La reciente escalada de tensiones en el Medio Oriente entre Israel e Irán y sus aliados (Hamás en Palestina, Hezbollá en Líbano, los hutíes en Yemén y el régimen sirio) están llevando al mundo nuevamente al borde de otra guerra mundial. Revisemos la Historia antigua y la contemporánea para intentar entender este conflicto.
El conflicto árabe-israelí es uno de los enfrentamientos más complejos y duraderos del mundo contemporáneo, con raíces que se extienden hasta la antigüedad bíblica. Para entender su historia, es crucial retroceder miles de años atrás, cuando las narrativas religiosas de las tres grandes religiones monoteístas —judaísmo, cristianismo e islam— se entrelazaron en la región de Medio Oriente, estableciendo bases para tensiones que persisten hasta hoy.
- Orígenes Bíblicos y la Promesa de la Tierra:
El relato bíblico del conflicto se remonta a la historia de Abraham, figura compartida por las religiones judía, cristiana e islámica. Según la Biblia hebrea, Dios le prometió a Abraham y a sus descendientes la tierra de Canaán, que corresponde a la actual región de Israel y Palestina. A través de sus hijos, Isaac e Ismael, se generaron las líneas de descendencia que dieron lugar a los pueblos judío y árabe, respectivamente. Mientras Isaac se convirtió en el patriarca de los israelitas, Ismael fue considerado el ancestro de los pueblos árabes. Esta división familiar y la promesa divina de la tierra han sido interpretadas de diferentes maneras a lo largo de la historia, sentando las bases para disputas sobre el derecho de propiedad y pertenencia de este territorio.
Los textos sagrados del Corán también reconocen a Abraham e Ismael como profetas y se refieren a la región de Jerusalén como un lugar sagrado. Esto ha llevado a que, desde tiempos inmemoriales, tanto judíos como árabes (musulmanes) hayan reclamado la tierra como su herencia espiritual y territorial, generando un choque de narrativas que, aún en la actualidad, juega un papel significativo en las reivindicaciones políticas y territoriales de ambas comunidades.
- La Configuración del Conflicto Moderno: El Mandato Británico y la Creación de Israel:
Aunque las tensiones religiosas y culturales existían desde la antigüedad, el conflicto árabe-israelí moderno comenzó a tomar forma a finales del siglo XIX con el auge del movimiento sionista, que propugnaba la creación de un estado nacional para el pueblo judío en su tierra ancestral. Este movimiento surgió en respuesta a siglos de persecución y antisemitismo en Europa. Al mismo tiempo, la identidad nacional árabe se consolidaba en Medio Oriente como reacción a la ocupación otomana y a las influencias coloniales europeas.
Tras la Primera Guerra Mundial y el colapso del Imperio Otomano, el Reino Unido tomó el control de Palestina bajo un mandato de la Liga de las Naciones. La Declaración Balfour de 1917, en la que el gobierno británico expresó su apoyo a la creación de un «hogar nacional» para el pueblo judío en Palestina, generó tensiones entre las comunidades judía y árabe, que se sintieron amenazadas por la posibilidad de perder el control de su tierra. Durante las décadas de 1920 y 1930, el incremento de la inmigración judía y la compra de tierras por parte de colonos judíos alimentaron la desconfianza y las hostilidades entre ambos grupos.
Estas tensiones estallaron en violencia abierta durante el período del Mandato Británico, culminando en la Guerra Civil de 1947-1948 y en la posterior creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. Esta declaración desencadenó la primera guerra árabe-israelí, en la que los países vecinos —Egipto, Siria, Líbano y Jordania— invadieron el recién proclamado Estado. El resultado fue la consolidación de Israel como estado soberano y la fragmentación del territorio palestino, generando un éxodo masivo de refugiados palestinos.
- Guerras y Procesos de Paz: Una Larga Búsqueda de Soluciones:
Desde la creación del Estado de Israel, el conflicto árabe-israelí ha experimentado múltiples enfrentamientos bélicos, como las guerras de 1956, 1967 y 1973, que redefinieron las fronteras y el control territorial en la región. La Guerra de los Seis Días en 1967 fue especialmente significativa, ya que Israel capturó territorios estratégicos como Cisjordania, Gaza, Jerusalén Este y los Altos del Golán. Estos territorios se convirtieron en puntos focales del conflicto y en el principal obstáculo para alcanzar la paz.
A lo largo de las décadas, ha habido varios intentos de mediación y acuerdos de paz, como los Acuerdos de Camp David en 1978 y el Proceso de Oslo en los años 90. Sin embargo, la falta de consenso sobre el estatus de Jerusalén, el derecho al retorno de los refugiados palestinos y el establecimiento de fronteras definitivas ha frustrado los intentos de solución. A esto se suma la continua expansión de asentamientos israelíes en territorios ocupados y las respuestas de violencia por parte de grupos militantes palestinos como Hamás.
El conflicto árabe-israelí, con sus profundas raíces religiosas, históricas y políticas, sigue siendo una de las disputas más difíciles de resolver en el ámbito internacional. Cualquier intento de alcanzar una paz duradera requiere no solo soluciones políticas, sino también la reconciliación de narrativas históricas y el reconocimiento mutuo de derechos y aspiraciones.