La independencia del Perú fue el desenlace de un largo y complejo proceso histórico que se inició mucho antes de la entrada de José de San Martín a Lima en 1821. Desde fines del siglo XVIII, una serie de rebeliones indígenas, movimientos criollos y conspiraciones ilustradas comenzaron a erosionar la autoridad del poder colonial español en el virreinato más importante y conservador de Sudamérica. Este proceso encontró en la figura de Túpac Amaru II su primer gran estallido.

La rebelión de Túpac Amaru II (1780-1781): El primer gran desafío
El levantamiento de José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac Amaru II, marcó el inicio simbólico de la lucha por la independencia en el Perú. Líder indígena de raíces nobles, descendiente del último inca, se alzó contra los abusos del sistema colonial español, en especial el reparto forzoso de mercancías, los tributos excesivos y el trabajo obligatorio en las minas y obrajes.
El 4 de noviembre de 1780, Túpac Amaru II capturó y ejecutó al corregidor Antonio Arriaga en Tinta (Cusco), dando inicio a una rebelión de grandes proporciones. Su movimiento congregó a miles de indígenas, mestizos y campesinos, llegando a amenazar seriamente el control español en el sur andino. Sin embargo, tras varias victorias y una entrada frustrada a Cusco, fue traicionado, capturado y brutalmente ejecutado en mayo de 1781.
Aunque la rebelión fue sofocada, el miedo que generó entre los criollos y autoridades virreinales dejó una profunda huella. El mensaje había sido claro: el dominio español era cuestionable, y las tensiones entre opresores y oprimidos estaban al límite.
Conspiraciones ilustradas y el surgimiento de los precursores (1790-1815)
A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, influenciados por las ideas de la Ilustración, la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos, surgieron grupos criollos que comenzaron a cuestionar el sistema virreinal desde lo ideológico y político.

Figuras como José Baquíjano y Carrillo, Toribio Rodríguez de Mendoza, Hipólito Unanue y Juan Pablo Vizcardo y Guzmán destacaron como precursores ideológicos. A través de ensayos, discursos y publicaciones, defendieron reformas, libertad económica, igualdad ante la ley y autonomía de los pueblos americanos.
Mientras tanto, estallaban conspiraciones independentistas como las de Francisco de Zela en Tacna (1811) o la de Enrique Pallardelli en Huánuco (1812). En Arequipa y Cusco también hubo revueltas que fueron reprimidas con dureza, pero que mostraban que el espíritu emancipador ganaba fuerza en todo el territorio.

El impacto de la independencia de las colonias vecinas (1810-1819)
Con la crisis de la monarquía española tras la invasión napoleónica (1808) y el inicio de las guerras de independencia en el Río de la Plata, Chile y Nueva Granada, el Perú quedó aislado como bastión principal del virreinato español en Sudamérica. El virrey Abascal convirtió al Perú en centro de operaciones contra los movimientos revolucionarios, enviando tropas para sofocar revueltas en Quito, Chile y el Alto Perú.
Mientras tanto, la resistencia independentista seguía creciendo. Guerrillas en las regiones de Huánuco, Cusco y el Callejón de Huaylas enfrentaban con valentía al ejército realista. Entre los próceres de la independencia que emergieron en esta etapa destacan Mateo Pumacahua, un antiguo cacique que inicialmente había apoyado a los realistas, pero que luego se unió a los patriotas en la insurrección de 1814 en el Cusco, liderada también por los hermanos Angulo. Aunque fueron derrotados en 1815, su legado fue fundamental para la causa.

La Expedición Libertadora de San Martín y la proclamación (1820-1821)
El golpe final al dominio español en Lima vino desde el sur. Tras liberar Chile en 1818, José de San Martín, con el apoyo del gobierno chileno y el financiamiento de comerciantes criollos, organizó la Expedición Libertadora del Perú. En septiembre de 1820 desembarcó en Pisco con un ejército combinado de argentinos y chilenos.
San Martín optó por una estrategia política y diplomática, ofreciendo garantías a la élite criolla y proponiendo una monarquía constitucional moderada. Mientras tanto, la presión militar obligó a los realistas a retirarse de Lima.
El 12 de julio de 1821, San Martín ingresó a Lima y, el 28 de julio, proclamó oficialmente la independencia del Perú en la Plaza Mayor. Así terminaba formalmente el dominio virreinal en la capital, aunque la guerra continuaría en el interior hasta 1824.
La independencia del Perú no fue el resultado de un acto aislado, sino la culminación de cuatro décadas de rebeliones, ideas, mártires y combates. Desde la gesta heroica de Túpac Amaru II hasta la proclamación de San Martín, el proceso estuvo marcado por el sacrificio de indígenas, criollos, mestizos y afrodescendientes que soñaron con un país libre.


A diferencia de otros países de Sudamérica, el Perú vivió una independencia más tardía y compleja, debido a su condición de centro del poder virreinal. Sin embargo, su historia demuestra que los ideales de libertad, justicia y autodeterminación se sembraron mucho antes de 1821 y siguen resonando en la construcción de la nación peruana.
Las Batallas por la Independencia de América del Sur después del 28 de julio de 1821
Aunque el Perú proclamó su independencia el 28 de julio de 1821 bajo el liderazgo de don José de San Martín, el dominio español en Sudamérica no desapareció de inmediato. La guerra continuó con fuerza en distintas regiones del continente, especialmente en los Andes, donde se libraron algunas de las batallas más decisivas y sangrientas de toda la gesta emancipadora. Las fuerzas realistas aún controlaban amplios territorios del sur del Perú, Bolivia y otras zonas estratégicas, por lo que fue necesario proseguir con la lucha hasta lograr la completa derrota del poder colonial.
La Campaña de Bolívar en el Perú y la Batalla de Junín (6 de agosto de 1824)

Luego de la salida de San Martín del Perú en 1822, la lucha quedó estancada. Fue entonces cuando Simón Bolívar, libertador de Venezuela, Colombia y Ecuador, asumió el liderazgo del proceso independentista en el Perú. Reorganizó el ejército patriota y llevó a cabo una campaña militar que culminó con la Batalla de Junín, en la sierra central peruana.
Esta batalla, librada el 6 de agosto de 1824, fue un enfrentamiento cuerpo a cuerpo de caballería, sin disparos, que marcó una victoria clave para los patriotas. Fue también un símbolo del valor de los jinetes peruanos, entre ellos los célebres Húsares del Perú, que sorprendieron al ejército realista.

La Batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824): El fin del dominio español
La Batalla de Ayacucho, librada en la Pampa de la Quinua (Ayacucho), fue el punto culminante de la guerra de independencia sudamericana. Bajo el mando del general Antonio José de Sucre, lugarteniente de Bolívar, el ejército patriota derrotó decisivamente a las fuerzas realistas dirigidas por el virrey José de la Serna.
Esta victoria no solo selló la independencia del Perú, sino que también representó el colapso definitivo del poder español en América del Sur. Tras la batalla, se firmó una capitulación que garantizó la rendición de las tropas realistas y la entrega de las fortalezas que aún resistían en el Alto Perú.
La independencia de Bolivia (1825)

Después de Ayacucho, la región del Alto Perú, hoy Bolivia, quedó libre para decidir su destino. En agosto de 1825 se proclamó su independencia, adoptando el nombre de República de Bolivia en honor a Bolívar. Así se completó el proceso de emancipación sudamericana, iniciado décadas antes con rebeliones indígenas y alimentado por los ideales de libertad y justicia.
Las batallas posteriores al 28 de julio de 1821 demostraron que la independencia no fue solo una declaración simbólica, sino una conquista que requirió años de lucha, sacrificio y unidad continental. Junín y Ayacucho son hitos que sellaron la libertad del Perú y de América del Sur, y que dejaron como legado la fuerza de un pueblo decidido a construir su propio destino.