*«Ventura Ccalamaqui». Retablo de Edilberto Jiménez Quispe (Ayacucho, Perú)

Mg Julio De Olarte Fernández
Comunicador para el Desarrollo – Docente Universitario

La situación política post Fujimori solo ha dividido y encrispado la ya problemática configuración social peruana, teniendo como colofón la elección de Pedro Castillo y sus claros vínculos con Sendero Luminoso a través de sus distintos brazos como el Modavef , Conare y afines, claramente demostrados.

De acuerdo al derrotero histórico cultural del Perú, puede esgrimirse el constante conflicto étnico regional aquilatado por distintas situaciones y acontecimientos a los largo de nuestra historia, configurando el escenario que actualmente podría desembocar en un acelerado proceso de crispación que a la postre podría radicalizarse teniendo como consecuencia la impronta de una Guerra Civil la cual podría dividirse en el norte del Perú versus el Sur, con sus subyacentes dicotomías: El norte capitalista, hispano hablante versus el sur comunista “quechuista” y/o “aymarista”, donde se evidencia la fractura que existe en distintas regiones – del norte y del sur – de nuestro País.

Según pensadores como José Carlos Mariátegui, Francisco García Calderón, Jorge Basadre, José de la Riva Agüero, Raúl Porras Barnechea quienes lograron plasmar sus estudios en un Perú post guerra con Chile, llegaron a la conclusión que nuestra vasta y compleja geografía, los distintos regionalismos y sus características étnico/culturales dificultan la cohesión como Nación. Estos estudiosos concluyeron que las pésimas decisiones de las élites políticas, corrupción inherente y no considerar a la educación como eje cohesionador para un crecimiento sostenido como Nación deberían ser priorizados.

Cien años después de este diagnóstico realizado por la conspicua generación de 1900, ha quedado evidenciado que estas luminarias tenían razón. El Perú en los distintos y sucesivos gobiernos que devinieron no consensuaron políticas públicas en la educación como eje cohesionador ni tener políticas económicas sociales a largo plazo, lo que indefectiblemente ha exacerbado los ánimos de un gran porcentaje de la población quienes exigen, justificadamente, una redistribución económica y social que pueda mejorar su calidad de vida.

La caída del fujimorismo acaecida a partir de setiembre del 2000 evidenció tangiblemente la corrupción in situ, no obstante, ésta es connatural a la historia republicana, manteniéndose vigente en los sucesivos gobiernos que le sucedieron (Toledo, García II, Humala, Kuczyinski, Vizcarra y Castillo) los cuales sublimaron en el fujimorismo sus propios actos de corrupción, aupado en medios de comunicación. Por otro lado, el aparato estatal de tendencia izquierdista que había sido organizado y estructurado en el Velascato, fue desmontado por Fujimori en un contexto donde el consenso de Washington (fines de la década de los 80 y primeros años de la década de los 90), primaba en la mayoría de países latinoamericanos (Menem en Argentina, Gaviria en Colombia , etc.) quienes abrieron su economía en un mundo que se estaba globalizando.

La captura de Abimael Guzmán en 1992 efectuada por el GEIN en el primer gobierno de Fujimori, logró consolidar la hegemonía de éste quien, no obstante, evidenció comportamientos autoritarios como el cierre del Congreso en 1992, aparte de privatizar sendas empresas públicas las cuales despidieron masivamente a miles de trabajadores, los cuales fueron indemnizados, no obstante, el discurso del antifujimorismo comenzó a gestarse.

La derecha peruana no existe, solo grupos empresariales mercantilistas divididos que no entendieron la real problemática social que es inherente en el Perú. Ello permitió a la izquierda organizarse y copar sistemáticamente las universidades, Ongs, colectivos y sindicatos (los cuales habían sido menguados durante el fujimorato) construyendo un discurso unilateral con un claro sesgo ideológico por casi 20 años, logrando con ello que un gran caudal de la población juvenil, cuyas edades fluctúan entre los 20 y 30 años defenestren más a Fujimori que el mismo Abimael Guzmán. A ello hay que agregar el sistemático y organizado trabajo en varias regiones del centro y sur del Perú que la organizada izquierda ha logrado tangibilizar en estas, casi dos décadas post Fujimori.

Por otro lado, el contexto internacional ha cambiado, variando el mapa geopolítico, dado que la mayoría de países latinoamericanos han virado hacia la izquierda, empoderando a ésta, coincidiendo con el auge y consolidación de China y Rusia, y el decaimiento del predominio norteamericano, configurando el escenario ideal para que muchos países en Latinoamérica aperture sus asambleas constituyentes y desechen políticas neoliberales en favor de regímenes estatistas y proteccionistas.

La situación en el Perú es compleja, dado que en esta última elección ha ganado la izquierda radical – no moderada- con claros vínculos con Sendero Luminoso, cuyas ideas totalitarias podrían solo incrementar el caótico escenario que actualmente vivimos, tensionando las relaciones interpersonales y regionales , incrementando más la crisis endémica que siempre tuvo nuestro País, según lo menciona la evidencia histórica.

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