Por Yamid Limaylla Gonzales
Especialista en Políticas Públicas

En el Perú muy poco se conoce sobre las formas inductivas y menos aún del Nudge; sin embargo, en países con economías desarrolladas como Estados Unidos e Inglaterra se cuenta con oficinas denominadas “Unidad de Economía del Comportamiento” en las cuales se cuenta con un equipo multidisciplinario de investigación para el impacto económico y el uso de formas inductivas en especial de los Nudges; con el fin de mejorar las políticas públicas existentes e implementar nuevas de mayor impacto y sostenibilidad.

Reza una conocida frase que “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, ¿aplicará también para el país? Si revisamos nuestra historia nos daremos cuenta que, en lo que respecta a políticas públicas hemos ido, (al parecer) siempre en círculos, es decir, no se toman en cuenta las circunstancias, los resultados, ni las diversas brechas entre las diversas provincias y la capital; más bien lo que mayormente rige en sus creaciones es la coyuntura política por la que atraviesa el país en el momento en el que se dan dichas políticas; sin embargo, como podemos dar fe estas al ser creadas sin el debido planeamiento, ni con los profesionales correctos no son lo suficientemente buenas para poder llevar al país a mejorar el funcionamiento del sector público, estas políticas no logran solucionar los problemas de los ciudadanos y mucho menos son sostenibles en el tiempo.

Lo antes mencionado me lleva a reflexionar y desarrollar una investigación con el fin de encontrar alguna otra solución o método diseñando, implementando y evaluando políticas públicas para la mejora de la calidad de vida de cada ciudadano, y así lograr iniciarse como un país líder en la región, competitivo, sostenible, todo ello tomando diversos referentes tanto latinos como europeos. Para lograrlo, es oportuno tener claro el sentido de las políticas públicas actuales, sus deficiencias, campos de aplicación y resultados obtenidos, frente a la realidad nacional. Podremos, asimismo, ir verificando la importancia del Public Choice y el papel que juega en las mismas, tomando en cuenta nuevas aristas comúnmente no contempladas que; sin embargo, resultan necesarias y productivas para el planteamiento aquí realizado como son: lo sociocultural y lo económico conductual.

Ahora bien, el gobierno en sus tres niveles carece de impulso en la creación de iniciativas innovadoras y, más bien, prefieren seguir apostando por la creación o implementación de políticas públicas “racionales”, es decir, lo tradicional.
Uno de los mayores problemas que enfrentamos es el tratar de racionalizar todo, ello nos impide ver claramente diversas situaciones; y, si no tenemos un panorama amplio de determinadas situaciones ¿Cómo podríamos resolverlas?

Cuando el problema o la situación en conflicto se da entre dos personas (sean estas naturales o jurídicas), llegar a un acuerdo siempre será más fácil pues cada uno sabe cuánto y qué valor le asigna a lo que realmente le interesa, por tanto, ambas partes estarán dispuestas a obtener el mayor beneficio posible y ello traerá consigo una negociación. Sin embargo, cuando nos referimos a políticas públicas, el escenario es completamente diferente pues se trata de buscar una alternativa pensando en que ésta sea beneficiosa para una mayoría, la misma que no tiene directamente una participación en dicha selección o implementación de normas.

¿Cómo lograrlo? Para ello resulta necesario reunir las preferencias, es decir, cómo “pasar” o mejor dicho transitar de una a otra (preferencias individuales a las preferencias colectivas, a efectos de plasmarlas en políticas públicas), para ello encontramos apoyo en el Public Choice o la escuela de la elección pública, que nace bajo el planteamiento de respuesta a los “fallos del mercado”; sin embargo, en su desarrollo identifica “fallos políticos” y muestra al político como individuo, una visión que de cierta forma se había perdido mostrándolo como un actor racional por ende con intereses particulares y sociales como todos, el cual busca actuar con base en sus intereses.

Empero, la historia nos demuestra una y otra vez que sus intereses -los del político- no coinciden necesariamente con los de la comunidad. Debemos precisar y recordar que los políticos no son los únicos actores políticos, tenemos también a los ciudadanos, los grupos de interés, burócratas, entre otros. Los mismos que deberíamos ser contrapeso en esta balanza.

¿Qué es entonces la economía conductual? es la unión de dos disciplinas tan importantes como complementarias a la vez, la economía y la psicología, ambas unidas nos brindan respuestas mediante el estudio de cómo nuestra cotidianeidad con sus factores externos (sociales, psicológicos y cognitivos) nos afectan en la toma de decisiones económicas; trata de explicar el comportamiento respecto de sus finanzas y toma de decisiones en otros ámbitos, alejándose de la idea convencional de la economía tradicional, que es la suposición metodológica del individuo racional.

Esta “nueva economía”, luego de los estudios a diversos sujetos, define y aprovecha sus sesgos y heurísticas, convirtiéndolos en algunos patrones que nos hacen predecibles, con lo cual nos ayuda a tomar la mejor decisión y no lo deja sólo a la “racionalidad” que tenemos. Para ello utiliza las formas inductivas, una de ellas es el nudge. Es en el marco del derecho que surge el concepto de nudge.

Siendo literales al traducir el término en mención significa “empujar”; sin embargo, podemos definirlo (en términos coloquiales) en algo así como cuando vamos a una tienda para adquirir algún producto que deseamos (que quizá estemos dudando en comprar por el precio), y vemos de pronto una oferta de “último minuto”; esta “oferta” sería el empujoncito o la alerta que nos hará tomar la decisión de comprarlo e incluso corroborar si las condiciones que se nos ofrecen son las más favorables para nosotros.

La “teoría del empujoncito” (Sunstein, 2008), postulada por Sustein y Thaler se basa en la arquitectura de las decisiones antes mencionadas buscando influenciar de cierta manera en la realización de algunas cosas o en tomar la mejor elección frente a una determinada situación. Básicamente se busca ayudar a los ciudadanos a crear una estructura decisional, de manera tal que en un futuro sus decisiones (las tomadas por cuenta propia), sean las mejores, analizando sus incentivos, costos y beneficios. Queda entonces preguntarnos si ahora el gobierno estaría dispuesto a tomar en cuenta este “empujoncito” para diseñar mejores políticas públicas.

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