POR CARLOS DE LA TORRE PAREDES -ANALISTA POLÍTICO

La propaganda siempre ha implicado una herramienta poderosa para producir circunstancias.
El propagandista más famoso del mundo, Joseph Goebbels, estaba convencido de que la propaganda era fundamental en cualquier guerra y aplicaba máximas como la del que repetir una mentira miles de veces, de la boca de distintos interlocutores, terminaba convirtiéndola en una verdad.
A fin de cuentas, en el contexto de una guerra, hay quienes pueden asumir que lo que importa no es que esa verdad responda a los hechos, sino que genere una reacción en los receptores a quienes va dirigida la información.
Tal vez lo más interesante de la propaganda, es que, técnicamente, utiliza mecanismos de las ciencias de la comunicación y la psicología para apalancar nuestros miedos y prejuicios, y a partir de ellos construir esas verdades instrumentales.
No importa quién se sea, ni qué grado de instrucción se tenga, todos los seres humanos, en cuanto tenemos debilidades, somos susceptibles a ser persuadidos por la propaganda, principalmente en momentos de crisis o gran tensión.

Es por eso por lo que la misma Alemania en la que surgió Albert Einstein, también empoderó a Hitler y fue consumida por el fanatismo nazi. Es por el impacto de la propaganda que, durante los 80 y parte de los 90, el Perú se enfrentó al terrorismo fratricida de Sendero Luminoso, que contaba con varios intelectuales y cultileídos entre sus filas, quienes no dudaron en manchar sus manos de sangre.
Y ahora, en pleno siglo XXI, es la utilización de la propaganda más básica la que permitió a Martín Vizcarra tener y mantener gran popularidad a pesar del desastre de gestión que nos llevó a los más de 200 mil muertos durante la pandemia; le bastó encontrar un enemigo al cual hacer frente. Internacionalmente, también es la propaganda de manual, la que permite a algunas personas estar convencidas de que los ucranianos hacen mal en defenderse de un ejército invasor, pues para ellos la paz se asegura cediendo ante las pretensiones de Rusia.
Las agresiones contra judíos en distintos países del mundo, los ataques a las sinagogas y a las embajadas y consulados de Israel y sus aliados en varios países con gran presencia musulmana, como consecuencia de la efervescencia popular luego de la supuesta destrucción de un hospital en Gaza por parte de Israel, son una muestra más de que, aún hoy, en la tercera década del siglo XXI y tras años de análisis y mala utilización del fenómeno, la propaganda sigue funcionando para activar lo peor de los seres humanos, para, a partir de eso, lograr objetivos estratégicos.
Hoy se sabe que el hospital no fue destruido, que la explosión se dio principalmente en el estacionamiento y que la cifra de víctimas mortales presentada en un primer momento por la Yihad Islámica y Hamás, ambos grupos terroristas, no se ajusta con la realidad.
Hasta el momento, las investigaciones apuntan a que habría sido consecuencia de un accidente provocado por la Yihad Islámica en medio de un ataque con misiles, uno de los cuales funcionó mal; hecho que fue aprovechado desde la propaganda yihadista para infligir un golpe al enemigo occidental.
Sin embargo, la propaganda antisemita, extendida por el mundo, de alguna forma viene avalando las agresiones y los actos terroristas del sábado 07 de octubre, relativizándolos, justificándolos y buscando poner a Hamás, Hezbollah, Yijad Islámica y otros grupos terroristas en el rol de víctimas frente a un monstruoso Israel, camuflando a estas organizaciones terroristas tras la búsqueda de Palestina por ser un Estado reconocido.
Narraciones falaces de la historia y de tradiciones que no tienen más de 80 años, han buscado, por décadas, justificar una agresión contra el Estado de Israel. Habrá más propaganda de por medio, definitivamente de ambos bandos. Cada uno contará su verdad, mostrará lo que le conviene, y escribirá su propia historia.
Algo relevante, si consideramos que las características de la tensión creciente en Medio Oriente parecen apuntar a una radicalización del conflicto entre Occidente y Oriente, expresado, hasta el momento de cerrar este artículo, de manera focalizada en la guerra entre Ucrania y Rusia. Guerra y propaganda en Medio Oriente.

Expreso

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