Desde su elección en marzo de 2013, el Papa Francisco marcó un giro significativo en la misión pastoral de la Iglesia Católica, posicionando con fuerza su rol social en defensa de los pobres, marginados y excluidos. Su pontificado, caracterizado por la humildad, la sencillez y una visión pastoral profundamente comprometida con las periferias humanas y existenciales, ha devuelto al centro del Evangelio la opción preferencial por los pobres, renovando así el compromiso de la Iglesia con la justicia social, la dignidad humana y la solidaridad global.
Un Papa venido del “fin del mundo”
Jorge Mario Bergoglio, jesuita argentino, proveniente de una región marcada por profundas desigualdades sociales y heridas históricas de exclusión, fue el primer Papa latinoamericano y el primero en tomar el nombre de Francisco, en alusión a San Francisco de Asís, símbolo del amor a los pobres, la humildad y la fraternidad con la creación.
Desde sus primeras palabras —“cómo me gustaría una Iglesia pobre para los pobres”—, Francisco anunció el espíritu que guiaría su pontificado: una Iglesia que no se encierra en sus privilegios, sino que sale al encuentro de quienes más sufren.
Iglesia en salida: ir a las periferias
Uno de los conceptos clave del Papa Francisco ha sido el de una “Iglesia en salida”, que no se queda en el templo ni en los centros de poder, sino que va a las “periferias geográficas y existenciales”, allí donde habitan el dolor, la pobreza, la soledad y el abandono. Bajo esta visión, la acción social de la Iglesia se ha revitalizado en zonas vulnerables del mundo, ampliando su labor en barrios marginales, comunidades rurales, campos de refugiados y zonas de conflicto.
Francisco ha insistido en que los pastores deben tener “olor a oveja”, es decir, vivir y acompañar a su pueblo, comprender sus luchas cotidianas y asumir con valentía el compromiso de denunciar estructuras de pecado que generan pobreza, desigualdad y exclusión.
Denuncia profética de la injusticia
A lo largo de su pontificado, Francisco hizo constantes llamados a combatir las raíces estructurales de la pobreza. En su encíclica Evangelii Gaudium (2013), plantea una dura crítica al sistema económico que genera exclusión: “esa economía mata”, escribió, cuestionando un modelo que prioriza el capital por encima de la dignidad humana.
En Laudato Si’ (2015), su encíclica sobre el cuidado de la casa común, el Papa profundiza esta crítica relacionando la degradación ambiental con la exclusión social, señalando que “los más pobres son los que más sufren las consecuencias del cambio climático”. Así, el pontífice ha conectado justicia ecológica con justicia social, ampliando el horizonte del compromiso cristiano.
Cercanía con los más vulnerables
Francisco ha sido un Papa de gestos profundamente simbólicos. Ha visitado campos de refugiados en Grecia, ha lavado los pies de inmigrantes y presos durante la Semana Santa, ha almorzado con personas en situación de calle y ha abierto las puertas del Vaticano para recibir a familias desplazadas por la guerra.
Además, ha hecho visibles temas que por mucho tiempo fueron ignorados o silenciados, como la trata de personas, el trabajo esclavo, la migración forzada, la situación de los pueblos indígenas, y las consecuencias de las guerras olvidadas.
Diálogo y construcción de paz
El Papa Francisco también ha asumido un papel activo en procesos de reconciliación y construcción de paz, mediando discretamente en conflictos como el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos o el proceso de paz en Colombia. Su enfoque siempre ha sido promover el diálogo, el perdón y la justicia restaurativa, apelando a una ética de la misericordia que humaniza la política.
Un pontificado profundamente social
A lo largo de más de una década, Francisco ha devuelto a la Iglesia su dimensión profética. En un mundo marcado por la polarización, el individualismo y la cultura del descarte, su voz resuena como un llamado a la compasión, a la fraternidad y al compromiso con los últimos. No es una opción asistencialista, sino una exigencia de justicia evangélica.
Como ha dicho en múltiples ocasiones, “los pobres no pueden esperar”, y es precisamente desde esa urgencia evangélica que su pontificado se convierte en un faro moral, no solo para los católicos, sino para la humanidad entera.
El Papa Francisco ha reconfigurado la misión social de la Iglesia Católica para el siglo XXI. Su cercanía con los pobres, su denuncia de las injusticias y su llamado a una Iglesia en salida renuevan el compromiso cristiano con la transformación del mundo. En un tiempo de incertidumbres, su liderazgo espiritual ofrece esperanza, y su legado será recordado como el de un pastor que habló con el lenguaje de los humildes y defendió con valentía la dignidad de todos los seres humanos.