POR JULIO HERRERA

DIRECTOR DE PORTADA HISPANA

La actual crisis política que atraviesa el Perú desde la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski, caracterizada por la inestabilidad e ingobernabilidad y que ha tenido su más reciente episodio en la caída del gabinete presidido por Mirtha Vásquez, es motivo de reflexión acerca de la falta de líderes políticos capaces de asumir la responsabilidad de un alto cargo público, algo que ya ha sido demasiado evidente en el gobierno de Pedro Castillo, quien ha tenido problemas para conformar su gabinete de ministros desde antes que asumiera la máxima magistratura.

La pregunta es: ¿Por qué no surgen nuevos  líderes políticos de alto y reconocido nivel? Debemos recordar que en cuanto a formación política y organización partidaria en el Perú existe un vacío de casi diez años que corresponden al periodo fujimorista  de los años noventa en los que la política estatal marginó a los principales partidos políticos para dar protagonismo al partido oficialista, el partido fujimorista, concentrando y copando  los tres poderes del Estado e inaugurando un modelo de pseudo democracia que luego se extendería a la Venezuela de Hugo Chávez, el Brasil de Lula da Silva, la Argentina de Néstor Kirchner y que hoy en día se sigue aplicando en la Nicaragua de Ortega.  Desde el final del gobierno de Fujimori en adelante todo fue una constante decadencia de los partidos políticos peruanos durante quince años hasta reventar con el caso Lava Jato y motivar la caída de tres presidentes consecutivamente: Kuczynski, Vizcarra y Merino, además de los juicios, procesos y encarcelamientos de todos los ex presidentes de la República.

Lo grave es que esta decadencia de la política peruana que empezó con la caída estrepitosa del gobierno de Fujimori se viene acelerando desde la crisis que se inicia con el destape del caso Lava Jato y la caída de PPK haciéndose cada vez más inclinado el declive, crisis en la que aún nos encontramos y a la que no vemos una salida ni en el corto ni el mediano plazo, pese a las opiniones entusiastas que ven con demagógica esperanza al nuevo gabinete presidido por Héctor Valer. En efecto, se sigue hablando de una vacancia del presidente Castillo por incapacidad moral.

En el estricto significado de la palabra “moral”, el concepto de “incapacidad moral” debiera  corresponder a la imposibilidad del gobernante para seguir asumiendo sus funciones de gobierno por tener que dedicar más tiempo a defenderse de las acusaciones que se le imputan que a gobernar. Y esta condición de “incapacidad moral” que se le quiere atribuir a Pedro Castillo podría ser compartida también por los principales líderes políticos y ex presidentes del Perú, quienes se encuentran procesados por la justicia.

En esta larga decadencia de la política nacional, estamos presenciando cómo en pleno Bicentenario, la crisis ha llegado muy profundo hasta la base social misma proveniente de las altas esferas del poder. La decadencia y corrupción de la política nacional que se inició en los años 1990 no se pudo detener y todo parece prever que continuará.

A los juicios y procesos relacionados al caso Lava Jato y a otros casos de corrupción que han llevado al colapso a los más importantes partidos políticos, debemos sumar la crisis de ingobernabilidad y de representatividad que se hizo visible desde la caída de Vizcarra y Merino, y que con Castillo se ha hecho más evidente aún. Pero la falla en el sistema, el error de diseño, ha llevado esta crisis a todos los niveles de nuestra organización política, y hoy podemos ver cómo la crisis de institucionalidad se extiende también a: la Policía Nacional, el Colegio de Abogados de Lima CAL, la SUNEDU, la  PCM, la Presidencia de la República, los Gobiernos Regionales y Gobiernos Locales, Petroperú, etc., etc.

En estas condiciones, con una moral corroída por la corrupción no sólo en las altas esferas del poder sino en la misma base de la organización social y política, no es posible que aparezcan nuevos líderes políticos legítimos y representativos.

Algo que ha quedado patéticamente demostrado una y otra vez con cada proceso electoral celebrado en el Perú en los últimos 20 años es que el pueblo peruano no sabe votar y que en consecuencia elige al candidato erróneo: Todos los expresidentes bajo procesos judiciales por corrupción, 19 gobernadores regionales y un número mucho mayor de alcaldes presos. Una evidencia más de la carencia de líderes políticos capaces de ganar legitimidad y representatividad democráticamente. Cuando la corrupción de las altas esferas del poder ha llegado hasta la base social de la organización política del país entonces el mismo pueblo es susceptible a ser catalogado con el rótulo de “incapaz moral”, consecuencia de una decadencia en la que ya se educó y formó al menos a una generación de peruanos quienes ya ejercen su derecho democrático en las urnas.

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