FOTO: LÍBERO

Por Miguel Ángel Rodríguez Mackay

(DIARIO CORREO 15 / 10 / 2020) El antiperuanismo es un antivalor solo atribuible a Chile. Es tan negativo como el antichilenismo en el Perú. Gobierna toda la relación bilateral, aunque los arraigados a la ceguera histórica, digan que se trata solo de un partido de fútbol, refiriéndose a la escandalosa actuación del árbitro chileno Julio Bascuñán, en el reciente encuentro de nuestra selección contra la brasileña. Lo que vimos desnuda una inobjetable realidad construida en el proceso educativo chileno que, sin que sea parte de una política de Estado, sus autoridades no se oponen en alentarla, porque sigue intacta y es intrínseca al imaginario nacional, cultivado en cada chileno desde la infancia. Así, los sureños asumen como parte estructural de su ego, que fueron vencedores de una guerra y esa construcción -los historiadores Benjamín Vicuña Mackenna y Diego Barros Arana, lo incorporaron a partir del expansionismo y la superioridad, legados por Diego Portales, su mayor ideólogo geopolítico para la victoria, que fuera consciente del profundo complejo chileno por no contar nuestra rica historia y cultura como lo reconoció la afamada escritora chilena, Isabel Allende en su libro “Mi País Inventado”, confesando que “El chileno quiere ser racialmente argentino y culturalmente peruano” . En la idea de revertirlo, fusionaron la victoria con la animadversión y por eso, durante la guerra de 1879, fueron imputados por el despreciable acto del “Repase” al rematar cobardemente a nuestros bravos caídos y luego, por la vil chilenización de nuestros territorios del sur arrebatados “con la más brutal agresión contra las personas y los bienes” (ULLOA, Alberto. “Posición Internacional del Perú”, Ed. 1997, p.308), -recuperamos Tacna (1929)-, que “latían como esperanzas en el corazón de los peruanos” (WAGNER DE REYNA, Alberto. “Historia Diplomática del Perú”, Ed.1997, p.215), o dos jóvenes chilenos pintando grafitis en los sagrados muros incas del Cusco. Sabiéndolo, nuestra dirigencia debió evitar que nos tocara un árbitro chileno.  “Las llagas en el alma” (Basadre, Jorge. “Historia de la República”. Tomo VIII, p. 455) de los dos países, deben ser curadas con educación sincerada.

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