Por Rocío Cano Guerinoni.-

Directora de ADR PERÚ – Law Firm Arbitraje

Contar con instituciones democráticas debidamente diseñadas es fundamental para la sostenibilidad de todo acuerdo negociado.

Tras esta nueva ola de interés en la democracia yace la convicción de que un gobierno democrático más que uno oligárquico o autoritario, ofrece mejores posibilidades para el manejo de los conflictos originados en profundas divisiones sociales. Se reconoce cada vez más el diseño de las instituciones políticas como un factor clave para la consolidación, estabilidad y perdurabilidad de la democracia.

La democracia es un sistema que permite la formulación, expresión y manejo sostenibles de los conflictos en una sociedad por medios institucionales, como los partidos políticos y parlamentos.

En sociedades divididas por motivos de identidad, la negociación política se ve favorecida en el marco de una democracia, debido a la existencia de instituciones políticas que protegen derechos individuales y colectivos, que ofrecen una significativa delegación de poder y que estimulan soluciones negociadas.

Sin embargo, para que la democracia sea válida y tenga sentido, estas reglas de juego deben tener un significado para los contendientes políticos que vaya más allá del mero reconocimiento formal de las mismas. Debe haber una consolidación democrática, es decir, que las prácticas democráticas lleguen a estar tan profundamente interiorizadas en los actores políticos que les resulte impensable actuar fuera de las reglas de juego institucionales.

Por ejemplo en el Perú no se ha podido consolidar, hasta ahora, un sistema de vida democrático que resguarde a los ciudadanos del amplio margen de discrecionalidad que hoy tienen funcionarios y entes privados en la toma de decisión sobre asuntos que afectan el interés público. Frente a la crisis de confianza de la sociedad en los mecanismos formales de control que ofrece el sistema, los medios de comunicación han llenado él vació recogiendo los reclamos que en otros países hubieran sido resueltos en la justicia o en otros ámbitos intermedios.

Asimismo, también existen ejemplos en los sistemas políticos basados en la distribución de poder, lo ideal es que la toma de decisiones se haga por consenso para evitar conflictos.

El poder compartido es visto como un método viable para evitar conflictos devastadores. Asimismo, se considera la distribución de poder como un mecanismo para poner fin a las guerras civiles y lograr acuerdos negociados e instituciones democráticas legitima.

Hay quienes sostienen que los gobiernos democráticos e inclusivos previenen los conflictos violentos, ya que de este modo las minorías no necesitan recurrir a la violencia para promover sus intereses.

A la hora de decidir que instituciones y prácticas de distribución de poder podrían funcionar, es preciso conocer a fondo el país en el cual estas se van a utilizar.

Para que funcione la democracia basada en la distribución de poder, debe haber “un grupo suficientemente sólido de moderados” lo que no es el caso, precisamente en esta coyuntura; que busque la coexistencia pragmática de los mismos en una sociedad multiétnica como es la peruana.

En teoría los sistemas de poder compartidos funcionan mejor si sé emplean como medida temporal para fomentar la confianza, antes de adoptar una democracia más convencional de concesiones mutuas.

Asimismo, muchos conflictos giran en torno al papel que el Estado desempeña en la sociedad, teniendo relación principalmente con su estructura y organización. Hay una rivalidad por el control del mismo, siendo esta lucha por el poder la causa de muchos conflictos, los cuales pueden evitarse o manejarse mediante la reestructuración del estado o la implantación de adecuadas políticas        .

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