Por Víctor Vásquez Villanueva

Director Ejecutivo de la Asociación Peruana de Granos y Cereales APEGRACE

El Perú es un territorio privilegiado por sus comparadas ventajas y beneficios agroclimáticos, confiriéndole una vasta biodiversidad como pocos países del mundo la tienen; sumado a ello, el riquísimo legado cultural y tecnológico en materia agropecuaria heredado de las culturas precolombinas e incas. Con esas oportunidades disponibles nos preguntarnos una vez más: ¿El Perú, está en capacidad para ser potencia mundial agroalimentaria?

La mejor demostración que el Perú si está en capacidad se ve reflejada al haberse convertido hoy en día en uno de los más importantes productores de frutas y hortalizas para el mundo, con un valor de las agro exportaciones de cerca de 9,200 millones de dólares (2021) con tendencia a seguir creciendo; así como se suman los casi 800 mil empleos generados con ingresos entre el 40 al 60 % de la remuneración promedio nacional. 

Estos logros cuantitativos se vienen cimentando en el aprovechamiento de miles hectáreas del desierto costero1 incorporadas a la producción agrícola a lo largo de estos últimos 25 años; posible tanto por las leyes promotoras para la inversión privada, como el respeto a la estabilidad jurídica, el rol proactivo y acompañante del Estado (SENASA) en la búsqueda de mercados y por la apertura económica-comercial del Estado. Dejando de lado las llamadas aperturas ideológica-política que fueron sugeridas por gobernantes y políticos partidarios.

El maíz amarillo duro: hacia una mirada diferente 

En los últimos once años mostró una caída constante en la producción, pasando de 5,1 % en el 2007 a 3,8 % en el 2018. Esa incongruencia se explica por al acelerado crecimiento del sector avícola relacionado a la dependencia externa de este insumo. 

La realidad es que la producción interna nunca ha estado en capacidad de abastecer la creciente demanda interna nacional.

Los Tratados de Libre Comercio – TLCs han tenido un impacto negativo. Mientras que en los últimos años la productividad agrícola maicera (rendimiento) ha tenido un crecimiento promedio del 1,4 % anual y la superficie cosechada del 1,6 %, los crecimientos no satisfacen la creciente demanda internas del subsector avícola, que mostró un crecimiento anual del 7,5%.

Falta de existencia de una política de Estado en materia agraria: Se debe entender que el continuar con la “seudo política agraria” es seguir condenando en la miseria a cientos de miles de productores maiceros, sobrecargando en costos a los consumidores.

Se requiere la re-conceptualización y reconfiguración productiva que esté sustentada en el análisis de nuestras privilegiadas oportunidades comparativas, desterrando aquel falso mito que dice “podemos y tenemos que autoabastecernos de maíz”.

Mirando la realidad

El maíz amarillo duro es un cultivo socialmente gravitante.

Los países que aportan grandes volúmenes en el mundo utilizan grandes extensiones (EE.UU., Argentina o Brasil); mientras en nuestro país el promedio de unidad productiva está entre 0,7 y 9 hectáreas. Esta gran desventaja explica el por qué no somos competitivos.

55 % de los insumos en el cultivo del maíz están dolarizados.

Se suma la prevalencia del comercio informal (venta en chacra) y de los intermediarios, como la baja influencia de los agricultores en la fijación de los precios.

Siendo el maíz amarillo duro un producto global (commoditie), el origen de las importaciones está muy relacionado a los acuerdos comerciales que el Perú mantiene.

Presencia dominante de agentes de intermediación en el comercio interno, de una industria avícola formalizada y usuaria mayoritaria de las importaciones, así como el sistema de franja de precios vigente: búsqueda de mecanismos más eficientes para alentar una productividad y consecuente competitividad real y sostenible del productor maicero en particular.

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