Por Víctor Vásquez Villanueva

Director Ejecutivo de la Asociación Peruana de Granos y Cereales APEGRACE.-

Estudiar e interpretar la agricultura peruana equivale a sumergirse en dos mundos completamente contrarios; uno de prosperidad y creación de riqueza basado en el rol promotor del Estado, que junto a la inversión privada están posicionando al Perú como país muy competitivo en el contexto mundial de la agroexportación; ello equivalente a 9,200 millones de dólares de ingresos y generando casi 800 mil puestos de trabajo con salarios superiores a los de la economía; y la contraparte, al que aún le falta mucho por crecer en cuanto a entendimiento e interpretación, que afecta a las mayorías minifundistas, que mantiene una cultura productiva tradicional, ofertante de alimentos para los mercados nacionales, con una productividad precaria, son algunas de las herencias de los últimos 50 años.

Frente a ello, por ejemplo, para los productores maiceros de la costa, se debe alentar programas orientados a establecer cultivos que aseguren rentabilidad sostenida, así como la generación de un programa agresivo de tecnificación para la selva; no hacerlo es seguir condenando a la miseria a nuestros productores. Para productores de los cultivos andinos existe gran oportunidad para incursionar en grandes mercados, pero condicionado de cerrar las brechas productivas y económicas existentes, sinónimo de una relación diferente del Estado con la agricultura.

En este escenario, el análisis para el caso del maíz amarillo duro y un grupo de 9 cultivos andinos es valioso, en tanto se reafirma la tesis que la agricultura mayoritaria sigue sin encontrar aquel importante rumbo que puede y debe jugar en el proceso de globalización (nuevas ofertas) y competitividad (beneficios para la sociedad); este caminar sin rumbo, expresada en la existencia de brechas negativas en producción y comercialización, termina generando una pérdida total de 1,179 millones de soles anuales. Es una pesada herencia que el gobierno y la administración sectorial están en la imperiosa obligación de revertirla.

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