César ORTIZ ANDERSON

Presidente de APROSEC

www.aprosec.org

Cel.:999316197 / 998160756

Fan Page:  Aprosec-PERU

Este artículo tiene por objetivo interrogarnos con actitud filosófica sobre la corrupción de la moral en el Perú. Desde Aprosec, observamos que la corrupción moral es el punto de partida de la inseguridad -y de la crisis- que vivimos actualmente debido básicamente a la impunidad generalizada en todos los niveles del sistema de justicia.

Lamentablemente la sociedad peruana ha normalizado la corrupción, de allí se acuña la frase de los sectores más necesitados, “que roben pero que hagan algo a favor del pueblo”, por ello no es casualidad que gracias a los partidos políticos que aceptaron en sus filas a candidatos cuestionados, impresentables e incluso con antecedentes penales y policiales, tengamos este Congreso desprestigiado con 6% de apoyo de la ciudadanía.

Esta normalización de la corrupción en la política ha sido aceptada por la sociedad peruana y se ha adaptado a ella, sin embargo, probablemente por eso este contexto no ha significado la paralización del país que en medio de la crisis política no ha llegado y está lejos del colapso y la bancarrota.

La actual crisis e inestabilidad son resultado de la judicialización de la alta política peruana, tiene origen en las acusaciones de corrupción a los políticos en todos los niveles del Estado de forma generalizada desde el caso Lava Jato. Pero considerar a los políticos y a las autoridades como “corruptos” es parte de la tradición popular desde tiempos anteriores a la República, según varios historiadores.

Esta capacidad de adaptación a la corrupción en el Estado de parte de la ciudadanía, a tolerar y a convivir con las autoridades corruptas tampoco es exclusiva del Perú porque ha sido objeto de estudio por científicos sociales en otras sociedades.

Así como hay países o sociedades calificadas como “corruptas”, de lo cual vemos ejemplos a lo largo de la Historia, así también existen sociedades que se destacan por la honradez y honestidad de sus funcionarios públicos. Toda sociedad aspira alcanzar ese ideal, los contextos históricos sociales se alinean para que algunas sociedades alcancen esta reputación generalmente relacionada con el orden y el bienestar social. En el otro lado de la moneda, las sociedades calificadas como corruptas están relacionadas con el sub desarrollo, el atraso, la pobreza y más recientemente con factores de medición propios del siglo XXI: índices de inseguridad ciudadana, índices insuficiencia sanitaria en tiempos de pandemia, índices de emergencia alimentaria. En los dos últimos índices el Perú ocupa el primer lugar en América Latina y uno de los primeros lugares en el mundo en el caso de las víctimas del covid-19.

Las acusaciones y cuestionamientos legales por corrupción a los gobernantes peruanos empezaron en la década de 1990. Primero con las acusaciones e investigaciones en contra del primer gobierno del ex presidente Alan García en 1991. Años después, el juicio a Alberto Fujimori.

La judicialización de los ex presidentes peruanos se aceleró a partir del 2017 llegando a la actual crisis e inestabilidad que hasta el momento le ha costado al país seis presidentes en seis años. La investigación y acusaciones por el caso Lava Jato implican a todos los ex presidentes peruanos y sus respectivos gobiernos, además de casi todos los partidos políticos y movimientos regionales y locales.

El colmo de la situación moral de la política peruana es que se ha llegado a abrir un penal exclusivo para tres ex presidentes de la República, el conocido como “el penal de Barbadillo”, inaugurado con Fujimori años antes, pero asignado exclusivamente para la detención de ex Presidentes años después con Ollanta Humala, y ya en el contexto del Bicentenario con Pedro Castillo y Alejandro Toledo.

En la política internacional, dentro del ámbito de la democracia y el mundo occidental, son muy pocos los casos de acusación y juicio a un ex Presidente o Jefe de Gobierno. Recientemente somos testigos del juicio a Donald Trump, el primero de su tipo en los Estados Unidos. En América Latina tenemos los casos de los juicios a ex dictadores como Pinochet o Vilela, o de ex presidentes democráticos como Collor de Melo, quien no llegó a ser encontrado culpable.

El caso Lava Jato y las detenciones de Ollanta Humala, PPK, Pedro Castillo, y Alejandro Toledo evidenció un problema que sobrepasó la “normalización” de la corrupción. La judicialización de la política está demostrando que el “roba pero hace obra”, es decir la normalización de la corrupción en la política, no es tan fácilmente tolerado por otras esferas del poder como sí por los sectores populares peruanos, que se siguen identificando con los mismos líderes políticos de siempre.

La Corrupción e Impunidad es endémica, viene desde el Virreinato donde se produce un quiebre que es identificado como negativo para el Perú y genera una Ilusión en el pasado del Imperio de los Incas, el cual es visto como una sociedad idílica o “arcadia”, es decir, el Tahuantinsuyo y por extensión el Perú precolombino es idealizado como una sociedad en la que no existió la corrupción, ni la injusticia, ni la pobreza, en oposición a la Historia reciente de la República, produciendo un efecto de desesperanza, depresión, tristeza, rencor, odio, y resentimiento en la población.

Como bien dice el psicoanalista Jorge Bruce, elementos tales como la confianza básica, la aspiración ante el bien común. el respeto de los derechos ajenos, la esperanza de un futuro mejor construido sobre la base del esfuerzo y la educación, todo aquello que hoy escasea y va camino a desaparecer.

Es una situación bastante grave, un panorama desolador como una película de Tarkowski o cualquier filme apocalíptico. 

Como señala la Organización Mundial de la Salud, el 70% de la humanidad se vio alterada en su salud mental, sumado a que muchas patologías son producto de un medio ambiente perturbador, además de vivir en un entorno hostil, oscuro, gente con depresión, con comportamiento psicopático. ansiosos o de plano psicóticos, el conducir en el tránsito de Lima multiplica la violencia, tenemos temor de ir a un banco o cajero automático, el riesgo de ser la próxima víctima de un accidente de tránsito o del hampa, desanima hoy hasta para salir de casa, donde además podríamos también ser víctimas.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here