El Concurso Nacional del Vino Peruano es un evento anual que reúne a los mejores productores de vino del país. Desde su creación, ha sido una vitrina para el desarrollo del sector vitivinícola en el Perú. La VI Edición del Concurso Nacional del Vino Peruano ya está aquí…Y tiene nueva sede: Tacna, tierra de sol, historia y exquisitos viñedos. Este 2025, celebramos como cada año la pasión, el trabajo y el talento de nuestros productores vitivinícolas en una edición que promete romper esquemas. Una competencia que reúne lo mejor del vino nacional, con jueces expertos, catas a ciegas y grandes sorpresas para el sector vitivinícola¡Sé parte del evento que pone en valor la calidad y diversidad del vino peruano!. Inscripciones abiertas para bodegas de todo el país.
Donde el Vino se convierte en Pasión, y la Pasión en Arte
El vino peruano: tradición, historia y renacimiento en las haciendas de la costa
La historia del vino en el Perú es una historia de persistencia, de aromas que sobreviven al paso del tiempo. Si bien los primeros brotes de vid llegaron con los españoles en el siglo XVI, fue durante la época republicana que la producción del vino adquirió identidad propia en las haciendas vitivinícolas de la costa peruana. Hoy, con el auge de concursos nacionales y el interés renovado por los vinos locales, el Perú vive una nueva etapa de esplendor en su cultura vinícola.
Haciendas costeñas y vino en la República temprana
Durante el siglo XIX, ya en los albores de la República, la vitivinicultura en el Perú se desarrolló principalmente en las haciendas de la costa sur. Zonas como Ica, Pisco, Chincha, Cañete y Arequipa consolidaron su reputación como epicentros del cultivo de la vid. En estas regiones, las condiciones climáticas —días soleados, escasa lluvia y suelos bien drenados— resultaron ideales para el crecimiento de variedades como la quebranta, negra criolla y moscatel.
Las haciendas como Ocucaje, Caravedo, San José y La Caravedo, entre otras, fueron piezas clave en la consolidación de una industria artesanal que se extendía desde la elaboración de vinos tintos y blancos hasta destilados como el pisco. Sin embargo, a diferencia del pisco, el vino peruano sufrió periodos de abandono debido a la competencia internacional, la falta de políticas de protección a la industria local, y las reformas agrarias del siglo XX que alteraron la tenencia de la tierra y afectaron la producción sostenida.
Siglo XX: entre la crisis y la reconversión
Durante gran parte del siglo XX, la producción vinícola en el Perú vivió momentos de estancamiento. La popularidad del pisco eclipsó al vino, y muchos viñedos se reconvirtieron o dejaron de producir. La modernización del vino chileno y argentino también desplazó al producto peruano del mercado regional. Sin embargo, hacia finales del siglo, nuevas generaciones de vitivinicultores comenzaron a rescatar la tradición vinícola, introduciendo técnicas de vinificación moderna, importando cepas europeas y apostando por vinos de autor y vinos orgánicos.
El Concurso Nacional del Vino Peruano y el renacimiento del terroir local
El viraje positivo se consolidó con la creación del Concurso Nacional del Vino Peruano, impulsado por instituciones como el Ministerio de la Producción, PromPerú y gremios de vitivinicultores. Este evento, que reúne a productores de todo el país, desde Ica y Moquegua hasta Lambayeque y La Libertad, ha promovido una nueva mirada hacia el vino peruano, celebrando su diversidad, calidad y potencial exportador.
Gracias al concurso, marcas como Intipalka (de Viñas Queirolo), Tacama, Vista Alegre, Tabernero, La Reyna de Lunahuaná, y nuevos proyectos boutique han ganado reconocimiento internacional por su calidad y por sus propuestas de valor sustentadas en el rescate de cepas criollas y prácticas agrícolas sostenibles.
Hoy el vino peruano no solo vuelve a ocupar un lugar en la mesa de los hogares, sino que se erige como un símbolo de identidad regional. Ferias como Mistura, Expoalimentaria o el Salón del Vino Peruano impulsan su consumo y reúnen a una generación de enólogos, chefs y sommeliers que reconocen su potencial. Asimismo, iniciativas como las Rutas del Vino y el Pisco en Ica o Moquegua revaloran el enoturismo como una nueva vía de desarrollo para las comunidades rurales.