La historia de “La Baltasara” es la historia de una finca malagueña tradicional del siglo XIX que se convirtió en un ícono del arte y la cultura andaluces.
En los años 80, el reconocido escritor Antonio Gala, en busca de inspiración para la creación de su nueva obra, y de visita en el pueblo de Alhaurín, al cual reconoció haber visto en sueños, queda impresionado por la atmósfera que rodea a “La Baltasara” y decide comprarla.
Ubicada no lejos del centro, La Baltasara, bautizada así por Gala, está a 25 kilómetros de Málaga y de Marbella. Se trata de un cortijo del siglo XIX bordeado por el río Fahala en el partido de la Reina, junto al molino morisco de Los Corchos. La finca es una típica casa de campo del siglo XIX de 380 metros cuadrados distribuidos en varias estancias, con una vivienda principal de 290 metros cuadrados rodeada rodeado de una frondosa finca de más de 30.000 metros cuadrados de jardines y huertas. Anteriormente fue una de las primeras fincas plantadas de naranjo de la provincia, por lo que se le conocía como “El Naranjal”.
“Yo la conocí el verano de 1992, y, por supuesto, quedé impactado e impresionado, sobre todo bajando por la Cuesta de los Valientes hasta llegar a la casa. Quiero añadir que algo increíble que tiene la finca son sus puestas de sol, que él ha descrito de forma muy poética en muchos de los artículos que ha escrito aquí”, afirma Luis Cárdenas, secretario personal de Gala por más de 30 años.
Este ambiente de ensueño e inspiración creativa es transformado por Gala, como él mismo afirma, “en una comunidad pitagórica donde creadores de distintos orígenes, produjeran entre sí una especie de fecundación cruzada que los hiciese crecer recíprocamente y adentrarse en el entusiasmo donde la creación reside”.
La finca fue durante mucho tiempo un lugar oculto al público. Una especie de jardín secreto al cual Gala y su círculo más íntimo de amistades tenían acceso. Cuando el escritor se traslada por razones de salud a Córdoba, el Ayuntamiento de Alhaurín el Grande y la Fundación Antonio Gala abrieron en este espacio un centro cultural multidisciplinario para jóvenes creadores. Y es que el pueblo del Valle del Guadalhorce reconoció a Antonio Gala como hijo adoptivo el 2012. El Teatro Municipal de Alhaurín lleva su nombre en su honor.
La Finca La Baltasara en Alhaurín el Grande se llama así por iniciativa de Gala. Antonio bautizó este hermoso cortijo en honor a una actriz del Siglo de Oro español: Francisca Baltasara.
Sobre todo lo que significa La Baltasara para Gala, Elsa López, narradora, poeta y directora de la Fundación Antonio Gala, lo sintetiza como “un lugar donde cumplir con los rituales del escritor, algunos de ellos sensoriales, como explica la propia Elsa en este fragmento: “los jardines con olor a romero, lavanda, jazmín y un galán de noche que Antonio nos obligaba a oler cada vez que pasábamos por él”. ¿Qué hacía Gala en esta casa, además de vivir? Contesta Elsa: “Escribir, escribir y escribir; capítulos enteros de las próximas novelas, cartas, pedazos de sus memorias, y, a veces, algún poema”. Escribir El manuscrito carmesí (1990), su primera incursión en la novela, Premio Planeta ese año. Releer El Quijote, o a Rilke, Teresa de Jesús…”
Ahora, desde marzo del 2022, La Baltasara, la casa donde Antonio Gala se hizo novelista en Alhaurín, es un lugar de encuentro para los jóvenes creadores, el mismo lugar donde el autor buscó inspiración para escribir su obra desde el «Manuscrito carmesí» (Premio Planeta 1990), «La pasión turca» (1993), «Testamento andaluz» (1994), «El poema de Tobías desangelado» (2005), «Los papeles del agua» (2008), o «Desde el Sur te lo digo» (2021).
Hoy, el Ayuntamiento de Alhaurín el Grande ha tomado la posta para hacer realidad el sueño de Antonio Gala. Allí los jóvenes creadores trabajan intercambiando experiencias con pintores, músicos, escritores y escultores.
Así, la finca La Baltasara, Casa Museo Antonio Gala, se ha convertido en un centro de la creatividad artística y a la vez espacio museístico alrededor de la vida y obra del escritor.
