Foto: Aidesep – Katya Zevallos

Por Julio Herrera
Director de Portada Hispana

El indigenismo en el Perú, desde la perspectiva del descubrimiento de la cultura, facilita una aproximación teórica a la historia. Los primeros trabajos y descripciones de Bartolomé de las Casas y de Huamán Poma de Ayala, por ejemplo,  son discursos elaborados desde una perspectiva que más allá de origen, cualidad y cultura del autor, presenta una visión que persigue fines y objetivos diferentes a los intereses predominantes en la relación colonial. En ese sentido, para la Historia, al crearse el Virreinato del Perú, la metrópoli española favoreció políticas de protección a las casas reales americanas, del Perú y México, en un nivel simbólico y en un nivel práctico, político y social. Sin embargo, otros grupos sociales fueron susceptibles a las políticas de evangelización, extirpación, reducción y tributo.[1]  Las rebeliones de Juan Santos Atahualpa y de Túpac Amaru II superarían en extensión el actual territorio de la República del Perú.

En la literatura republicana del siglo XIX, la corriente romanticista se confunde con la reproducción del realismo y se producen las primeras novelas de corte indigenista o indianista, como por ejemplo “Aves sin nido” de Clorinda Matto de Turner.  

En siglo XX, desde la perspectiva de la teoría comunista, J. C. Mariátegui relaciona directamente la cualidad  étnica a la cualidad de clase de los pueblos nativos del Perú. Desde una perspectiva culturalista V. R. Haya de la Torre propone la teoría de la Indoamérica. Desde el punto de vista de la historia, son las teorías de Julio César Tello  las que llevarían al campo multidisciplinario de la medicina y la arqueología las hipótesis planteadas por otros autores culturalistas sobre el origen de la cultura peruana.

Hacia la mitad del siglo XX en tiempos de post-guerra, la expansión de la cultura norteamericana buscaba establecer relaciones de interdependencia con los pueblos y sociedades dentro del hemisferio de su influencia. Las teorías culturalistas norteamericanas sirvieron entonces de herramientas para objetivizar la realidad de las sociedades ubicadas en la cordillera de los andes sobre la base de los estudios previos de, principalmente la escuela sociológica del Cusco, las publicaciones de Luis E. Varcárcel,  Alberto Giesecke, José U. García y los aportes de la tradición de Enrique López Albújar y Abelardo Gamarra, continuada después por  Ciro Alegría y J. M. Arguedas, quien precisamente funda el departamento de antropología en la universidad de San Marcos.

Dentro de las diferentes posiciones de esta corriente, podemos decir que L. Valcárcel, al igual que H. Castro Pozo y J.C. Mariátegui, presentan la solución al problema desde la perspectiva de la propiedad de la tierra, Mariátegui desde una perspectiva económica, Castro Pozo desde una perspectiva social jurídica y Valcárcel desde la visión culturalista que identifica el mundo andino con lo quechua, desde el papel de la organización social en la relación con la producción agrícola, el ayllu y la tierra, y en esta postura Luis Valcárcel se aproxima más a H. Castro Pozo antes que José U. García, para quien lo cultural es abordado desde la visión del mestizaje: lo étnico y la transculturización, como producto del mestizaje, son lo más importante[2]. En José U. García las categorías  étnicas dejan de serlo para adoptar cualidades culturales, rasgos o características que les son atribuidas  como propias.

Con el proyecto Vicos en los años 60, la antropología peruana obtiene oficialmente reconocimiento científico. Los intentos por introducir cambios culturales en la población de los pueblos llamados “indígenas” con la finalidad de asimilar su cultura subordinadamente a la cultura llamada “occidental” –tal como lo confirman los mismos antropólogos que han trabajado en Vicos-,  marcan un paradigma estigmatizado dentro de la antropología peruana siempre que el antagonismo o dualidad de opuestos complementarios o no, se hace evidente a  través de la observación antropológica: nos referimos a las dualidades peruano-extranjero, indio-mestizo, mestizo-blanco, indio-blanco, cholo-blanco, inca-español, quechua-castellano, alfabeto-analfabeto, campo-ciudad, limeño-provinciano, etc. La experiencia de los años 80 y el trauma social ocasionado por el accionar terrorista de Sendero Luminoso afectó profundamente las bases del Perú como país y como nación, de tal forma que en el siglo XXI estas dualidades, polaridades y contradicciones se siguen separando.

Sendero Luminoso, como proyecto político social que tenía como fin tomar el poder en el Perú a través de la lucha de clases y la “guerra popular” siguiendo la doctrina maoísta que utiliza la lógica de opuestos campo-ciudad / pobre-rico / campesino – urbano, aparece en Huamanga, Ayacucho a fines de la década de 1970 específicamente en la Universidad San Cristóbal de Huamanga bajo el liderazgo político de Abimael Guzmán, quien añadió a la teoría maoísta marxista leninista la lógica de opuestos andino-occidental, indio-blanco, cholo-criollo, etc. ( Carlos Iván Degregori) con lo que logra dar inicio al accionar de Sendero Luminoso en la sierra sur del Perú, desde donde se expandiría tanto en la ciudad capital Lima como en todo el territorio nacional (Informe Final de la CVR). Las consecuencias del accionar de Sendero Luminoso, y de cómo se apropió del discurso indigenista a través de sus organizaciones de base, de la lucha de clases y de la guerra popular, son factores claves para analizar la crisis institucional de la democracia con la que se inició la segunda década del siglo XXI.

*JULIO HERRERA (1978): Escritor, periodista y antropólogo egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.


[1] Sobre los sistemas cognoscitivos vigentes en el mundo andino al momento de la llegada de los españoles, se han logrado importantes avances a nivel simbólico – religioso (M. Rostworowski), socio -cultural (W. Espinoza), agro-económico (J. Earls) y político – administrativo (J. Murra).

[2] La poética de César Vallejo incluye la percepción del desarraigo del hombre a la tierra, la experiencia del campo en la ciudad,  especialmente en Los Heraldos Negros y en Trilce, pero también en España Aparta de mí este Cáliz y en Poema Humanos.

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