SAN MARCOS, LA CAPILLA DE LORETO Y LA VIRGEN DE LA ANTIGUA: IMÁGENES DE LA CIENCIA, LA FE Y EL PODER

Reproducimos esencialmente nuestro texto «San Marcos: imágenes de la fe, de la ciencia y del poder».  En: La Casona de San Marcos en tres tiempos. Lima: Centro Cultural de la UNMSM, 2011; pp. 174-187. Hemos encontrado en la web que algunos párrafos de este artículo han sido copiados sin la cita adecuada.

La Casona

La Universidad de San Marcos es una de las instituciones fundamentales del quehacer educativo, científico e intelectual del Perú. Y su historia sintetiza buena parte del devenir del arte y la cultura en nuestro país desde 1551. Historia que se inicia con las gestiones de Fray Tomás de San Martín para la fundación de la universidad.

Nunca lamentaremos lo suficiente la desaparición del antiguo edificio universitario. Ahí donde hoy se alza el Palacio Legislativo estuvo el viejo local sanmarquino, mucho antes que la Decana se instalara en San Carlos, espléndido monumento que hoy conocemos como Casona de San Marcos. Algunas imágenes de los exteriores, y las pocas descripciones conocidas nos sirven de consuelo. El viajero suizo Tschudi visitó Lima a fines de los treinta e inicios de los cuarenta del XIX, y anotó lo siguiente:

«La universidad se halla en el costado este de la Plaza de la Independencia, junto al Hospital de La Caridad. Su fachada no es hermosa, pero se caracteriza por un estilo que no solía ser de esa época. Entrando por un portón alto, se llega a un hermoso patio cuadrado, rodeado de galerías con columnas. En las paredes de estas galerías, están representadas, con pintura al fresco, las diferentes ramas de las ciencias. Debajo de cada símbolo están escritos algunos versos alusivos de los antiguos clásicos. Las aulas se encuentran en las habitaciones que dan sobre los patios; en el rincón que queda diagonalmente frente a la entrada está la gran puerta doble del Aula Magna»[1].

Es interesante el dato de la decoración de las galerías: figuras alegóricas acompañadas de expresiones latinas, es decir emblemas de las ciencias que hoy sólo podemos imaginar. Por su parte, Manuel Atanasio Fuentes describió los ambientes, especialmente el salón general en sus apuntes de 1867:

«El edificio se construyó en 1576, en él se encuentran el salón en que se reúne la cámara de diputados, que es la antigua capilla de la escuela, la secretaría y archivos del Congreso, una sala en que se reúne la Sociedad de Medicina, quedando para los actos universitarios el general y otro salón que sirve para la reunión del Colegio de Abogados. En el general se encuentran 92 asientos bajos y 73 altos, y dos galerías, una para canónigos y otra para señoras; la arquitectura de ese salón, aunque de gusto antiguo es sólida y hermosa; la parte superior de sus paredes está totalmente cubierta  por los retratos de los antiguos catedráticos y rectores, entre los cuales se cuentan algunas personas de un distinguido mérito literario»[2].Anuncio publicitario

El Murciélago menciona las pinturas dedicadas a los rectores. Afortunadamente, parte de este Patrimonio se ha conservado hasta constituirse en la colección de retratos virreinales y republicanos, acervo del Museo de Arte de la UNMSM exhibido actualmente en la Casona. Sin duda, es la colección de retratos más importantes del Perú, con obras que van del siglo XVI hasta el presente.

En dicha colección destacan los cuadros virreinales que ostentan los símbolos que definen el sitial del individuo en la sociedad y  nos hablan de sus virtudes personales, calidades académicas, jerarquías socio-políticas o filiación institucional. Una de dichas pinturas corresponde a fray Tomás de San Martín, y muestra el escudo de la orden dominica, la mitra de obispo y un papel que deja leer la Real Provisión de 1551.

   El blasón universitario

   El escudo de esta casa de estudios está cargado de un rico simbolismo[3]. En la parte superior hay una cara laureada de cuya boca salen cornucopias derramando los frutos del conocimiento. La inscripción latina de la bordura dice: “Academia de San Marcos en la Ciudad de los Reyes del Perú”.

   En el lado derecho apreciamos al evangelista  escribiendo, acompañado de su atributo el león. El arte cristiano acostumbró representar a los evangelistas con símbolos inspirados en los cuatro seres que aparecen en la visión del “trono celestial” (Ap. 4) y en la visión del “carro divino” (Ez. 1). A San Marcos le correspondió la figura del león al asimilar el rugido del felino a “la voz que grita en el desierto” que da inicio a su evangelio.

   En el lado izquierdo vemos a la estrella  de Belén y las coronas de los reyes magos que aluden a Lima; son símbolos de la Epifanía tomados del escudo de la ciudad, lo que remarca la estrecha relación entre Lima y su universidad. Las columnas de Hércules sobre el mar portan una cinta parlante con la inscripción “Plus ultra” (Más allá); esta figura se denomina “columnario” y representa la expansión ultramarina del imperio español. En la parte inferior del campo hay un ingenioso símbolo parlante: la fruta lima.  

 La descripción corresponde al escudo asumido en 1574. Antes -cuando la universidad era dirigida por los dominicos- la Virgen del Rosario ocupaba el sitio que ahora tiene el evangelista. Y en el lado izquierdo se veía la estrella sobre el mar, sin las coronas de los magos y sin el columnario. El nombre de san Marcos se eligió también ese año, antes se decía simplemente Universidad de Lima.

Las fuentes y las aguas

«Esclarescida fuente de agua pura,

tan pura que ante el sol victoria cantas,

por quien el valle Antártico, sus plantas

baña de humor, y viste de frescura,

[…]

No dudes ya, de que las aguas vivas

de tu doctrina, y regla saludable,

alcançes a las últimas naciones».

   Así canta el celebrado soneto que Pedro de Oña dedicó A la florentíssima Universidad de los Reyes en 1602[4]. Lo traemos a colación pensando en las fuentes  ubicadas al centro de cada patio en la Casona del Parque Universitario[5]. O en la cátedra rococó conservada en la antesala de la capilla de Loreto, que tiene la representación de una fuente derramando el líquido elemento. Y es que las fuentes no sólo eran objetos útiles, tenían también un valor simbólico que se puede enfocar desde muchas perspectivas,  por ejemplo el papel de la universidad como centro difusor del conocimiento o el aspecto religioso, en este caso esencialmente mariológico.

   Las aguas del conocimiento es un viejo tópico que se remonta a los textos bíblicos. Podemos resaltar un pasaje del Eclesiástico en el que el Jordán, el Nilo y los cuatro ríos del Edén se asocian para inundar la tierra con  la Sabiduría Divina, en este caso la Ley Mosaica:

«Todo esto es  el libro de la  Alianza del Dios Altísimo,

la Ley que nos prescribió Moisés

como herencia para las asambleas de Jacob;

la que inunda de sabiduría como el Pisón ,

como el Tigris en días de frutos nuevos;

La que desborda inteligencia  como el Eufrates,

como el Jordán en  días de cosecha;

la que rebosa doctrina como el Nilo ,

como el Guijón en días de vendimia …

Y  yo,  como canal derivado de un  río,

como caz  que al paraíso sale, 

 dije: “Voy a regar mi huerto,

a  empapar mi tablar”.

 Y he aquí que mi canal se ha convertido en río,

 y mi  río se ha hecho un  mar.

Aún haré lucir como la aurora la instrucción,

Lo más lejos posible la daré a conocer y llevaré hasta muy lejos su luz.

Aún derramaré la enseñanza como profecía,

la dejaré por generaciones de siglos» (Eclo. 24, 23-27 y 30-33).

   En el caso de la universidad virreinal,  el conocimiento que difunde generosamente, es -sobre todo- la doctrina cristiana. En el Huerto de San Antonio, cuadro cuzqueño del siglo XVIII estudiado por Francisco Stastny[6], se aprecia un jardín con la fuente eucarística al centro, los santos que cultivan el huerto vivificado por las benditas aguas, la alegoría de la universidad y los evangelistas que hacen gotear sus plumas. Los frutos del jardín son los teólogos y sabios que ha producido la universidad -en este caso San Antonio Abad del Cusco- en su labor de “jardinería espiritual”.

   La fuente y el pozo de aguas vivas son también símbolos de la Virgen María. Y en la colonia ser sanmarquino significaba ser mariano, según señala León Pinelo:

«Ítem a ninguno pueda recibir grado de licenciado, maestro ni doctor en facultad alguna, ni aún el de bachiller en teología, sin que primero haga un juramento en libro misal, delante de los que han de dar el grado, y los demás que asistiesen, de que creerá, y enseñará de palabra, y por escrito, haber sido la siempre Virgen Madre de Dios y señora nuestra concebida sin pecado original […]»[7].   

   Las referencias a fuentes y pozos como símbolos marianos son numerosas y veremos algunos ejemplos. Es usual aplicar textos veterotestamentarios a María, por ejemplo aquellos en los que se ensalza a la novia del Cantar de los Cantares:   

«Huerto eres cerrado,

hermana mía, novia,

huerto cerrado,

fuente sellada (Cant. 4, 12).

¡Fuente de los huertos,

pozo de aguas vivas,

corrientes que del Líbano fluyen!» (Cant. 4, 15).

   Siglos después lo reitera el poeta Gonzalo de Berceo“Ella es la fuente misma donde todos bebemos y es también el manjar que todos comemos”[8]. Por su parte, Calderón de la Barca ve en la historia de Rebeca  y el pozo una prefiguración de la Virgen:

«Soy la segunda Rebeca,

pues, fecundamente intacta,

convendrá en mí lo fecunda;

y, si ella en el pozo daba

de beber al peregrino,

yo en aquesta fuente clara,

cuyos siete caños son

sacramentos de la gracia»[9].

Sin embargo, el bachiller de Céspedes precisa:

«Deciros fuente sellada,

deciros puerta cerrada,

y de aguas vivas un pozo,

no sentiréis tanto gozo

cuanto en ser madre llamada»[10].

   En una pintura del convento franciscano del Cusco estudiada por Francisco Stastny[11], la Virgen “Stella Maris” está asociada a la fuente eucarística, el jardín guarnecido y los teólogos franciscanos de cuyas plumas fluye la doctrina cristiana. Stastny considera que este cuadro de Juan Espinoza de los Monteros (siglo XVII) sería una de las fuentes del Huerto de San Antonio ya mencionado.

Riqueza iconográfica de la Capilla de Loreto

   La Casona del Parque Universitario es uno de los monumentos más importantes de la ciudad[12]. Este edificio es testigo de la historia patria: se remonta al siglo XVII cuando fue sede del noviciado jesuita de San Antonio Abad. A fines del siglo XVIII pasó a ser local del Convictorio de San Carlos, institución que fue absorbida por la Universidad de San Marcos en el siglo XIX.

Es también el repositorio de un conjunto notable de bienes muebles del Patrimonio Cultural de la Nación; legado invalorable que custodia a través de diversos organismos como el Centro Cultural, el Museo de Arqueología y Antropología, el Museo de Arte, etc. Los objetos  custodiados -en su mayor parte únicos e insustituibles- comprenden todas las épocas de la historia nacional. Sin duda podemos decir que el Patrimonio que la nación ha confiado a San Marcos, sintetiza todo el devenir histórico del arte y la cultura en el Perú.

   Uno de los ambientes más notables de la Casona es la Capilla de Nuestra Señora de Loreto, espacio sagrado al interior del noviciado jesuita, convertido después en salón de grados universitario[13]. El pequeño recinto tiene un techo abovedado de madera, pintado por un artista local en el siglo XVIII. La bóveda mixtilínea se divide en tres sectores: uno ancho central -dividido en seis campos- y dos inferiores laterales -con doce paneles, seis a cada lado-, todo vivamente policromado. Parte de la techumbre se ha perdido, por lo tanto el programa iconográfico está incompleto.

En el campo principal del sector central se aprecia la imagen de la Virgen María como “Reina de los Ángeles”. En este programa se combinan los temas de la Asunción de la Virgen con el XV Misterio del Rosario. En los otros campos de dicho sector central han sido pintados varios símbolos marianos inspirados en las letanías. Para insistir en el tema anterior destacaremos el campo I, cuya figura central es un pozo: PUTEUS AQUARUM VIVENTIUM (Pozo de aguas vivas). A ambos lados una palmera: QUASI PALMA EXALTATA SUM IN CADES (Crecí como la palma de Cadés) y un ciprés: QUASI CIPRESSUS IN MONTE SION (Como el ciprés en el Monte Sion). La Virgen es la dispensadora del precioso líquido, que “[…] significa la gracia de arriba, la bendición divina, que se traduce en vitalidad, fecundidad y belleza espirituales”[14].

   En cada panel de los sectores inferiores está representado un santo con sus respectivos atributos. Todos están sentados, escriben y/o meditan, siempre acompañados de libros, crucifijos, instrumentos penitenciales y/o símbolos de vanitas. También pueden aparecer seres angélicos y el Espíritu Santo. En algunos casos corazones alados descienden desde el cielo, en otros casos los corazones de los santos son visibles y están inflamados.    

  Aquí se encuentran representados doce doctores de la Iglesia: los cuatro Padres de la Iglesia Latina: San Gregorio Magno, San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo; los doctores de franciscanos y dominicos: San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino respectivamente; seis doctoras: Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena, Santa María Magdalena de Pazzi, Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Bolonia y Santa Gertrudis Magna. No han llegado a nuestros días las pinturas de San Ignacio de Loyola, San Antonio Abad y los cuatro evangelistas.

   En la capilla se sintetizan aspectos fundamentales de mariología, vanitas, escolástica y mística. Interesa resaltar este último aspecto ya que los doctores y doctoras lucen no sólo sus dotes intelectuales, sino que son presentados como modelos de ese camino de perfección espiritual que es la mística. Por eso muchos de ellos se encuentran en actitud contemplativa, arrebatados en éxtasis, viviendo una experiencia inefable de encuentro con el amor de Dios. La presencia recurrente del simbolismo de los corazones expuestos fuera del cuerpo es una muestra de ello.  A veces son llameantes y/o contienen el nombre de Jesús en letras doradas. Podemos apreciar este símbolo en seis de las pinturas conservadas:

– San Agustín: el santo medita con el corazón llameante.

– Santa Brígida: un corazón alado y encendido que representa al Amor Divino, desciende del cielo acompañado por querubines. El corazón de la santa es una flama que se eleva hacia el Amor Divino.

– Santa Catalina de Siena: en su corazón se distingue el nombre de Jesús grabado en letras de oro. Desde el cielo el Amor Divino se aproxima a la santa descendiendo en forma de un corazón alado y encendido.

– Santa Magdalena de Pazzi: también lleva el nombre de Jesús grabado con letras de oro sobre su corazón inflamado. El Espíritu Santo -en forma de paloma- desciende del cielo trayendo un corazón alado y encendido (el Amor Divino).

– Santa Teresa: igualmente porta el nombre de Jesús en oro sobre el corazón en llamas. Una inscripción expresa el sentir de la mística carmelita: “Jesús corazón mío”.

– Santa Gertrudis: el corazón grabado con el nombre de Jesús en letras de oro, se apoya sobre un sol llameante. Además se aprecia una inscripción: “me desposaré”, que alude al matrimonio espiritual entre el alma y el Amor Divino.

   Arco y flechas, dardos, corazones en llamas, corazones con el nombre divino grabado en oro; creemos que el origen de estos símbolos se remonta al Cantar de los Cantares.  Este libro del Antiguo Testamento contiene esta definición del amor: “Sus flechas son dardos de fuego, como llama divina. No apagarán el amor ni lo ahogarán océanos ni ríos” (Cant. 8, 6-7). Por su parte, San Agustín decía: “[…] nos creaste para Ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en Ti” (Confesiones. Libro I, Cap. I, n. 1). Y también: “Tú nos habías flechado con tu amor y tus palabras las llevamos como encajadas en las entrañas” (Confesiones. Libro IX, Cap. II, n. 1).

Y la mística Santa Gertrudis compuso la siguiente oración:

«Por tu corazón, querido Señor,

traspasa el mío tan profundamente

con el dardo de tu amor, que ya no

pueda más contener cosas terrenas

sino que sea gobernado tan sólo por

la acción de tu divino amor»[15].

   Hay que tener en cuenta que la devoción al Corazón de Jesús es una experiencia irrenunciable de la orden jesuita. Precisamente, Santa Margarita María Alacoque -visionaria de esta devoción- tuvo como director espiritual a un miembro de la Compañía de Jesús, San Claudio de la Colombiere (siglo XVII). En ese sentido, conviene mirar las yeserías rococó que decoran las enjutas de los arcos en el Patio de Derecho de la Casona. Entre los querubines, motivos vegetales y rocallas destacan dos corazones que -creemos- son los de Jesús y María. El tema merece un estudio de largo aliento.

   Adicionalmente hay que mencionar que en la capilla se conserva una pintura en forma de arco,  que recuerda algunos eventos de la historia sanmarquina. Por las rocallas que enmarcan los textos la obra debe ser del siglo XVIII, pero fue “revivida” en 1855 durante el rectorado de José Dávila Condemarín[16]. Esta pintura contiene dos figuras alegóricas, la Fe y la Esperanza. La primera tiene los ojos vendados y porta la cruz, las Escrituras y el Santísimo Sacramento. El sentido del vendaje es obvio, sobre los otros atributos podemos citar a Cesare Ripa: “Y como los dos principales extremos de nuestra fe, como dice San Pablo, son el  creer en Cristo Crucificado y, el creer además en el Sacramento del Altar, por lo dicho se pinta con su Cruz y su Cáliz”[17]. Por su parte, la Esperanza porta una rama y su atributo característico, el ancla. En Ripa encontramos varias versiones de la Esperanza con vegetales. Su sentido alude a la espera confiada en que fructifiquen y/o florezcan. Pero también: “Dos son las cualidades de los bienes que pueden desearse, a saber, la honestidad, y la utilidad, representándose a la primera con la florida planta, por ser este ornamento de los que al honor corresponden, y la segunda con el áncora, que siempre nos auxilia en los mayores peligros de fortuna”[18].

La Virgen de la Antigua y el simbolismo de la rosa

   La patrona de la universidad es Nuestra Señora de la Antigua, advocación mariana que tiene  altar propio en la Basílica Catedral de Lima: “Nuestra mayor festividad es en honor de la Santísima Virgen María de la Antigua, siempre la  llamaremos a ella Máxima y siempre para nosotros Máxima será”[19]. La Virgen sevillana comparte el patrocinio sobre nuestra Universidad con San Marcos evangelista y Santa Rosa de Lima.

La imagen original es una pintura mural que se remonta al siglo XIII, cuando San Fernando reconquistó Sevilla de manos de los moros. Se cuenta que apareció en una mezquita que pasó a ser templo cristiano. Es obra de autor anónimo y de influencia bizantina con llamativa decoración dorada. La Virgen carga en su brazo izquierdo a su divino Niño y porta una rosa en su diestra. Dos ángeles se disponen a coronarla, mientras que un tercero muestra una cinta con el título de la Señora. A los pies de la Virgen hay una mujer orando de rodillas[20]. Actualmente se le venera en la nave derecha de la Catedral de Sevilla.

Pedro D. Alzogaray, en su Oración panegírico al Santo rey Don Fernando de Castilla, en el día de su anual festividad y de la estrena de una gran parte de esta santa catedral de la Ciudad de los Reyes… (1755?) relata que la imagen estaba en la mezquita en poder de los moros, San Fernando habría entrado a Sevilla y rescatado la imagen pocos días antes de la reconquista de la ciudad[21].

Numerosas tradiciones se conservan en Sevilla sobre los milagros obrados a través de esta imagen medieval. Esta ciudad está muy identificada con el culto mariano, y no sólo es la Antigua, también hay que mencionar a la Virgen de los Reyes, la Virgen de la Sede, la Virgen del Coral y la Virgen de Rocamador. Los españoles trajeron la advocación al Nuevo Mundo y se difundió con éxito: Santo Domingo, la Antigua del Darién, México, Bogotá, Tunja, Chiriví (Nuevo Colón), Lima, Cusco, etc. Desde 1652 la Antigua ocupa un lugar importante en la Catedral de México. Se trata de una copia traída desde España por el espadero José Rodríguez[22]. Sin embargo, la versión limeña es más antigua.

Umberto Eco ha observado la densidad de la rosa como figura simbólica:

«[…] por tener tantos significados, ya casi los ha perdido todos: rosa mística, y como rosa ha vivido lo que viven las rosas, la guerra de las dos rosas, una rosa es una rosa es una rosa es una rosa, los rosacruces, gracias por las espléndidas rosas, rosa fresca de toda fragancia»[23].

Precisamente por eso la escogió para el título de su célebre novela. Nosotros nos detendremos en el simbolismo mariano de la rosa.

Ella es la Rosa de Jericó del Eclesiástico, la Rosa Mística de las letanías, la que lleva una rosa en su divina pechera según el villancico tradicional. La rosa es un símbolo mariano por excelencia y motivo iconográfico característico de Nuestra Señora de la Antigua.

Como ya hemos anotado, es costumbre aplicar textos veterotestamentarios a María. Por ejemplo, aquel célebre canto de la Sabiduría:

«Crecí como el cedro en el Líbano y como el ciprés en las montañas del Hermón. Crecí como la palmera en Engadí y cual brote de rosa en Jericó, como magnífico olivo en la llanura y como el plátano me alcé. Como una flor fragante he dado mi aroma, cual mirra exquisita he dado buen olor, como plantas olorosas y como el humo del incienso que se quema en el Santuario de Dios» (Eclo. 24, 13-15. Versión de la Biblia Latinoamericana).

En su inmortal Comedia, Dante contempla absorto a su amada Beatriz, pero ésta le indica que debe mirar más bien a la Señora del Cielo: “¿Por qué te enamora mi faz de tal suerte, que no te vuelves hacia el hermoso jardín que florece bajo los rayos de Cristo? Allí está la Rosa en que el Verbo divino encarnó…”. El poeta obedece y experimenta una nueva visión en su visita al Cielo: “El nombre de la hermosa flor que invoco siempre, por mañana y tarde, concentró todo mi espíritu en la contemplación del mayor fuego…” (Paraíso, Canto XXIII).

El símbolo de la rosa es constante en la poesía mariana española. Dice  Alfonso el Sabio en sus Cantigas:

«Rosa das rosas et Fror das frores

Dona das donas, Sennor  das  Sennores.

Rosa de beldad  et de parecer

et Fror d’alegria et de pracer […]

Lume dos santos fremosa

et dos ceos uía»[24]

El marqués de Santillana se une al coro:

«[…] del jardín sagrado rosa,

 e preciosa margarita,

 fontana de agua bendita,

 fulgor de gracia infinita

 por manos de Dios escrita

 ¡o Domina gloriosa!»[25].

No se queda atrás López de Ubeda  cuando la llama:

«Emperadora del  cielo,

Reina de ángeles divina,

blanco lirio, rosa fina

que no la marchita el hielo […]»[26].        

De Lope de Vega citaremos estos ingeniosos versos:

«Produce un torpe animal

la tierra negra en color,

que de la rosa el olor                       

es su veneno mortal.

Pues la cruz es rosa hermosa,

Virgen, matareisle vos.

¡Notable poder de Dios

que mata con una rosa!»[27].

En  el Symbolo catholico indiano (1598) del huamanguino fray Luis Jerónimo de Oré, se lee este bello pasaje que San Atanasio dedicó  a la Virgen y que resulta ser una síntesis de botánica mariológica:

«Tú eres  tierra bendita y fértil, monte de Dios hermoso y gruesso, quajado (sic) de flores, azucenas y lirios, monte en quien Dios se agradó de habitar para siempre. Los árboles mysteriosos, el acipres, el  cedro, la palma, la mirrha escogida, el bálsamo que distila, y el  terebhintho en ti se hallan. Tú  eres fuente y pozo de aguas vivas, huerto cerrado, jardín y   vergel de Dios donde se  hallan rosas y flores, y árboles aromathicos, encienso y otros árboles»[28]

María como jardín paradisíaco es una figura exitosa. En el siglo XIII Gonzalo de Berceo la utiliza en la introducción a Los Milagros de Nuestra Señora:

«Los que en el mundo estamos, justos y pecadores,

elegidos y legos, reyes y emperadores

bajo su grato amparo, vasallos y señores,

a Ella vamos todos, a coger de sus flores […]

Volvamos a las flores que engalanan el Prado

y lo hacen tan hermoso, apuesto y moderado .

Las flores son los nombres que le ha dedicado

a la Virgen María su siervo enamorado»[29].

Volviendo a San Marcos, en el desfile que la Universidad organizó en honor de la “pura y limpia Concepción de Nuestra Señora” (15-11- 1656), participaron varios personajes alegóricos exaltando las glorias marianas. Nos interesa destacar  un grupo de mulatas que desfiló cantando: “Lima, dulcíssima estás, con María, hermosa Flor, que nunca perdió el olor, que perdieron las demás”. Por su parte, la alegoría de la Primavera desfiló con este lema: “MARIA en su Primavera, fue Rosa bella del prado, sin la espina del pecado”[30].

La Virgen también es sanmarquina

En 1544 o 1545 el arcediano de la catedral de Sevilla, D. Juan Federegui, hizo sacar copia de la imagen para enviarla a Lima[31]. Al principio estuvo en el muro que da a la calle de Santa Apolonia, pero en tiempos de  Santo Toribio fue llevada al trascoro[32]. De esta manera, lo primero que el  visitante veía al entrar por la Puerta del Perdón -principal de la Catedral- era  la capilla de la Virgen de la Antigua construida a espaldas del coro de los canónigos. Hay que tener en cuenta que la fabulosa  sillería coral de la Catedral ocupaba los tramos  tercero y cuarto de la nave central, mirando al altar mayor. Esta ubicación del coro es típica de las catedrales españolas.

La Virgen de la Antigua de la Catedral del Cuzco también fue colocada en el trascoro, frente a la puerta principal y en esa ubicación se mantiene hasta nuestros días. La imagen es venerada en un precioso retablo barroco tallado por Juan Tomás Tuyru Túpac. Es lo primero que vemos al ingresar a la catedral de la Ciudad Imperial.

La pintura limeña está enmarcada en un cortinaje tallado y debajo  de un dosel. Domina el centro de un retablo neoclásico con columnas de capiteles corintios y fustes pintados de marrón marmoleado, gusto propio del neoclásico.  En algún momento que no hemos podido precisar, los fustes de las columnas fueron pintados con los colores de las facultades universitarias virreinales:

Teología = blanco, Medicina = amarillo, Artes (Filosofía) = azul, Cánones = verde y Leyes = rojo[34].  

Con la restauración realizada el año 2007 estos colores fueron retirados de las columnas, porque aunque se basan en tradiciones antiguas, su aplicación al retablo es tardía. De todas maneras vamos a rememorar el tema de los colores sanmarquinos. Para conocer su significado recurriremos a un autor del siglo XVII, Diego de León Pinelo:

«La Teología reclama color blanco, esto es, sincero, en el cual reluce la pureza de la fe y de la castidad […] Los Cánones como florescientes reclaman el color verde, como reverdecidos por la esperanza que guía los estudios […] Las Leyes reclaman el color rojo, es este color de fuerza, según la sentencia de Diógenes en Laercio y es propio de los militares como signo de combate […] La Filosofía reclama el color cerúleo, como que viene del cielo. Este color  es muy apropiado para los marinos y también para los filósofos, que como los marinos escudriñan los movimientos del cielo […] El amarillo o pálido es el color de la medicina: es color de amante, por eso Ovidio dice: “palidezca todo amante”. Rectamente busca este color al médico, quien es amador de la misma naturaleza, quien procura ver sobre todas las cosas, que la vida sea más dulce que lo demás, siempre sana e incólume».[35]   

   Dos esculturas de santos acompañan a la Virgen: a su derecha, San Marcos, con la pluma, el libro y el león, y a su izquierda Santo  Tomás de Aquino,  con el sol de la sabiduría en el pecho. La imagen de Santo Tomás de Aquino nos recuerda que el tomismo fue durante largo tiempo la doctrina fundamental para los sanmarquinos. Miguel Maticorena establece los años de 1551 y 1750 como marco cronológico para el predominio de la Escolástica, dentro de su esquema de periodificación doctrinal sanmarquina[36]. Las dos tallas pertenecieron originalmente a la  capilla  de la Universidad, en el desaparecido local de la Plaza de la Inquisición, sitio que hoy ocupa el Palacio Legislativo. San Marcos y Santo Tomás fueron trasladados a la Catedral junto con San Jerónimo, San Gregorio, San Agustín, San Ambrosio y San Buenaventura, es decir, la iglesia docente en pleno.  El traslado ocurrió en los días  de la Independencia, al instalarse el Congreso en la  capilla sanmarquina[37]. De todas esas imágenes,  sólo permanecen en el retablo de la Antigua San Marcos y  Santo Tomás.

Siguiendo con la descripción del retablo, observamos un  tabernáculo de plata con columnitas jónicas y el escudo de la universidad. La pieza sirve para colocar imágenes pequeñas.

En el altar  está tallado un tradicional símbolo eucarístico, la figura del pelícano hiriéndose el pecho. En El Fisiólogo –célebre bestiario medieval- se explica el simbolismode dicha ave:

«El pelícano sobresale sobre todas las aves en el amor a la prole. La hembra se hecha en el nido, custodiando a sus polluelos, les da calor y los abraza y llegar (sic) a herirles con sus excesivas caricias, hasta el punto de perforar sus costados y morir aquéllos. Transcurridos tres días llega el pelícano macho y encuentra muertos a los polluelos; se angustia sobremanera y arrebatado de dolor golpea su propio costado y lo taladra y fluye la sangre que, gota a gota, deja caer sobre las heridas  de los polluelos muertos, los cuales, de esta manera, son devueltos a la vida.

Así Nuestro Señor Jesucristo, cuyo costado atravesó una lanza, y del que  brotó al instante sangre y agua, derramó su sangre sobre sus hijos muertos […] y trajo aquéllos a la  vida de nuevo mediante los tres días de su sepultura y su resurrección […]»[38].

   El tiempo, los terremotos y las modas artísticas han causado estragos en el aparato decorativo que sirve de marco a la Virgen. Fray Antonio de la Calancha  hizo esta descripción en el siglo XVII:

«La Ymagen es de quatro  baras de alto cubierta con  vidrieras que le ganan mas su beneración y muestran su hermosura que es mucha y mayor su gravedad y todo agranda su devosion esta en Rico Retablo y entre colunas (sic) y divisiones excelentes pinturas de los misterios de  la   Virgen y lo que sale del Retablo otras  pinturas en quadros  dorados de la vida de Christo nuestro Señor todo con adorno y señorío. Tiene en medio una pressiosa y grande lámpara de mas de ciento y setenta marcos de plata […]»[39].

   También Francisco de Echave y Assu en La estrella de Lima (1688) dejó una descripción del opulento retablo: 

«Llena la testera hermoso y lúcido retablo, que en altura de  78 pies, y 54 de latitud contiene 30 lienzos de la Vida de Nuestra Señora entre doce columnas estriadas, y en el nicho principal la soberana imagen de María con la advocación de Nuestra  Señora de la Antigua, de más que natural estatura, y de belleza sobrenatural, copiada por las medidas, y forma de las que se  venera en la Santa Iglesia de Sevilla. Vistiéronse de tela nácar, y encajes de oro y plata las columnas, guarnecidas de puntas de plata y oro, sus capiteles, cubiertos los campos, que dividan la compartición de tres cuerpos sobre fondo de púrpura, de velillo de plata»[40].

Durante la colonia  la Universidad de San Marcos tenía a su  cargo el culto a la Virgen de la Antigua, celebrando su fiesta el cinco de agosto y afanándose en buscar los medios económicos para mantener tal devoción. La Antigua fue patrona de los grados que confería la Universidad y su altar estaba al cuidado de los sanmarquinos. En un documento citado por el padre Vargas Ugarte, se describe el homenaje de San Marcos a la Virgen cada cinco de agosto:

«[…] y el  modo ha de ser que en el tal día  ha de salir de la dicha Real Universidad el dicho Rector y todos los Doctores y maestros de ella con acompañamiento de los colegios , estudiantes y todos sus ministros , con sus   capirotes  y borlas  y con música de dos ternos de chirimías  y de esta suerte y con el más acompañamiento que se pueda , se irá a la Santa Iglesia Mayor y Catedral de esta dicha ciudad , donde estará prevenido el asiento ordinario de sillas sobre los suelos alfombrados y allí asistirá todo el claustro a la dicha fiesta , en la cual ha de cantar la misa uno de los dichos doctores que sea prebendado y predicará otro  cual nombrare el dicho Señor Rector  y al fin del oficio se repartirá la dicha  propina  ordinaria por el vedel mayor […] y  para la dicha fiesta se ha de aderezar el altar  y colgar en las paredes con todo el adorno que se pudiere y adornarlo en cera y muchos olores , desde las vísperas del día antes y la noche de la  víspera se han de poner luminarias  en las torres de la dicha Santa Iglesia y algunas hogueras de fuego en la plaza y muchos repiques de campanas para mayor regocijo […]»[41].

Ante este altar se graduaban los estudiantes de la Universidad, pero también los de Santo Toribio, los del Colegio Real de San Felipe y los del Convictorio de San Carlos. Ahí los graduandos  sanmarquinos eran sometidos al  “vejamen”; por un rato se convertían en  víctimas  de una ceremonia burlesca. Cumplidos todos los requisitos, los estudiantes coronaban sus esfuerzos con la Virgen de testigo. La prueba final y decisiva era “pasar por la Antigua”, popular adagio limeño»[42].

Terminamos con este soneto a la patrona sanmarquina que antiguamente se leía en un cuadro del retablo catedralicio:

«Este trono que ves tan majestuoso a la Madre del Verbo consagrado, en que el arte parece se ha apurado, uniendo lo magnífico a lo hermoso, bosquejo es de aquel otro más glorioso al que Dios Trino y Uno la ha elevado, adonde el serafín más atrasado en mirar la hace parte de su gozo. Es solio pues con que honran a María en su imagen antigua ciencia y celo, mutuos socorros dándose a porfía, Tu corazón eleve a tanto vuelo, que haga con sus efectos armonía a los coros que la honran en el cielo»[43].

NOTA:

Las versiones anteriores de este texto son:

San Marcos: imágenes de la fe, de la ciencia y del poder.  En: La Casona de San Marcos en tres tiempos. Lima: Centro Cultural de la UNMSM, 2011; pp. 174-187.

Nuestra Señora de  la  Antigua en San Marcos. ALMA MATERRevista de  Investigación de la Universidad  de San Marcos. No 20 – 2002; pp. 17- 26.

San Marcos y Nuestra Señora de la Antigua. Revista del Archivo General de la Nación N. 22. Mayo – 2001; pp. 147-159.

BIBLIOGRAFÍA

Alvarado, Krosky (2002). La Capilla de Nuestra Señora de la Antigua.   Alma Mater, 20: 27-39.

Berceo, Gonzalo de (1989). Los milagros de Nuestra Señora. Santiago de Chile: Ediciones Occidente.

Burneo,  Reinhard Augustin (2005). Orígenes y evolución del conjunto arquitectónico de la Casona de San Marcos. Lima: UNMSM / AECI / INC.

Umberto, Eco (1987). Apostillas a El nombre de la rosa. Buenos Aires: Lumen / Ediciones de la Flor.

Eguiguren, Luis Antonio (1940). Diccionario histórico cronológico de la Universidad Real y Pontificia de San Marcos. Crónica e investigación. T. I. Lima: Imp. Torres  Aguirre.  Incluye la Historia de la Universidad de San Marcos hasta el 15 de julio de 1647; por el Padre Maestro Fray Antonio de la Calancha                                                 

Fuentes, Manuel Atanasio (1988). Lima. Apuntes históricos, descriptivos y de costumbres. Lima: Banco Industrial.

Herrán, Laurentino María (1979). Santa María en las literaturas hispánicas. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra.

León Pinelo, Diego de (1949).  Semblanza de la Universidad de San Marcos. Título original: Hipomnema apologeticum pro regali academia limense (1648). Traducida del latín por Luis Antonio Eguiguren. Lima.

Mariátegui Oliva, Ricardo (1951).  Valiosa techumbre historiada de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. Lima: Instituto de Investigaciones de Arte Peruano y Americano.

Maticorena, Miguel (2000).  San Marcos de Lima universidad decana en América. Una argumentación histórica-jurídica. Lima: UNMSM.

Mujica, Ramón (1999). “Dime con quién andas y te diré quién eres”. La cultura clásica en una procesión sanmarquina de 1656. En: Teodoro Hampe (comp.) La tradición clásica en el Perú virreinal. Lima: Sociedad Peruana de Estudios Clásicos / UNMSM, pp. 191-222.

Ripa, Cesare (1996). Iconología (1593) Madrid: Akal, vol. I.

San Cristóbal, Antonio (1992).  La catedral de Lima. Cabildo Metropolitano  de Lima.

Sebastián, Santiago (1986). El Fisiólogo atribuido a San Epifanio. Seguido de El Bestiario Toscano. Introd. y comentarios de S. Sebastián. Madrid: Tuero, pp. 53-54.

Stastny, Francisco (1984). La universidad como claustro, vergel y árbol de la ciencia. Una invención iconográfica en la Universidad del Cuzco. Anthropologica, Año II, N. 2: 105-167.

(1982). Jardín universitario y Stella Maris. Invenciones iconográficas en el Cuzco. Separata de Historia y Cultura N. 15, 27 pp.

Tovar de Teresa, Guillermo (1988). Bibliografía novohispana de artePrimera parte: impresos mexicanos relativos al arte de los siglos XVI y XVII. México: F. C. E.

Oré, Fray Luis Jerónimo de (1992). Symbolo Catholico Indiano. Lima: Antonio Ricardo, 1598. Ed. facsimilar dirigida por Antonine Tibesar. Lima: Australis.

Tschudi, Juan Jacobo (1966). Testimonio del Perú. 1838-1842. Lima: Consejo Económico Consultivo Suiza-Perú.  

Valcárcel, Carlos Daniel (1968). San Marcos, Universidad Decana de América. Lima: UNMSM.

Daniel Valcárcel y Gred Ibscher (1951). El actual edificio de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima: UNMSM.

Vargas Ugarte, Rubén (1931). Historia del culto a María en Hispanoamérica y de sus imágenes  y sus santuarios más celebrados. Lima: La Providencia.

Varios (1984). La Catedral de Sevilla. Sevilla: Guadalquivir.

Varios (2009). Retratos. Siglos XVI-XX. Lima: Museo de Arte de la UNMSM.


[1] Juan Tschudi, Juan Jacobo. Testimonio del Perú. 1838-1842. Lima: Consejo Económico Consultivo Suiza-Perú, 1966; p. 95.

[2] Manuel Atanasio Fuentes. Lima. Apuntes históricos, descriptivos y de costumbres. Lima: Banco Industrial, 1988; p. 46.

[3] Su más apasionado estudioso fue el maestro Miguel Maticorena Estrada.

[4] Miguel Maticorena. San Marcos de Lima universidad decana en América. Una argumentación histórica-jurídica. Lima: UNMSM, 2000; p. 46.

[5] La más notable es la del patio de Derecho. Es de mármol y debe corresponder al siglo XIX; luce motivos fitomorfos y cuatro animales alegóricos (¿hipopótamos?). Según Martín Fabbri, un exotismo de moda en ese tiempo. Comunicación personal.

[6] La universidad como claustro, vergel y árbol de la ciencia. Una invención iconográfica en la Universidad del Cuzco. Anthropologica. Año II, N. 2 (1984), pp. 105-167.

[7] Diego de León Pinelo. Semblanza de la Universidad de San Marcos. Título original: Hipomnema apologeticum pro regali academia limense (1648). Traducida del latín por Luis Antonio Eguiguren. Lima: 1949. pp .129-130.

[8] Gonzalo de Berceo en la introducción a Los milagros de Nuestra Señora, p. 10.

[9] Calderón de la Barca: El primero y segundo Isaac. Ver: Laurentino María Herrán. Santa María en las literaturas hispánicas. Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1979. pp. 292-296.

[10] Laurentino María Herrán ob. cit. p. 239.

[11] Francisco Stastny. Jardín universitario y Stella Maris. Invenciones iconográficas en el Cuzco. Separata de Historia y Cultura N. 15 (1982). 27 pp.

[12] Mi agradecimiento a Hugo La Rosa, Marco Rosales y Fernando Ventocilla por las sugerencias y datos compartidos.

[13] Sobre la capilla hay dos notables trabajos publicados el mismo año: Ricardo Mariátegui Oliva, Valiosa techumbre historiada de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos (1951) y Gred Ibscher, “La capilla de Nuestra Señora de Loreto, hoy salón de actuaciones de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos” (1951). A ellos remitimos para una visión tanto de conjunto como de detalles. Para datos recientes: Reinhard Augustin Burneo, Orígenes y evolución del conjunto arquitectónico de la Casona de San Marcos (2005).

[14] Greb Ibscher. “La capilla de Nuestra Señora  de Loreto, hoy salón de actuaciones de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos”. En: Daniel Valcárcel y Gred Ibscher. El actual edificio de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima: 1951, p. 56.

[15] www.corazones.org/santos/gertrudis_grande.htm

[16] Luego de analizar el Bosquejo histórico de la fundación de la insigne Universidad Mayor de San Marcos de Lima (Dávila Condemarín), el colega Hugo La Rosa concluye en que esta pintura en forma de arco enmarcaba la cátedra que se conserva en la antesala de la capilla. Originalmente estuvieron en el desaparecido local sanmarquino del actual Congreso. Comunicación personal.

[17] Ripa. Iconología. Madrid: Akal, 1996. Vol. I, p. 402.

[18] Ídem. p. 354.

[19] Diego de León Pinelo. Semblanza de la Universidad  de San  Marcos. Lima: 1949, p. 62 

[20] La mujer orante no aparece en la versión limeña. Para una descripción detallada de la pintura original ver: La Catedral de Sevilla. Varios autores. Sevilla, Ed. Guadalquivir, 1984.

[21] Agradezco a Miguel Maticorena por esta información.

[22] Guillermo Tovar de Teresa. Bibliografía novohispana de artePrimera parte: impresos mexicanos relativos al arte de los siglos XVI y XVII. México, F. C. E., 1988. (Biblioteca Americana), p. 164.

[23] Umberto Eco. Apostillas a El nombre de la rosa. Buenos Aires, Lumen / Ediciones de la Flor, 1987, p. 12

[24] Laurentino María Herrán. Santa María en las literaturas hispánicas. Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1979. p. 39.

[25] Ídem. p. 40.

[26] Ídem. p. 62.

[27] Ídem. p. 71.

[28] Fray Luis Jerónimo de Oré. Symbolo Catholico Indiano. Lima: Antonio Ricardo, 1598. Ed. facsimilar dirigida por Antonine Tibesar. Lima: Australis, 1992. p. 242.

[29] Gonzalo de Berceo en la introducción a Los milagros de Nuestra Señora, pp. 8-9.

[30] Ramón Mujica. “Dime con quién andas y te diré quién eres”. La cultura clásica en una procesión sanmarquina de 1656. En: Teodoro Hampe (comp.) La tradición clásica en el Perú virreinal. Lima: Sociedad Peruana de Estudios Clásicos / UNMSM, 1999; pp. 207 y 210.

[31] R. Vargas Ugarte. Historia del culto a María en Hispanoamérica y de sus imágenes  y sus santuarios más celebrados. Lima: La Providencia, 1931; p. 511. 

[32] Luis Antonio Eguiguren. Diccionario histórico cronológico de la Universidad Real y  Pontificia de San Marcos. Crónica e investigación. T. I. Lima: Imp. Torres  Aguirre, 1940; pp. 89-90.    

[33] Antonio San Cristóbal. La catedral de Lima. Cabildo Metropolitano de Lima: 1992, pp. 49-50.

[34] Carlos Daniel Valcárcel. San Marcos, Universidad Decana de América. Lima: UNMSM, 1968; p. 71.

[35] Diego de León Pinelo ob.cit. pp. 71-73.

[36] Miguel Maticorena. San Marcos de Lima universidad decana en América. Una argumentación histórica-jurídica. Lima: UNMSM, 2000; p. 48.

[37] Eguiguren ob. cit. pp. XXI y 106.

[38] Santiago Sebastián. El Fisiólogo atribuido a San Epifanio. Seguido de El Bestiario Toscano. Introd. y comentarios de S. Sebastián. Madrid, Tuero, 1986. pp. 53-54

[39] Historia de la Universidad de San Marcos hasta el 15 de julio de 1647; por el Padre Maestro Fray Antonio de la Calancha. p. 18. Texto incluido en Luis Antonio Eguiguren ob. cit.                                                 

[40] Citado por Eguiguren ob. cit. p. 91.

[41] Vargas Ugarte ob. cit. pp. 513-514 .

[42] Eguiguren ob. cit. p. XX.

[43] Vargas Ugarte ob. cit., p. 512

El Cuaderno de Virgilio

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here