POR JULIO HERRERA

Director de PORTADA HISPANA.-

El psicoanalista Carl Jung en su libro “La Realidad del Alma” analiza desde la perspectiva de esta ciencia la obra del pintor Pablo Picasso, sus faces rosa y azul, los arlequines y su evolución al cubismo. Para Jung toda producción artística puede calificarse desde la perspectiva del psicoanálisis en dos categorías: neuróticas o psicóticas. Las obras de arte que entran dentro de la categoría “neurótica” están dentro de lo que puede calificarse como “normal” para el sentido común y se caracterizan por su síntesis semiótica, su emoción directa y su sentido armónico. Las obras de arte dentro de la categoría “psicótica” tienen una tendencia que se inclina hacia el inconsciente, el mundo interior y la locura, caracterizadas por las emociones contradictorias o la ausencia de las mismas y por las formas “grotescas” ,“feas”, “horribles”, que en el campo de lo formal se denominan “líneas de fractura”.

En la obra de Kevin de la O (Perú, 1995) específicamente en la secuencia titulada “Los Don Nadie”, un conjunto digitalizado de 120 acuarelas y acrílicos, advertimos algunas similitudes con las primeras fases de la obra de Pablo Picasso que coinciden con las apreciaciones de Carl Jung sobre la obra de arte y el psicoanálisis.

En “Los Don Nadie” los personajes son retratos de arlequines atrapados en un mundo rutinario, cotidiano, en medio de la soledad y el aburrimiento. “Siempre me interesó el mundo de los esquizofrénicos y los locos. “Los Don Nadie” es la representación de los enfermos de hospitales psiquiátricos, pero también lo es de otros marginados sociales como los mendigos, los ebrios y los vagos”, nos cuenta Kevin de la O.

“Escogí retratar arlequines para representar a los locos, vagos y mendigos porque los arlequines también son personajes marginados por la sociedad. Muchos de los arlequines de “Los Don Nadie” son pelirrojos porque según las tradiciones de la cultura clásica los pelirrojos eran un signo de suerte o de destino, razón por la cual la gente trataba de evitarlos”, afirma Kevin de la O.

Según el psicoanálisis, los arlequines son un arquetipo reminiscente a la infancia. Los arlequines de Pablo Picasso son todos niños. En Picasso, según Jung, los arlequines son intermediarios que nos transportan de un lado a otro de la vida, del mundo del hogar, los sueños, la infancia hacia el mundo de la calle, los problemas, es decir, de la realidad. Como también nos pueden transportar al mundo de la locura, de los vagos, los mendigos y los marginados. Así, los arlequines representan los medios de la infancia: el inconsciente de los niños donde habitan las pesadillas, el temor, la soledad, el aburrimiento, la muerte, la tristeza, etc.

En “Los Don Nadie”, Kevin de la O nos presenta arlequines con pseudo-ojos y sin boca, es decir, con otra percepción de las cosas y sin la capacidad de hablar. “En ellos quise representar la marginación social de los mendigos y de los vagabundos, que no pueden hablar y que ven las cosas de forma diferente, que son invisibilizados y excluidos.  Para poder pintar los arlequines sin boca tuve que pasar días como un mudo, tratando de relacionarme socialmente en la calle como si yo lo fuese, yendo a comprar, tratando de comunicarme, desplazándome por la ciudad”, explica Kevin de la O.

“A la gente les gusta las acuarelas de arlequines. Antes venían a mi taller y veían las acuarelas presencialmente porque a algunas personas les gusta apreciar texturas y materiales. Pero ahora por la pandemia las acuarelas se siguen vendiendo por catálogo digital”, nos cuenta Kevin de la O, quien ya ha presentado sus trabajos en exposiciones colectivas en Perú y España.

“Las personas se sienten identificadas con los personajes de los arlequines, hay algo que les atrae a sus propios mundos, a sus propias vidas”, comenta Kevin de la O. En “Los Don Nadie” los arlequines se encuentran retratados realizando actividades de la vida diaria, de la rutina cotidiana de todos los días, a veces diríase llenos de tedio y aburrimiento. Los arlequines aparecen leyendo un libro o el periódico (¿estudiando?), tomando un café, un refresco, sentados a la mesa, al aire libre, descansando en un sillón, tumbados en la cama, en el baño, con amigos, en soledad.

“El arte tiene la capacidad de conmover y sensibilizar, a una o varias personas y a la sociedad. Con “Los Don Nadie” busco sensibilizar al público presentando como personajes centrales a los marginados y excluidos”, nos cuenta Kevin de la O. Es así como a través de sus arlequines, el pintor y acuarelista no nos remite hacia el mundo psicótico de los locos como lo diría Jung desde el psicoanálisis, sino hacia nuestro propio mundo, de “nosotros” -el público- conectándonos con nuestros sentimientos, nuestras neurosis diría Jung. Los arlequines en la obra de Kevin de la O entonces representan el mismo rol que Jung atribuye a los arlequines de Picasso. En la obra de Picasso, según Jung, los arlequines fueron los intermediarios entre las primeras obras del pintor y su posterior período cubista. En el caso de la obra de Kevin de la O los arlequines cumplen el rol de  intermediarios que nos transporta de un mundo a otro, del mundo triste de los psicóticos y dementes hacia nuestro mundo cotidiano y neurótico en el que los “sanos y normales” debemos convivir diariamente, y donde la soledad, el aburrimiento, el miedo, la tristeza así como el amor, forman parte de nuestra rutina. Y es que en la obra de Kevin de la O  el amor, el romance y el sexo también forman parte del mundo de los arlequines. Ahí están las acuarelas de Eva y de Adán, por separado, en el pleito, pero también hay acuarelas dedicadas al contacto, la invitación sexual y a la reconciliación.

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