Por Miguel Ángel Rodríguez Mackay – Internacionalista


Ayer, en el marco de una expectativa en todo Chile, se instaló el Consejo Constitucional en este país vecino y hermano, que deberá dar a luz en los próximos 5 meses a la tan esperada Carta Magna que reemplace a la de 1980 emanada de la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte que llegó al poder en 1973 luego de producirle un golpe de Estado al gobierno del presidente socialista Salvador Allende, elegido democráticamente en 1970.

Se trata de 51 consejeros, elegidos por la voluntad popular -es lo que le dará la fuerza de la legitimación a la futura Constitución Política de Chile- que deberán prepararla y luego ser sometida a un acto de referéndum para que sea el pueblo chileno, en su condición de soberano, el que decida si va o no, para regir los destinos de este país sureño.

A diferencia del proceso anterior frustrado por merecer el rechazo mayoritario de la población -62%- al considerar que su contenido no reflejaba las aspiraciones que estaban esperando para su referido destino nacional, esta vez los consejeros constituyentes la tendrán más fácil pues contarán con un texto preliminar que ha sido elaborado por un grupo de constitucionalistas y de otros expertos del derecho, invitados por el Congreso chileno, cuidando que no sean manoseadas o ideologizadas las instituciones jurídico-políticas y sobre todo, que los fundamentos centrales para la vida de Chile, aseguren un destino con estabilidad y seguridad jurídicas, sin condicionamientos.

El presidente izquierdista, Gabriel Boric, que sufrió un duro revés en la reciente elección de los consejeros porque ya no son la mayoría que con patada alzada prefiguraron una Constitución a su medida, dominada por la ideología, tendrá que dar todo el apoyo político que corresponda para que la nueva Constitución, que anuncia no cambiará radicalmente el modelo económico que Chile ha venido contando en las últimas décadas, dé al país la tranquilidad que le permita resurgir en la región como actor relevante, entre otras razones, por factores endógenos, como las revueltas en todo el país por el hartazgo de la clase media, principalmente, frente a una desigualdad que la estaba consumiendo sin ver los frutos del éxito que tanto promocionó Chile, y exógenos, como la pandemia de la covid-19. Con la decantada aprobación de la Constitución esperada, Chile, a mi juicio, irá legítimamente en busca de la recuperación del tiempo perdido.

Publicado en Expreso

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