró al poder. Hemos tenido cuatro presidentes y diez ministros de Relaciones Exteriores. Es una situación incómoda para el ministerio. Con el caso Vacunagate se cumple que es la primera vez, a nivel latinoamericano, que un canciller (una canciller en este caso) es sancionado por el Congreso. Ha habido abusos, intrigas y faltas al debido proceso, como lo ocurrido con el ex embajador en Israel Fortunato Quesada, que CARETAS ha ventilado.

Como dije antes, hay que recuperar la meritocracia en Torre Tagle, probablemente estas situaciones son una expresión del deterioro institucional. No necesariamente nuestros mejores cuadros llegan a la cima de la carrera. Hay que desterrar las prácticas del amiguismo, las argollas, esa visión patrimonialista del Estado que, lamentablemente, también, como un virus, ha infectado a nuestra institución diplomática.

—Otro aspecto que ha denunciado en medios es que a un grupo de diplomáticos no se les ha pagado su CTS desde el cese en 1992, ¿cómo ha evolucionado este tema desde que hizo la denuncia pública?

Es lamentable. Junto a un grupo de funcionarios estamos yendo por la vía legal. La Cancillería, en el periodo del ex canciller López Chávarri, dio su opinión, incluso en la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso rechazando nuestra justa demanda. Tal actuación, a todas luces discriminatoria, es una expresión más del deterioro institucional que, lamentablemente, vuelve a poner en el tapete el abuso de 1992. Para nosotros, simbólicamente, es como si fuera un segundo cese. Pero estamos seguros de que en el ámbito judicial se pondrá coto a tal abuso. No hubiéramos querido recurrir a ello porque todo esto nos debilita como institución.

—La última vez que salió a los medios hablando de estos temas salieron una serie asociaciones de diplomáticos manifestándose en contra de lo que Ud. señaló, ¿Qué opina sobre esas declaraciones?

Que no conocen la profundidad de lo que le ha sucedido a un grupo de colegas y han seguido el compás de la propia administración del embajador López.  Pero no se puede tapar el sol con un dedo y al final la verdad se abre paso.

(*) Santiago Carranza-Vélez


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