El Estatus de Protección Temporal (TPS), llegó a su fin para miles de hondureños en Estados Unidos.
Por Claudia Carolina Castañeda.-
Lo que comenzó como un amparo humanitario tras el huracán Mitch en 1998, se convirtió para muchos, en el cimiento de una vida entera: más de dos décadas trabajando, enviando remesas, formando familias. Contribuyendo —a distancia— al país que los vio nacer.
Pero lo que parecía renovarse indefinidamente, un día no se renovó más. Así de frágil es lo que llamamos estabilidad cuando depende de decisiones ajenas. Y el golpe no es solo migratorio, es económico, psicológico, humano…
Hoy, muchos enfrentan un retorno incierto, sin previsión, sin ahorros, sin certezas.
Algunos partieron jóvenes y regresarán mayores. Ya no son los mismos que se fueron. No todos se prepararon para este momento; tampoco fueron instruidos a hacerlo por los gobiernos de turno.
Lamentablemente, nuestro país, tampoco se preparó para esta situación, no está listo para recibirlos. No hay garantías de trabajo, salud ni dignidad para los compatriotas que podrían regresar.
Sin embargo, sus aportes han sido sustanciales. Las remesas que han sostenido familias completas y alimentado nuestra economía representan un 25,6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Honduras es el país más dependiente de remesas de Latinoamerica, después de Nicaragua.
Ante esto, surgen dos preguntas: ¿Qué pasará cuando esa fuente se agote? ¿Está Honduras preparada no solo para la pérdida económica, sino para el reencuentro social que esto supone?
Desde este lado del mundo —lejos también, pero no indiferente— pienso en cada rostro detrás de estas cifras. Porque no son números: son historias, sueños, esperanzas, rutinas, que ahora quedan en suspenso.
No tengo todas las respuestas. Pero tengo claro que el dolor de otros no se observa desde lejos, se acompaña. Que las fronteras no deben endurecer el alma. Y que un país que expulsa por necesidad debe aprender a recibir por justicia.
Lo temporal se acabó.
Ojalá la solidaridad no.
“Porque yo sé los planes que tengo para vosotros —declara el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.”
(Jeremías 29:11)