Por Keen Ferrer Quispe Mamani

Espero que con esto los peruanos que vendrán no cometan los errores de mis padres, de mis abuelos, ni tampoco los que llegué a cometer yo. El futuro son los niños y yo ya fui niño. No quiero que los problemas del tricentenario sean los mismos a los del bicentenario.
Quiero decir, no por nada Arguedas se suicidó, no por nada se eligió a Alan García dos veces, no por nada Fujimori le ganó a Vargas Llosa; y no por nada Keiko aún no llega a la presidencia.
Verás, la primera vez que me reconocí como peruano fue cuando me narraron el fatídico episodio de la “traición” de Felipillo en la captura a Atahualpa, mi yo de 7 años creció con la idea de que España debía devolvernos “nuestro oro”, a partir de ese momento tengo en la mente la idea de que soy peruano.
Entonces surge la cuestión: ¿Qué es ser peruano? Así como todo el que vive en la ciudad no es ciudadano (Pérez, 2021) ¿será que no todos los que nacen en el Perú son peruanos?
Entonces naturalmente uno se pregunta qué es el Perú, ¿sabía Don José de San Martín lo que era? ¿Lo saben los historiadores? ¿Los filósofos? ¿Los artistas? ¿Los científicos? ¿Los poetas? ¿Lo sabía Atahualpa cuando fue capturado? ¿Lo sabe Antauro? ¿Lo sabía Pizarro al fundar Lima? ¿Lo sabe Castillo? ¿Lo sabía el oráculo de Pachacámac? ¿Lo sabrá el presidente del Perú en el tricentenario? ¿Lo sabré yo acaso?
Entiendo que no observamos las atrocidades de este mundo porque hemos pasado mucho tiempo con ellas, tanto que hemos llegado al punto en el que el hecho de no tenerlas al lado nos resulta raro. Creemos que ya todo se sabe, que todo se ha descubierto, cuando en realidad los retos a los que nos enfrentamos son cada vez más grandes —es decir tan solo véase “la sexta extinción”—, es por eso que nunca antes fue tan necesario re-pensar las cosas.
¿Quién dijo pues que el Perú era rojo y blanco?
Analicemos nuestro lenguaje, ¿por qué decimos «¡viva el Perú!»? ¿Quiere decir esto que el Perú está muerto y que por tanto los peruanos también lo están? ¿Nos vemos como alguna especie de zombies? Lo mismo ocurre en: «¡Arriba el Perú!». ¿Quiere decir que el Perú está abajo? Si así fuese, ¿estar por encima nos haría verdaderamente mejores? ¿Debajo de precisamente qué nos encontramos? ¿Sobre exactamente qué queremos estar por encima?
¿Por qué decir «¡viva el Perú!» pues? ¿Por qué no decir mejor «¡vivan los peruanos!»? ¿No sería más lógico? ¿No es acaso el Perú justamente los peruanos?
Salta a la vista también el sentimiento de menosprecio al decirse comúnmente: “es que son primer mundo” —aludiendo a Europa—, o “es que somos tercer mundo” —aludiendo a nosotros—, es decir, de por sí nos vemos como los últimos; no obstante, cabe preguntarnos, ¿los últimos según quién? En otros casos se dice “es que estamos en Latinoamérica” refiriéndose a qué es “normal” que ocurran cosas como asesinatos, corrupción, mentiras, … Como si simplemente el hecho de nacer aquí nos hiciera de por sí estúpidos o criminales. Está también el hecho de que se refiera a Europa como: “el viejo mundo” y a América como: “el nuevo mundo”. ¿Quiere decir esto que Europa fue el primer continente en nacer? ¿Nosotros nacimos últimos? ¿Nos vemos como niños incapaces de hacer las cosas? Son demasiadas cosas en las que pensar.
Por otro lado, ¿por qué se cree que el hecho de que haya más empleos es bueno? Yo al contrario he de decir que me gustaría que hubieran menos, pues eso significaría que la gente tiene más tiempo para hacer cuanto desee, sé que se me argumentará que sin empleos la gente de qué vive; sin embargo, ¿necesariamente solo se puede obtener comida a través del dinero? ¿Solo uno puede estar bien a través del ejercicio del poder adquisitivo? ¿Por qué tenemos la idea de felicidad relacionada a la idea de solvencia económica? ¿Realmente uno necesita de dinero para vivir? ¿Por qué nos cuesta pensar que todos pueden obtener su propio alimento de la tierra? ¿Acaso así no se hizo antes? ¿No sería acaso suficiente tener tres comidas diarias, un lugar donde dormir y la libertad de desarrollar tus pasiones? ¿Por qué se relaciona la idea de trabajar duro con ganar mucho dinero? ¿Acaso uno no puede esforzarse por algo que vaya más allá de las monedas? Nos hemos enamorado de solo una forma de hacer las cosas, nos cuesta imaginar.
¿Por qué nos sentimos mal al tener baja nota en un examen si sabemos que no nos define? ¿Por qué creemos que solo seremos libres cuando tengamos dinero o una moto? ¿Por qué esperamos que alguien inicie las cosas para empezar a hacerlas? ¿Qué pasara si nadie las inicia? ¿Nunca ocurrirán las cosas? ¿Por qué aceptamos este tipo de moral? ¿Por qué aceptamos pensar de esta manera?
¿No se dan cuenta? Es triste que nos contemos historias que nos entorpezcan, es aún más triste que muchos ni siquiera las reconozcan, las palabras que utilizamos tienen el objetivo claro y determinado de hacernos sumisos, nos autodefinimos como incapaces, nos autolimitamos, nos reímos de nuestra pobreza creyendo que no podemos hacer nada por mejorar la situación, es como si nos odiáramos a nosotros mismos, nos cuesta pensar en mundos en los que podamos convivir —prueba de ella es la ciencia ficción actual—. Imposible salir de la tierra (Costamagna, 2016), imposible imaginar mundos en el que las cosas salgan bien, yo me digo ¿acaso no hemos llegado ya a la Luna? ¿No hemos ya destruido átomos? ¿Por qué entonces no podríamos convivir todos en paz? ¿Qué nos lo impediría?
Habrán pasado dos siglos ,pero la gente mantiene el mismo miedo en sus espíritus, lo demuestra el hecho de que todos quieran ser ricos y nadie quiera ser pobre, de que todos quieran ser perfectos y nadie imperfecto; de que sean pocos los que acepten sus errores. Hay la tendencia a ser solo una copia de la imitación de la emulación de otra copia más, ya ni se aspira a ser valiente, sino a tan solo parecerlo, y lo peor es que en este mundo eso es suficiente. Aquí todos corren con prisa; pero nadie sabe ciertamente hacia dónde . Ya ni se quieren las cosas que compran el dinero, sino el dinero en sí, se confunden los medios con los fines. No se quieren las cosas para mañana, sino para ayer; hay un miedo a usar el tiempo para disfrutar de los paisajes, de disfrutar simplemente el hecho de vivir, pues cuando uno hace ese tipo de cosas solo piensa en que está “perdiendo el tiempo”, como si al tiempo le preocupáramos, como si verdaderamente tuviéramos control de él.
Y es que el problema del miedo es que cuando uno lo siente ya no tiene espacio para pensar, ya no tiene ideas, sino impulsos, no le cabe en la cabeza reflexiones profundas, tiende a hacer lo más simple y fácil: violencia. Se des-espera, se vuelve fácil de engañar, un desquiciado.
Esa moral de esclavo nuestra en la que nos decimos que hemos perdido el juego aún sin haberlo jugado, donde no nos desahogamos, sino nos distraemos, intentamos escapar de la realidad, y a veces lo hacemos muy bien, con comida, con tiktoks, con mentiras, con series de Disney, con videojuegos; sin embargo, es solo eso, «escapar», no es una solución en sí, la realidad te agarra del cuello y te devuelve al piso. No se es pobre en capacidad, sino pobre en voluntad, en espíritu.
Nos hemos acostumbrado a la basura, hemos perdido la capacidad de sorprendernos, ¿A nadie le parece raro que se usen mujeres en posiciones obscenas para vender carros y cerveza? ¿Por qué cuando tenemos una reunión y estamos tarde les damos falsas esperanzas a las personas al decirles “ya estoy saliendo”, “ya estoy cerca”? ¿Qué nos cuesta decir la vedad? ¿Por qué nadie se extraña ante las aberrantes pirámides invertidas que tenemos de casa?¿Cómo puede ser posible que el segundo piso sea más grande que el primero?¿Si sabemos que esos edificios no son para nada seguros no? ¿Por qué ya ni miramos a los ojos a los ambulantes, a los mendigos? ¿Por qué normalizamos la pobreza?
Hay una degradación moral, una crisis de valores, una crisis en nuestra capacidad de confiar en nosotros mismos, hay, me temo, una lógica masoquista en el hacer las cosas.
Siento que mi perplejidad ante el tiempo y espacio que me tocó vivir se resume muy bien en la siguiente frase: «Si el Perú es frágil, ¿qué es mi corazón?»

Referencias
Costamagna, A. (2016). Imposible salir de la tierra. Lima: Estruendomudo.
Pérez, O. (07 de Agosto de 2021). Omar Pérez (Cuba). Recuperado el 7 de Agosto de 2022, de Festival Internacional de Poesía de Medellín: https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/76/perez1.htm

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