POR: CHRISTIAN JOSE LUIS COYLA NINA

INTRODUCCIÓN

El análisis de los derechos humanos desde el enfoque de la ética, ha demostrado diversos factores y razones necesarias que han cambiado en el tiempo. Esto nos sirve para comprender los actuales comportamientos sociales que toleran o rechazan la denigración humana.

RACIONALIDAD Y SENTIMENTALISMO DE LOS DERECHOS HUMANOS

Al respecto RORTY(2000), nos comenta sobre los actos denigrantes realizados por los serbios a los musulmanes. Ellos no creen ser inhumanos, porque consideraron a los musulmanes como pseudohumanos y que sus acciones estaban limpiando el mundo. Ellos comprendieron que la línea límite entre humanos y animales no son entre los bípedos implumes y el resto, sino los límites son entre gente como los serbios, es decir, las personas que tienen sus mismas costumbres y comportamientos a quienes denominan casos paradigmáticos de la humanidad, y los que difieren mucho de ellos, a los que denominó los casos fronterizos (p. 220). Existen tres argumentos utilizados para tal comprensión, el primero es la distinción humano – animal, el segundo es la distinción entre adultos y niños, la tercera es no ser varón, la exclusión de la mujer. El autor indica que existe un sentimiento de rechazo social nuestro en el actuar de los torturadores y violadores serbios, y lo mismo sienten los serbios hacia sus víctimas musulmanas. Más no hacemos nada porque existe un sentimiento de tolerancia basado en entender que a diferencia de nosotros que vivimos en democracias seguras y ricas, los musulmanes están acostumbrados a que los violen y castren. Esta indiferencia que sentimos de los perdedores se mezcla con el rechazo que nos produce esa conducta de vencedores para dar un resultado sobre una actitud tolerante.

Existe una disputa entre Platón y Nietchze, según RORTY (2020) sobre los derechos humanos, el primero indica que “todos los bípedos implumes – incluso los estúpidos e infantiles, incluso las mujeres, incluso los que han sido sodomizados – tienen los mismos derechos inalienables. (p. 222)” y que tienen un ingrediente especial añadido. Mientras que, el segundo indica que todos los intentos de lograr que la gente deje de asesinarse, violarse y castrarse entre sí a la larga está condenado al fracaso, (…) somos el más sórdido y peligroso de los animales (p.222)”.

De tal forma que el tiempo nos demostró que comprender los derechos humanos desde un enfoque sentimental y racional nos ha guiado a cuestionarnos si reconocemos a otros humanos por nuestra misma especie o por si pueden razonar para distinguir el bien del mal. Definitivamente necesitamos jóvenes educados con una ética universal y del desarrollo para la cultura de los derechos humanos.

Annette Baier postula que pensemos en la confianza como noción fundamental mediante la expansión de la cultura de los derechos humanos como un progreso de los sentimientos. Es decir, que construyamos una educación sentimental que nos permita observar semejanzas entre nosotros y los que no son diferentes a nosotros para hacernos sentir que son seres humanos reales. Según RORTY (2020), Immanuel Kant cometió un error sobre la racionalidad, “quiso que el conocimiento de un yo profundo hiciera lo que sólo puede hacer la continua renovación y recreación del yo mediante la interacción con otros yoes tan diferentes a él como sea posible (p. 239)”.  Ahora bien, retomando el consejo de Baier, este se centra en la tarea del educador moral que se preocupa por un extraño, por una persona que no es de su sangre o cuyos hábitos le repele. Podemos decir que la mejor respuesta está basada en el sentimentalismo, en historias tristes y largas, que nos ofenden y que también nos hace conscientes porque en algún momento podría pasarnos a nosotros. También podemos decir que, Platón intervino en una época donde los filósofos tenían muchas limitaciones de información y debían responder a las dudas tal vez como esotéricos; y que mantenernos pensando como Kant, nos lleva a responder si yo tengo una obligación moral hacia la persona, este sentido de obligación que no ha logrado, ni logra obtener los resultados esperados de la cultura de los derechos humanos. Sin embargo, si reformulamos y deliberamos como Annete Baier nos damos cuenta que lo que nos ha hecho más humanos es comprender los sentimientos de historias tristes y denigrantes y en ocasiones ponernos en su lugar.

EL ABUSO DE LA MEMORIA

Por su parte, TODOROV (2000) nos habla sobre la memoria, como ella ha sido amenazada y ha repercutido en los regímenes totalitarios. Las tiranías se apropiaron de la memoria para controlar los registros, suprimir huellas históricas, maquillarlas o transformarlas para evitar malos recuerdos. Sin embargo, supervivieron los relatos orales y la poesía de la historia. Éstos regímenes han tratado de ocultar actos de esclavitud inhumana que sus enemigos finalmente lograron publicar al mundo para salvar vidas humanas, que físicamente ya estaban perdidas. Pero que dignamente recuperaron su identidad y humanidad ante tal difusión (p.11 -13). Por eso, la reconstrucción del pasado es una oposición al poder, tenemos el derecho a saber y dar a conocer nuestra historia. Derechos los cuales fueron arrogados y subordinados por los intereses de los Hitlerianos y Estalinistas sobre qué es el pasado. Pero también existe un cuestionamiento adicional: la ley no puede controlar la historia, el poder público no puede prohibirlo o permitirlo, su garantía de conocer la historia es fundamental y natural.

Según TODOROV (2000) existen dos procesos para la memoria, recuperar el pasado y su utilización subsiguiente. Sin embargo, el pasado y el recuerdo no tienen la misma función en sociedades con educación y sin educación. Por ello, el autor analizó la memoria en diferentes esferas que componen nuestra vida social: la tradición, la ciencia, el arte y la cultura. Los cuales desencadenan una disputa entre la memoria y la originalidad o creación (p. 17 – 22).

Utilizamos la memoria para apartar aquellos recuerdos reprochables, los conducimos a un espacio inofensivo para tomar el control sobre ellos. Y es que admitir el pasado nos sirve para atenuar el dolor del presente y para utilizar facultativamente el derecho al olvido. Un claro ejemplo ha sido denominado por Américo Vespuccio cuando explica sobre la pugna de los indígenas en América: “Ellos no luchan ni por el poder ni por extender su territorio ni impulsados por algún otro deseo irracional, sino a raíz de un odio antiguo, alojado en ellos desde hace largo tiempo (TODOROV, 2000, p. 26)”. Claramente se observa un abuso de la memoria entre indígenas que los conduce a la violación inhumana de los derechos fundamentales. Lo mismo ocurrió con los serbios hacia los musulmanes, o los católicos nacionalistas del Norte de Irlanda en su voluntad de no olvidar y no perdonar.

Por ello, TODOROV (2000) nos enseña a utilizar criterios para una buena elección con diversos ejemplos que se sustentan sobre la memoria literal, que convierte en insuperable los hechos del pasado que dominan nuestro presente; y la memoria ejemplar, que permite utilizar el pasado con vistas al presente para aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas o para luchar contra las que se producen ahora de forma colectiva (p. 32). Conocer la verdad del pasado tiene un juicio de valores, no basta hacer la investigación de la verdad sin preocuparse de ningún interés, sino debemos comprender que el trabajo del investigador o historiador es establecer hechos y elegir los más destacados o importantes que otros para relacionarlos e identificar sus semejanzas o diferencias en búsqueda del bien (p. 49). Existe un culto a la memoria y encontramos una razón que permite representar el pasado de forma constitutiva no solo de la identidad individual sino también de la colectiva. Otra razón para preocuparnos por el pasado es que nos permite desentender el presente e ignorar las amenazas actuales. Una última razón de este culto es que sus practicantes obtienen algunos privilegios en la sociedad. Y es que utilizan los antepasados para representar aquella victimización, pero ningún practicante quiere ser en carne propia esa víctima sino sólo desean haberlo sido sin vivirlo. Esto nos lleva a entender que la sociedad reconoce en los grupos e individuos representantes de antepasados, “derechos”. “Que cuanto mayor fuese el daño en el pasado, mayores serán los derechos en el presente (TODOROV, 2000, p. 54)”. Y consecuentemente la obtención de algunos privilegios por pertenecer al grupo menos favorecido.

En conclusión, según el autor la mejor manera de utilizar la memoria para los derechos humanos, no está en conmemorarlos y vivir debajo de los recuerdos del pasado, sino en reflexionar el presente con las lecciones ocurridas para combatir los crímenes, en otras palabras, poner la memoria y el olvido al servicio de la justicia.

LA VIDA ÉTICA PARA LOS DERECHOS HUMANOS

LERNER (2007) comenta que la conciencia y la integridad física de las personas ahora poseen un gran valor. Esto no significa que el mundo haya dejado de ser violento, sino que hoy la sociedad concibe a la violencia como ilegítima en los estados democráticos. Existen algunas sociedades democráticas con sentido de bien común pero también existen otras realidades sociales donde tenemos un trabajo pendiente en la protección de los derechos humanos y su interacción e interiorización con la gente (p. 177 – 178). Encontramos una oportunidad en reescribir la historia, luego de mirar el pasado. Por ello, utilizar una memoria para rescatar principios éticos y cívicos puede ser una motivación principal para transitar hacia una democracia que reconozca plenamente al ser humano y garantice su capacidad de vivir dignamente. Pero, cómo ser civilizado y no un bárbaro, el autor responde que se debe comprender a las personas como humanas y no como máquinas para conseguir poder político, económico u otra índole, es decir, reitero debemos concebir el concepto de una vida dignamente humana. Lo que acompaña también el hecho que los derechos humanos de segunda, tercera y cuarta generación (bienestar social, la educación, la salud pública, etc.) deben ser reclamados con la misma fuerza jurídica que los de primera generación. Esto nos lleva a pensar que el Estado debe transitar de un modelo de gobierno de “abstención” hacia un modelo de “acción” que comienza por el respeto a los demás en su integridad física, creencia, opinión, tránsito, etc., y también su cultura activa. “Una cultura es una forma de estar en el mundo y, más precisamente, de estar con los demás en el mundo. Y por ello una pulsión de solidaridad (…) constituye la esfera mayor dentro de la cual los derechos humanos pueden tener una existencia más segura y significativa para todos. (LERNER, 2000, p. 181)”.

Cierto también es que durante las épocas de destrucción en América Latina estuvo la indiferencia arraigada a la vida cotidiana con un consuelo egoísta de no dañar ni ser dañados para mantener un errado concepto de la vida ética.

Lo más importante según Lerner, es convertir ese respeto en solidaridad. Lo asumimos como un desafío pues debemos construir una democracia equitativa o en otras palabras sobre las bases de la igualdad. Pero también es importarte mencionar las instancias de participación de la sociedad civil, quienes son corresponsables en la defensa y protección de los derechos humanos y deben tener un espacio formal de actuación en el nuevo sistema jurídico y político internacional. Ello en vista de las debilidades de administración del Estado, con su “lógica de estado”, que es una excusa para no hacer justicia oportuna, y esto puede argumentar un atropello de los derechos fundamentales de las personas que se someten a conveniencias y oportunidades externas. Ese gesto de abstención no garantiza su respeto y dignidad de los derechos humanos, más sino manifestar su afirmación contundente.

Para concluir, se debe tener presente un paralelismo que configura una suerte de camino ético social, un camino del recuerdo, del reconocimiento y de la acción de los derechos humanos, no solamente de un grupo de derechos primordiales (primera generación) sino de todos los derechos humanos que nos ayuden a ser democráticos y justos. Esta defensa es tarea de todos para el bien común, que se constituye en la existencia y la libertad, sobre todo del menos favorecido, “ese otro que es sobre todo el desvalido: el huérfano, la viuda y el peregrino, en suma, los sufrientes hombres y mujeres humildes de quienes no se habla porque han sido arrojados al reino de la in-significancia. (LERNER, 2000, pág. 183)”.

LA ILUSIÓN DEL DESTINO

Por su parte, SEN (2007) nos habla sobre la identidad y violencia. Señala que la identidad no solo puede ser fuente de orgullo y alegría, sino también de fuerza y confianza, que incluso puede matar desenfrenadamente (p. 23). La violencia se promueve cuando imponemos identidades singulares en personas creyentes, especialmente en terror. Pero el sentido de identidad contribuye a mejorar la calidez y firmeza de nuestras relaciones sociales con nuestros grupos humanos. Identificarse con los demás en la misma comunidad puede permitir que la vida de todos sea mucho mejor socialmente. Y el don de la inclusión también puede ir de la mano de la exclusión, lo cual genera violencia vinculada a los conflictos de identidad. Por ello, la identidad puede ser fuente de violencia y terror, cuando la fuerza de una identidad combativa compite con otra para desafiar sus atributos humanos. Esto conduce a clasificar a las personas y establecer un reconocimiento de la pluralidad de nuestras identidades y sus diversidades, junto a la necesidad de ver cuál es el papel de la elección para determinar la importancia de éstas. De hecho, las elecciones siempre las tenemos que hacer dentro de los límites de lo posible, es decir, las alternativas que tenemos. Pero, cómo convencer a los demás si ni siquiera somos conscientes de cómo nos identifican los demás, incluso pueden vernos de un modo diferente de nuestra autopercepción. “Los intentos de cambiar las identidades percibidas como propias han sido responsables de muchas atrocidades en el mundo (SEN, 2007, p. 32)”. Por ello, es muy importante la necesidad de reflexionar la utilización conjunta del razonamiento y la elección sobre la identidad. Esto nos guía a comprender un supuesto de elección de nuestro “descubrimiento” de identidad que no surge de una decisión razonada.

Samuel Huntington ha publicado un libro polémico, sobre la tesis de un “choque de civilizaciones” que se sustenta en el poder de una única categorización que denomina y contrasta a las civilizaciones occidental, islámica, hindú, budista y otras. Sin embargo, Sen cuestiona tal tesis cuando señala relevancia “única” de clasificación singular porque brinda una percepción borrosa de la historia sobre la magnitud de las diversidades internas de las civilizaciones y su alcance e influencia de interacciones intelectuales o materiales con otras. También la clasificación religiosa o por civilizaciones puede ser una fuente de distorsión, un ejemplo sucedió con el: “Teniente General de los Estados Unidos, William Boykim, cuando describe su batalla con los musulmanes con una tosquedad pasmosa: Sabía que mi Dios era más grande que el de ellos, y que el Dios cristiano era un Dios real, y [el de los musulmanes] era un ídolo (SEN, 2007, p. 38).”

Por otra parte, comprendemos la identidad de forma positiva y constructiva cuando las personas comparten un relato y un sentido de filiación sustentado en la historia. Sin embargo, también existe una gran variedad de categorías a las que pertenecemos a la misma vez.  Integrarnos a cada uno de estos grupos de pertenencia es importante, tenemos que identificar la importancia de nuestras identidades con dos criterios: el primero, es reconocer que las identidades son plurales y no siempre se eliminan entre sí; el segundo, una persona decide la importancia relativa que dará a cada identidad en esta competencia prioritaria. Existen también dos tipos de reduccionismo para identificarnos con los demás de una forma menos compleja: la indiferencia hacia la identidad, que consiste en ignorar o negar la influencia de cualquier sentido de identidad con otros considerando nuestros valores y comportamientos; y la filiación singular, que nos hace suponer que cualquier persona pertenece a una sola colectividad. También podemos diferenciar en identidades opuestas y no opuestas, en la primera existe cierta oposición entre los grupos diferentes dentro de la misma categoría y tienen diferencias también en sus identidades asociadas; en el segundo caso no existe una disputa territorial a la pertenencia, pero pueden competir entre sí para obtener atención y prioridad. SEN (2007), relata que la identidad basada en la propia comunidad, tiende a ver nuestra inclusión a una comunidad como una extensión del yo (p. 60). En algunas versiones del pensamiento comunitario se cree que la identidad con la comunidad debe ser la identidad principal o dominante que tiene una persona. Al respecto existen dos lineamientos para comprenderlo: la primera se sustenta en que las personas no tienen acceso a otro concepto de identidad independiente de la comunidad, por lo que su origen social determina los patrones de razonamiento y ética que tiene a su disposición; la segunda afirma que la identidad es un descubrimiento y al compararla con otras de todas formas sería considerada fundamental e importante. El distanciamiento ocasionado sirve para un propósito político sobre las costumbres y tradiciones cuando nos referimos al trato desigual de las mujeres o la imposición de castigos inhumanos que pasan como convencionales culturalmente. Considero que hay un punto central de discusión en relación a los derechos humanos, el respeto a la identidad y el respeto a la dignidad humana desde la percepción ética con enfoque cultural. ¿La identidad comunitaria podría determinar totalitariamente nuestra elección?  ¿Somos conscientes y capaces para poder elegir éticamente pensando también en el respeto a los valores y comportamiento de nuestra cultura? SEN (2007) nos dice, que, aunque ciertas actitudes y creencias culturales básicas ejerzan influencia sobre la naturaleza, no pueden determinarla por completo. La influencia no es lo mismo que determinación total y las elecciones siguen siendo posibles a pesar de la existencia de las influencias culturales (p. 63). ¿Y saber quiénes somos? Somos lo que la comunidad describe que somos a través del apego que descubrimos y que constituye en nuestra identidad. Pero “aun cuando la persona descubra algo muy importante acerca de sí misma. Sigue habiendo temas de elección que deben enfrentarse. (…) La vida no es meramente el destino. (SEN, 2007, p. 68)”

REFLEXIONES SOBRE CULTURA Y ÉTICA

Fidel Tubino, cuenta que la identidad es un auto concepto que tenemos a nuestra propia imagen. La identidad tiene que ver con la forma en que nos vinculamos con nosotros mismos y construimos a través de las interacciones con otros, mediante una percepción de reconocimiento o de menosprecio. Las relaciones de reconocimiento son aquellas que desarrollan las capacidades de las personas y las relaciones de menosprecio son las que nos bloquean e impiden exteriorizar nuestras capacidades, por lo que, no podemos desarrollarlas. Por su parte, el reconocimiento nos permite realizarnos como seres humanos que somos. Utilizamos una “auto relación” que guía comprender las dimensiones del conocimiento y de la práctica del ser humano. Es decir, tengo una imagen propia y tengo otras también que son significativas, que me sirven para mi narrativa o mi relato. Puedo comentar mi historia en la que me doy a conocer y comparto también otros significativos míos, que puedo describirlos, es decir, que los puedo elegir. Esta identidad la construimos desde un ethos, en otras palabras, desde una cultura y que a través de sus valoraciones nos permite elegir hábitos, un modelo de vida, un concepto de lo que es justo entre como son las cosas y como deberían ser. Este “modelo de felicidad que muchas veces entra en conflicto con el “deber ser” de las instituciones de la sociedad civil y del Estado. Generalmente cuando entran en conflicto tiene más fuerza la cultura – el ethos – porque está más arraigada (TUBINO, 2008, p. 195)”.

Kholberg crea un test para medir el juicio moral y no el comportamiento, que atraviesa tres estadíos: el primero es el pre-convencional, donde lo bueno y lo malo se relacionan con lo que gusta y disgusta para nosotros; el segundo es la moral convencional, que es el juicio moral basado en normas y realizado por otras personas con autoridad sobre nosotros para generarnos una conciencia moral. Esto nos permite por primera vez salir de sí mismos y aprender a compartir según nuestra conveniencia de una forma utilitaria para negociar o puede ser también de una forma empática que nos permita ponernos en el lugar del otro; el tercero es el post-convencional, es el nivel más alto de la conciencia moral que posibilita la universalización de los comportamientos de una sociedad o de un grupo, queda claro que no todo es universalizable. A mi juicio no es tan fácil cambiar esa cultura porque la moral convencional de la costumbre rige esos hábitos y conductas que les dice a las personas cuando está mal o está bien lo que hace. Cuando nos referimos a estas comunidades indígenas que reducen el papel de la mujer o practican castigos denigrantes para la humanidad, según TUBINO (2008) el trabajo radica en transitar a instituciones basadas en un trato digno y justo para toda la comunidad (p. 200).

LA ÉTICA EN UN MUNDO DE EXTRAÑOS

Kwame Appiah nos comenta sobre el cosmopolitismo, un paradigma filosófico que puede servirnos de guía a la comunidad global, sobre todo en estos tiempos de conflictos sociales por las condiciones humanas en los aspectos económico, político y cultural. Existen tres nociones para comprender la “ciudadanía global”: lo primero es que no necesitamos un gobierno mundial único, pero podemos considerarnos conciudadanos; en segundo lugar, debemos preocuparnos por la suerte de todos los seres humanos de nuestra sociedad y de otras sociedades; y, por último, que, a través de las conversaciones con otros, podemos avanzar en ambas direcciones y aprender además de enseñar. Este interés global por la humanidad sin el deseo de un gobierno mundial nos hace reconocer el valor de las diferentes formas humanas, las comunidades diversas que tienen derecho a vivir de acuerdo a sus propias normas porque las personas pueden prosperar de muchas formas en diferentes sociedades. Para concretar esta ciudadanía se requieren dos condiciones: conocer de la existencia de otros ciudadanos y poder influir sobre ellos. Por ejemplo, las sociedades del mundo pueden compartir experiencias beneficiosas para la construcción de un estado modelo, como también pudieron transmitir maliciosamente o por descuido enfermedades virales como el COVID – 19. Estas interacciones dialogantes y retroalimentadas multiplican las posibilidades beneficiosas como perjudiciales. Pero desde la perspectiva cosmopolita tenemos responsabilidades morales hacia las personas al momento de influirnos, en especial por la diversidad cultural. En el caso que una cultura viole derechos humanos de las personas, el cosmopolita no tiene por qué tolerarla. En la tradición del cosmopolitismo se utiliza el concepto falibilista, ósea una persona que sabe que no está libre de equivocarse en su juicio de elección y su propósito es aprender además de enseñar, escuchar y hablar. Esta preocupación por la existencia humana nos conduce a poner en relieve la universalidad con atención en el respeto de la diversidad. Existen también contra-cosmopolitas que creen que hay una sola manera correcta de vivir, como por ejemplo Osama Bin Laden, quien, a través de un mensaje al pueblo estadounidense en el año 2002, pretendió imponer su identidad islamita y pisotear sus diferencias si no se unían a él. Por el contrario, los cosmopolitas creen que “la tolerancia implica interactuar sobre la base del respeto con quienes perciben el mundo de otra manera (APPIAH, 2008, p. 36)”. En conclusión, podemos entender el cosmopolitismo como un temperamento para el respeto y lucha de los derechos humanos, y en especial, en beneficio de las diversidades sociales para el ciudadano del mundo.

UN PERMANENTE PROBLEMA ÉTICO DEL DESARROLLO

Ahora mismo, un problema de desarrollo en el Perú son las extremas desigualdades sociales que se develaron más aún por los efectos de la pandemia del COVID – 19. En especial centro mi atención en aquellas comunidades urbanas y rurales en situación de pobreza e indigencia que por sus condiciones económicas y sociales limitadas murieron en sus domicilios, en la calle o fuera de los hospitales. Fueron excluidos del bienestar social con la imposición de los aislamientos sociales obligatorios durante el año 2020 a nivel nacional que nunca funcionaron para ellos que vivían del día a día, cuya dignidad estaba subyugada a sus condiciones económicas escasas. Estas comunidades vulnerables tenían una cultura de vida informal, compartían “una clasificación particular puede generar un razonable sentido de identidad de acuerdo con las circunstancias sociales (SEN, 2007, p. 53)” y por ello sentían esa “indignación que tiene el ser humano cuando atropellan sus derechos fundamentales (TUBINO, 2008, pág. 186)”. Estas razones básicas les justificaban para que ellos no acaten los aislamientos sociales obligatorios y por ello reitero que las disposiciones gubernamentales ejercidas en aquel momento no fueron la mejor alternativa, por el contrario, ampliaron más las brechas sociales. Tuvieron que pasar seis meses para suspender la cuarentena nacional y utilizar la memoria ejemplar para elegir otras alternativas coherentes, surgidas de las lecciones del recuerdo y el olvido.

Ahora, queda pendiente en nosotros, ciudadanos y ciudadanas, la tarea individual y colectiva de asumir la ética del desarrollo para el verdadero accionar los derechos humanos.

REFERENCIAS

Appiah, K. (2008). Mi cosmopolitismo. Katz Editores

Lerner, S. (2007). Ética y derechos humanos. En F. T. y M.G. eds, Debates de la ética contemporánea. (p. 177-183). Pontificia Universidad Católica del Perú.

Rorty, R. (2000). Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo. Verdad y progreso. (p. 219-242). Paidós.

Sen, A. (2007). Cómo comprender la identidad. Identidad y violencia. (p. 43–68). Katz Editores.

Sen, A. (2007). La violencia de la ilusión. Identidad y violencia. (p. 23–41). Katz Editores.

Todorov, T. (2000). La memoria amenazada. Los abusos de la memoria. (p. 11-61). Paidós.

Tubino, F. (2008). Ética y diversidad cultural. En O. E. ed, Cartas de navegación. Reflexiones sobre cultura, ética y política en el Perú. (p. 177-201). Fondo Editorial UARM.

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