Arequipa amaneció aquel 14 de octubre de 2025 bajo la luz intensa que cae desde el Misti, la “ciudad blanca” recibió a más de doscientos escritores, lingüistas, académicos y periodistas de todo el mundo hispano. No era un congreso cualquiera: era el X Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), un encuentro que convirtió a Arequipa, por unos días, en el corazón palpitante de la hispanidad.
El Teatro Municipal de Arequipa lucía sus balcones y cortinajes al rojo vivo. En la platea, las delegaciones de España y América Latina aguardaban de pie la llegada del Rey Felipe VI, quien ingresó entre aplausos sobrios y una banda sinfónica que interpretó el “Cóndor pasa”. En su discurso inaugural, el monarca resumió con elegancia lo que todos sentían: «La lengua española es para los hispanohablantes lo que Arequipa es para Vargas Llosa: Casa, raíz y destino». Con esas palabras, el Rey selló el sentido del encuentro: una celebración del idioma que atraviesa fronteras, mezcla acentos y se reinventa. También advirtió que “el congreso nos habla del futuro: de cómo dar a nuestra lengua un enfoque más estratégico, que proyecte nuestra voz en un panorama global incierto”.

Una ciudad que se volvió verbo
Durante cuatro días, Arequipa fue un mapa de conversaciones. Las calles coloniales y los cafés del centro histórico se llenaron de voces que discutían sobre mestizaje, lenguaje claro, inteligencia artificial y culturas digitales. En el claustro de la Universidad Nacional de San Agustín, sede oficial del evento, se oían fragmentos de discursos entre pasillos: “¿Cómo proteger el español frente a la IA?”, “¿Qué significa ser hispanohablante en la era digital?”.

La mezcla era tan natural como el propio lema del congreso: “Grandes desafíos de la lengua española: mestizaje, interculturalidad y culturas digitales”. Los debates, moderados por lingüistas, escritores y comunicadores, evidenciaban que el español no es un idioma puro, sino un territorio vivo donde conviven el quechua, el aimara, el guaraní, el inglés y el spanglish.
El congreso se organizó alrededor de tres grandes ejes temáticos:
El español como lengua mestiza e interculturalidad. Se abordó cómo el español incorpora e interactúa con lenguas originarias, cómo es vehículo de culturas híbridas y cómo se define en un contexto global.
Lenguaje claro y accesible. Este eje puso la atención en la necesidad de que la lengua pública y administrativa sea entendible, como parte de los derechos ciudadanos.
Culturas digitales e inteligencia artificial (IA). Se discutió la interacción entre el español y las tecnologías emergentes, la traducción automática, la edición digital, los medios sociales, y los retos de preservar la lengua en la era digital.

La lengua como puente y desafío
En el panel “Lengua e inteligencia artificial”, los especialistas coincidieron en que el mayor reto del siglo XXI no es hablar, sino ser comprendidos. Los algoritmos, dijeron, aprenden más rápido que los humanos, pero carecen de metáforas. “La IA puede imitar la sintaxis, pero no el alma de las palabras”, comentó un académico mexicano, provocando aplausos.
Otro de los temas más comentados fue el del lenguaje claro y accesible, impulsado por juristas y periodistas que exigen que los gobiernos se comuniquen en un español comprensible para todos. “Hablar claro es un acto de democracia”, dijo una lingüista chilena. “El ciudadano tiene derecho a entender lo que se le dice”.

Un homenaje y un legado
Uno de los momentos más emotivos fue el homenaje póstumo a Mario Vargas Llosa, quien, desde sus orígenes arequipeños, había promovido la candidatura de su ciudad natal como sede del congreso. En su honor se leyó un fragmento de El pez en el agua, donde el Nobel evoca su infancia en Arequipa, y se proyectaron imágenes de sus visitas a la RAE y a la Feria del Libro de Guadalajara.
En la Plaza de Armas, los transeúntes se detenían frente a pantallas que transmitían las conferencias en vivo. “Nunca habíamos visto tanto español junto”, dijo una señora mientras observaba el desfile de escritores por la calle Mercaderes.
El X CILE de Arequipa puso de relieve que la lengua española vive una etapa de transformación profunda. Las conclusiones apuntan a tres dinámicas clave:
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La expansión global del español, tanto en hablantes como en producción cultural digital.
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La nueva condición del español como idioma mestizo, que dialoga con lenguas originarias y atraviesa procesos de hibridación cultural.
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La necesidad de políticas activas que garanticen inclusión lingüística, adaptabilidad tecnológica y lenguaje claro, para que el futuro del español no sea solo hablado, sino también entendido y apropiado.
El congreso señaló que en un mundo dominado por la digitalización, las redes sociales, la IA y la globalización, la lengua española tiene la oportunidad de ejercer un papel estratégico, siempre que se renueve su vínculo con la diversidad cultural, la educación intercultural y la innovación tecnológica.

La lengua que mira al futuro
En el cierre, los organizadores destacaron tres conclusiones principales:
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El español se consolida como segunda lengua global del mundo, hablada por casi 600 millones de personas.
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Debe afirmarse su condición mestiza e intercultural, que integra las lenguas indígenas como parte de su identidad.
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Es urgente adaptarse a la era digital sin perder la riqueza expresiva que lo caracteriza.
El X CILE celebrado en Arequipa representa mucho más que una reunión académica: es un momento de reflexión colectiva sobre el estado, los retos y el futuro de la lengua española en el siglo XXI. Con la poarticipación del Rey Felipe VI, el evento colocó al idioma español en el centro del debate global de lenguas, culturas e innovación.
El desafío que queda es convertir las palabras y los paneles en acciones concretas: políticas lingüísticas que aseguren accesibilidad, educación bilingüe que respete lenguas originarias, tecnologías que refuercen y no empobrezcan la lengua, y comunidades que continúen construyendo la hispanidad con libertad, diversidad y creatividad.

La noche del 17 de octubre, el Misti se iluminó de violeta mientras las delegaciones se despedían. En los balcones de Yanahuara, aún se oían los ecos del congreso: risas, versos, debates. La lengua, viva y cambiante, seguía su curso, como el río Chili al caer la tarde.
Arequipa, por unos días, fue el espejo de la hispanidad: diversa, apasionada, crítica, mestiza. Y en cada acento —de Madrid a La Paz, de Buenos Aires a Cusco— se repitió la certeza que dejó el X CILE 2025:




