JULIO HERRERA

DIRECTOR DE PORTADA
HISPANA

El nuevo Presidente del Consejo de Ministros (PCM) Aníbal Torres no resultó ser el líder de ancha base política que Pedro Castillo anunció para el nuevo gabinete pues se caracteriza por su naturaleza no dialogante y su actitud de dura oposición a la corrupción pública desde su rol profesional como abogado, docente y catedrática. Su poca y muy reciente experiencia en política pública lo limita para las funciones que acaba de asumir en estos precisos momentos en que la crisis de gobernabilidad sigue llevando al país en picada hacia la inestabilidad y la inelegibilidad, que es cuando el Perú necesita un premier que sea un verdadero operador político sin bandera ni color ni camiseta política, que piense sólo en el Perú y en los peruanos como Nación, no como parcialidades. Pero Pedro Castillo vuelve a reincidir en el error nombrando a uno de los protagonistas de la polarización política del país, un catedrático y honorable hombre de leyes, que, sin embargo, debido a su trayectoria comprometida con una posición moral -por lo más aplaudible, destacable y digna de mencionar como ejemplo- en vez de apagar el incendio va a echar más leña al fuego.

El fracaso de este gobierno, y no de la crisis ni de la decadencia que arrastramos como cadenas en nuestro año del Bicentenario, tiene origen al final de la primera vuelta del 2021 cuando ningún peruano tuvo el valor de denunciar el fraude que llevó a la segunda vuelta a Castillo y Keiko Fujimori: Las fuerzas que representan el enfrentamiento y polarización interna de nuestro Perú. De entre todas las permutaciones posibles entre los 18 candidatos presidenciales, la segunda vuelta entre Castillo y Fujimori era la peor de todas porque marcaba el recrudecimiento y radicalización de la crisis que se originó con el caso Lava Jato pero que es parte de la decadencia que sufre esta República fallida y en 200 años derrotada en todo sentido.

Ahora el presidente Castillo parece querer que este gabinete sea nuevamente vapuleado por el Congreso para tener el pretexto para cerrarlo y gobernar con el riesgo de que todos los peruanos nos quedemos mirando sorprendidos con la boca abierta cómo Cerrón y sus camaradas dan un golpe a la democracia.

Por otro lado, el 80% de la población peruana, rural, campesina, y de ancestros quechua o aymaras no van a darse por entendidos de lo que significa un cierre del Congreso con el poder en manos de una agrupación de izquierda radical. Por el contrario, teniendo como circunstancia previa la crisis económica generada por la pandemia, apoyarán y aplaudirán la medida.

Tan sólo el otro 20% o quizá menos de los peruanos reclamemos y advirtamos el riesgo de que el Perú esté siguiendo los mismos pasos  que la Venezuela de Nicolás Maduro.

El nombramiento del nuevo Ministro de Salud, Hernán Condori, cuestionado por corrupción y del entorno de Vladimir Cerrón, es sin duda otra provocación para acelerar la negación del voto de confianza al gabinete Torres y el subsecuente cierre del Congreso.

El nombramiento del gabinete que preside Aníbal Torres condena al país a una loca carrera por la vacancia presidencial o el cierre del Congreso. Le echan más leña al fuego.

Todo esto es consecuencia de la mala educación pública y de los vicios del Magisterio peruano, donde se educa a los niños  sin cultura ni conciencia política, sin  crítica y  ni análisis, reflejo de que en razonamiento verbal y razonamiento matemático somos el último país en América del Sur según los exámenes de estándar internacional.

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