Por Leticia Flores Flores

El problema de la corrupción ha sido objeto de estudio y reflexión desde campos muy diversos. Las ciencias políticas, la economía, la sociología y la antropología son disciplinas que se han ocupado de su análisis. En este trabajo me propongo abordar el tema de las alteraciones del lenguaje para referirse a los actos de corrupción, proponiendo un análisis con ayuda de algunos conceptos psicoanalíticos y de la lingüística estructural. La idea que se plantea es que la corrupción empieza con el lenguaje en razón de su carácter equívoco y multívoco. En ese sentido este trabajo pretende abonar a la reflexión para analizar un fenómeno que deteriora la vida social, afecta gravemente la vida institucional y, por lo tanto, resulta urgente detenerse a analizar de manera interdisciplinaria.

Una de las promesas más importantes que hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador, durante su campaña electoral, fue combatir la corrupción. Su triunfo en las elecciones del año 2018 tuvo que ver con razones de diversa índole; indudablemente el descontento de los mexicanos con los gobiernos anteriores, la profunda decepción y desconfianza que generaron en gran parte de la ciudadanía, tuvo un papel relevante. Las denuncias por diversos actos de corrupción quedaban sin atender mientras que la inseguridad, la violencia y el deterioro social en general creció a pasos agigantados. A todos los niveles, ejecutivo, legislativo y judicial, el abuso, la injusticia y la impunidad parecían naturalizarse. El triunfo legítimo de un candidato que había sufrido golpes mediáticos sin igual, desde hacía más de 18 años, mostraba el hartazgo de los mexicanos y el anhelo de un cambio radical. El discurso de López Obrador en ese sentido ha sido contundente al ubicar la corrupción como el cáncer que corroe la sociedad y frena la consolidación de instituciones que permitan alcanzar un sistema social con mayor justicia y equidad. Sin embargo, no queda claro si lo hará ni cómo lo va a lograr; cuáles serán las estrategias para hacerle frente y cuál es el diagnóstico que desde el gobierno federal se estaría haciendo en relación con las causas que originan este problema. Si bien gran parte de los mexicanos no dudan en señalar a la corrupción como un factor decisivo que frena el crecimiento económico e impide lograr la pacificación de la vida social, los métodos para combatirla han sido hasta ahora ineficaces. Represión, castigo, educación, instituciones fuertes, transparencia y renovación moral son algunas de las “soluciones” que se han propuesto desde sexenios anteriores para enfrentarla, aunque sigue siendo aún uno de los males que cobran las facturas más costosas, tanto a nivel económico como social en nuestro país, al grado de considerarla incluso inevitable e invencible.

La corrupción es un fenómeno arraigado en nuestra cultura, que presenta diferentes matices, valores e interpretaciones. Se le suele asociar exclusivamente a la vida política, desde todos los poderes; judicial, legislativo y ejecutivo, aunque también se le reconoce no sólo en la vida pública sino, en mayor o menor medida, en las prácticas de la vida cotidiana, a nivel privado, en empresas, escuelas, organizaciones civiles, por mencionar algunos (Zúñiga, 2019).

La práctica de la corrupción en nuestro país, a lo largo de su historia, se ha documentado en diferentes trabajos, por ejemplo, Lomnitz (2000), Garrido (2000), Zaid (2000) y Meyer (1977), entre muchos otros. Es un fenómeno presente en países con condiciones económicas, culturales y políticas diferentes a la nuestra, aunque en México ha tomado proporciones preocupantes. El ingreso al mundo global y la adopción de políticas de corte neoliberal desde la década de 1980 coincide con los altos niveles de corrupción en muchas esferas de la vida social. Es una práctica que no sólo tiene que ver con el enriquecimiento ilícito de dinero público por parte de los poderosos, sino que abarca otros campos donde el intercambio social y el vínculo con los otros son necesarios. Es un fenómeno presente en el conjunto de la vida social e institucional que genera preocupación, malestar e indignación.

Las políticas neoliberales y el ingreso al mercado global traen como consecuencia el predominio de valores individualistas, del consumismo, del sometimiento al gran capital que inevitablemente profundizan las diferencias sociales, exacerban la pobreza y la marginación social, lo que trae consigo una mayor desigualdad y promueven la violencia y el deterioro social.

La corrupción se puede encontrar en cualquier modelo económico, político y social; sin embargo, el sistema neoliberal abona para su reproducción. Recordemos que desde el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988)se emprende una campaña de “renovación moral” ante los niveles de corrupción que se hacían palpables. Gabriel Zaid advierte, en La economía presidencial (2000), que el triunfo de De la Madrid –la cual fue también una elección que ganó por amplio margen y de manera limpia– se debió a esa promesa de campaña. Entonces como ahora, el triunfo legítimo de estos candidatos es una suerte de termómetro que muestra el deseo por parte de la ciudadanía de que el Estado frene este fenómeno. Sabemos que en aquel entonces eso no sucedió; por el contrario, con la incorporación de México al mercado global impulsado por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y su interés en adoptar políticas de corte neoliberal, las condiciones de desigualdad se exacerbaron y favorecieron la aparición de serios conflictos políticos y sociales. En ese contexto, el ingreso al mundo del capital parece haber alimentado la ambición y el abuso de poder, pues el sexenio de Salinas de Gortari trajo consigo el enriquecimiento de empresarios y gobernantes ligados al grupo en el poder. El saldo que dejó ese gobierno fue fatal. No sólo una crisis política que cobró la vida a algunos miembros del partido, entre ellos el candidato presidencial del pri de aquel entonces, Luis Donaldo Colosio en el año de 1994, sino también un país más endeudado y con mayor pobreza, al mismo tiempo que la élite política y empresarial recibía mayores privilegios. Ahora, en la coyuntura de un nuevo gobierno que promete el cambio y el combate a la corrupción, vale la pena preguntarse bajo qué condiciones podrá ser factible, dado que, como bien lo decía Freud, gobernar, educar y psicoanalizar son todas de alguna manera, tareas imposibles.

Leticia Flores Flores: Profesora-investigadora del Departamento de Educación y Comunicación, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Correo electrónico: [lefloresf@gmail.com].

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